Violencia en escuelas de la Argentina
Una ola demencial de
violencia ha irrumpido en diferentes escuelas del país. Es imprescindible que se
encienda de inmediato una luz roja de alerta en la conciencia de todos los
habitantes
de la Nación ante este estallido de furia irracional que amenaza con hundir en
un abismo de sombras y destrucción el espacio físico y moral en el que
históricamente hemos siempre depositado los argentinos nuestras más genuinas
esperanzas: el ámbito escolar.
La violencia -ya se sabe-
es un componente cotidiano en la vida de las sociedades, y la Argentina no es,
en ese sentido, lamentablemente, una excepción. De ese componente deletéreo no
escapa ninguna zona de la realidad social, económica o cultural. Y no escapa
tampoco el ámbito educativo, ya que la escuela no es una isla en el conjunto de
la geografía moral de una nación.
Pero cuando la explosión
de violencia que llega a las dependencias escolares incluye muertes y alcanza un
grado de virulencia como el que se puso de manifiesto en los casos de
agresividad criminal de que dio cuenta en estos días la crónica periodística,
hay motivos para que la sociedad tome conciencia de que estamos ante una
tendencia que sobrepasa los límites de la alteración habitual de los hechos.
El más grave de los casos
que se registraron últimamente ocurrió en Misiones, donde un estudiante de 15
años mató a otro de 16 de una puñalada, durante una discusión que mantuvieron
cuando salían de la escuela. Este crimen absurdo se produjo pocos días después
de que en Villa Gesell un estudiante diera muerte a otro, en lo que resultó ser
otro asesinato inexplicable.
La violencia se manifestó,
además, en San Isidro, donde una chica de 13 años fue golpeada por dos
compañeras que le tendieron una emboscada cuando salía del colegio. Según los
familiares de la víctima, la atacaron "por el simple hecho ser demasiado linda".
También a la salida del colegio, en Santa Fe, una alumna de 12 años fue agredida
por un grupo de compañeras, quienes la hirieron con una trincheta.
En Mar del Plata, por otra
parte, la directora de una escuela sufrió heridas cuando un alumno de 16 años la
agredió, molesto porque le habían impuesto una sanción disciplinaria. Igual que
en La Plata, donde un chico de 12 años atacó a golpes de puño a una docente. Las
agresiones en las escuelas no están aisladas de un fuerte y violento contexto
social.
Las causas están
íntimamente ligadas a la realidad
social en la que los niños y adolescentes se encuentran hoy insertos. Las
limitaciones de muchas familias para cumplir su natural tarea de contención, la
influencia nefasta de los mensajes que emiten algunos medios de comunicación, la
falta o incapacidad de muchos adultos para poner límites efectivos al
comportamiento de los niños o jóvenes y, por encima de todo, la ausencia de
valores y referentes éticos en la práctica de la vida cotidiana figuran, sin
duda alguna, entre las causas de estos hechos sombríos y deplorables.
El pésimo ejemplo que
reciben los jóvenes cuando advierten que las acciones violentas no se castigan y
que la impunidad en todos los niveles es la respuesta habitual de la sociedad
frente al crimen o al delito contribuyen también a explicar la reiteración de
los episodios que estamos señalando.
La pobreza extrema, la
situación de muchos hogares en los que faltan alimentos, el alcoholismo e
incluso la drogadicción son casi siempre identificados como las causas
principales de la violencia, pero en realidad deberían considerarse como
factores que contribuyen a exacerbarla.
En el caso de las
escuelas, es evidente que la pérdida de autoridad de los maestros y profesores y
la ausencia de medidas disciplinarias o disuasorias -los clásicos premios y
castigos- frente a los actos graves de indisciplina o de inconducta conforman un
escenario propicio para que los actos de violencia se manifiesten y se reiteren.
Tampoco ayudan la falta de
un auténtico compromiso de las autoridades con la educación, el crecimiento
abusivo de una cultura mediática y "light" y la falta de estímulo a la
conciencia de que los buenos resultados sólo se obtienen con esfuerzo y
sacrificio.
Por otro lado, es
necesario desterrar el absurdo prejuicio que identifica todo concepto de orden o
de autoridad con el vicio de lo autoritario. Ello lleva en muchos casos a los
adultos a no entender que su función, en la formación de los niños y jóvenes,
consiste muchas veces en decir que no.
La problemática de la
violencia escolar es un fenómeno que debe ser asumido de manera conjunta por
gobiernos, autoridades educativas, docentes, padres de familia y los propios
alumnos. Es menester redefinir y fortalecer los principios morales y volver a
creer en la educación como el valor fundamental de la vida argentina, en un
contexto de confianza en la importancia fundamental de la paz social, del culto
al trabajo y de la plena vigencia de la libertad.
Publicado en el Diario "La
Nación" del 9 de abril de 2008
Comentario editorial:
Es un mal que está creciendo a pasos agigantados, la violencia escolar ha llegado a la Argentina para quedarse por quién sabe cuanto tiempo. Esto no significa que en otras épocas no haya habido hechos violentos pero, eran solamente momentos y, si bien se conocían, no eran generalizados. Ahora es otra cosa, la violencia se ha generalizado y se manifiesta verbalmente o a través de golpes y agresiones físicas varias; muchas han desembocado en la muerte de alguno de los participantes de un conflicto. Ahora los agredidos son los docentes y los alumnos. La nota publicada por el Diario La Nación es contundente, si no advertimos los adultos por dónde pasa la situación, no seremos capaces de buscar la solución.
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