Detrás del asesinato del colectivero Daniel Barrientos, transcurre una inédita pelea entre el intendente Espinoza contra la candidata a reemplazarlo de los piqueteros K que tiene el apoyo de Máximo Kirchner.
Esquina de Carlos Casares y Lavadero. La Matanza. Un grupo de militantes del “Movimiento Evita” pinta en las paredes consignas opositoras al intendente local, Fernando Espinoza. “Esas paredes son nuestras”, les grita de golpe un hombre muy enojado. “Rajen de acá”. No le hicieron caso. Todo se envileció.
Tres camionetas, cinco, seis, estacionaron rápido en la zona. Bajaron más hombres, más enojados. Rodearon a los audaces “opositores” del mismo peronismo. Se identificaron como integrantes de “Los Búhos”, una pyme de la política que escribe con letras gigantes en cada paredón “matancero” el nombre de Espinoza y el apellido Kirchner. Sacaron armas. Obligaron a arrodillarse a “rivales”. Les pegaron en el piso. Dispararon tiros al aire y al suelo.
Tres pibes del “Evita” salieron corriendo en dirección a la calle Polledo. Los siguieron cinco “Búhos” gatillando sus armas descontroladas. Las balas viajaron por el aire y no hirieron a nadie. Los atacantes tenían, la mayoría, la cara tapada. Incluso alguno llevaba chalecos antibalas. Apareció entonces quien dijo ser el jefe de los violentos: “¡Soy ‘El Loco Play’, de la barra brava de Almirante Brown!. No vuelvan nunca más”.
De fondo seguían escuchándose tiros que rompían las veredas. Este enfrentamiento ocurrió en octubre pasado. El “Movimiento Evita”, liderado por Emilio Pérsico y Fernando “Chino” Navarro, se animó a disputar el liderazgo del jefe comunal de La Matanza postulando como contrincante interna a la intendencia a Patricia Cubría, pareja de Pérsico. El hecho sigue impune.
La interna del peronismo en la localidad más populosa del país, el corazón electoral del PJ, La Matanza, con un padrón electoral de más de un millón de almas, empezaba a palpitar la campaña electoral que todavía no empezó. El acontecimiento sí fue tomado en serio por el obispo de San Justo, Eduardo García, allegado al Papa Francisco. Organizó entonces una misa “Por la Paz”. Distintos partidos políticos opositores enviaron a referentes a escuchar al jefe de la Iglesia local. Nadie del municipio estuvo allí.
Cubría, que tiene el apoyo de los movimientos sociales que más presupuesto manejan de los planes que reparte Desarrollo Social de la Nación, sigue en campaña peronista contra el peronista Espinoza. No hay paz. El lunes pasado, la interna del PJ y sus variables de espesor diverso, se transformaron en estrépito nacional. El secretario de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, fue golpeado por protestantes que reclamaban por la muerte de una compañero de la línea de colectivo 620, asesinado de un balazo inexplicable en el pecho esa misma madrugada. Como mínimo, dos hombres subieron como si fueran pasajeros al micro que él manejaba hace añares, robaron casi nada y antes de irse lo mataron de un disparo.
Berni llegó al lugar de la manifestación a las pocas horas, donde ya estaba otro ministro bonaerense, el de Transporte, Jorge D'onofrio. Fue casi linchado de modo sorpresivo. El funcionario recibió varias piñas en la cara. Piedrazos. Sangraba. Cuando Berni, herido, cayó, intentó sostenerse con el paredón que estaba detrás suyo, alto, de los que elevaban la avenida General Paz, lugar en el que minutos después usó cuidar sus espaldas. En ese paredón, paradoja, azar, se leía bien grande la consigna “Todos con Cristina. Fernando (por Espinoza) Intendente”. Y más chiquito, la firma de los autores de esa propaganda: “Los Búhos”.
A partir de ese momento, La Matanza, su inseguridad, sus muertos diarios, la falta de patrullaje, el avance del narcotráfico, se transformaron en polémica y en debate nacional. Los detalles de la causa judicial para dilucidar el crimen del colectivero Daniel Barrientos, las consecuencias políticas de un acontecimiento extraordinario que movilizó al peronismo bonaerense y sus jefes territoriales, incluso a la vicepresidenta Cristina Kirchner, al gobernador Axel Kiciloff, se amplían en otros artículos de esta edición.
En La Matanza, como se dijo, votan más de un millón de personas. En diciembre próximo se cumplirá un aniversario que coincide con el retorno de la democracia en 1983. Hace 40 años que los intendentes de este distrito inabarcables, con 130 villas miseria que son más en números no oficiales, tuvo de modo ininterrumpido en estas cuadro décadas intendentes peronistas.
Pero nunca, como hoy, La Matanza quedó en el centro de la discusión por su miseria creciente, por la pérdida de presencia del Estado, por la pobreza generada por la súper inflación, y por la división de un PJ que por primera vez en décadas parece ir a una elección a disputarse el poder a todo o nada. Las disputas internas sacuden al corazón de las elecciones victoriosas del aparato del PJ de Buenos Aires.
Espinoza hizo silencio mientras La Matanza era noticia nacional. Incluso, internacional. Recién el viernes pasado, más de cuatro días después de la muerte de Barrientos, del ataque a Berni, de la detención de otros colectivos acusados de cometer delito por pegarle al ministro de Seguridad, y del levantamiento de una huelga del transporte de pasajeros que cruza los mil caminos imposibles de una localidad infinita, habló. De otra cosa.
Celebró en Twitter su visita a un centro de jubilados bajo control de su militancia. “Para esta Semana Santa hemos entregado a nuestros comederos y merenderos roscas y huevos de pascua para que nuestras niñeces y sus familias puedan disfrutar de esta celebración”, informó, con fotos en las que se lo ve sonriendo con una tonada de pelo diferente a la que solía tener en le pasado inmediato.
Nada de la muerte de Barrientos.
La Matanza está en crisis y eso desconcierta a los jefes del PJ nacional y distrital.
El descontento, la pérdida del miedo a la autoridad municipal, se empieza a replicar en los medios como nunca antes.
Eso ocurre en paralelo al crecimiento territorial de la precandidata opositora del PJ a Espinoza, “La Colo” Cubría.
La incertidumbre cunde entre los líderes de un partido político que solía jactarse de su afinidad con los trabajadores como los que golpearon de modo salvaje a Berni.
Los vecinos de Virrey del Pino, Laferrere, Villa Madero, Villa Celina, tantos barriadas más, San Petesburgo, Puerta de Hierro, salen a quejarse por la falta de todo. Sobre todo, de seguridad, y por la carencia y la dificultad de ganar dinero de modo más o menos legal.
El camino más rápido ya ni siquiera es sumergirse a trabajar en el aparato clientelar de los punteros del PJ.
Es sumarse al narcotráfico, o a las bandas que asolan a los pobres para quitarles lo que sea.
Los adictos son ejército en la noche de Matanza.
A Espinoza, le consta a Clarín, le fue imposible comunicarse con Berni. La relación entre ellos es pésima.
Quien alzó la voz, como lo hizo otras veces, fue de nuevo el obispo Eduardo García. Emitió un comunicado con el obispo de Laferrere, Jorge Torres Carbonell.
Es un texto llano, simple, hiriente. Vale la pena detenerse en cada una de sus palabras para comprenderlo en su magnitud. Está redactado con la pluma nunca no exenta de mensajes profundos habitual de los prelados: “La sensación de los vecinos es que vivimos en territorio liberado o negociado. Liberado porque se hace la vista gorda a menos que el hecho se venga encima y no haya más remedio que actuar; negociado porque atrás de esta inseguridad sabemos que operan las grandes mafias de los narcos que han invadido con su negocio nuestros barrios y tienen como soldaditos a nuestros pibes o como consumidores que salen a robar lo que sea para poder ir a comprar la ‘merca’ que necesitan para seguir viviendo”.
Más: “Se está generando una guerra de pobres contra pobres. Los que van a trabajar a las 5 de la mañana son pobres. Los choferes de colectivos son pobres. Las amas de casa son pobres. Los docentes son pobres. Nadie queda afuera de la inseguridad y del temor por sus vidas”.
El comunicado señala el “silencio de las autoridades”, clama por por un “diálogo profundo” de la política y, al contrario de Espinoza, se solidariza con la familia del asesinado Barrientos.
Las internas peronistas se mezclan en La Matanza de mil maneras. El sindicato del transporte, la UTA, que presionó por mayor seguridad en los colectivos, tiene a su secretario general del distrito en un cargo municipal de relevancia: Marcelo Barreiro es Director de Control de Tránsito. Debió velar para que los millones destinados a instalar cámaras y GPS en los colectivos de la localidad efectivamente se usaran para eso. No pasó.
Todo ocurre en paralelo al crecimiento de la candidatura de Patricia Cubría, quien tendría el aval de Máximo Kirchner para disputarle a Espinoza la candidatura a Intendente en las PASO.
Entre las dos últimas elecciones, el peronismo perdió 200 mil votos en La Matanza.
Los precandidatos de Juntos por el Cambio en La Matanza coinciden en el diagnóstico. Alejandro Finocchiaro se lamenta porque en su distrito, dice, “es la muestra de todas las frustraciones de la Argentina”.
El también precandidato Héctor “Toty” Flores se asombra por “el quiebre que existe en el peronismo. Se replica la violencia de los 70”.
Lalo Creus analiza la misma fractura: es inédita y abre oportunidades electorales únicas.
Mientras tanto, la falta de transparencia del municipio es norma: ¿A cuánto ascienden el dinero depositado en plazos fijos e invertido en bonos dólares de la comuna? ¿37 mil millones? ¿Por qué no se utiliza para la gestión diaria?
La mayoría del presupuesto oficial, para colmo, está subejecutado.
El “relato K” sobre el bienestar matancero culminó.
El hartazgo vecinal, los hechos, provocaron que se cumplan en este caso uno de los “Proverbios del Infierno, de William Blake: “Lo que hoy es evidente, una vez fue imaginario”.
fuente clarin