La delincuencia no es un fenómeno espontáneo.
Siempre existen factores que la
causan o la desencadenan. La exacerbación delictiva puede considerarse como la
expresión de un serio y complicado malestar social con repercusiones en la ley
penal. En todos los países del mundo y en todas las épocas de la historia ha
habido crímenes. La delincuencia es una conducta exclusivamente humana que no se
observa en otros seres vivos, en los que la agresión se limita a la necesaria
para alimentarse y defender a la especie y el territorio.
Más vale prevenir que curar
Casi todos los países han logrado adelantos notables en la esfera de la salud
pública en los últimos treinta años. Parte del éxito en este sector se debe a
que en la actualidad se conocen mejor las enfermedades y sus causas, se pueden
identificar con precisión los grupos proclives a determinadas enfermedades y se
llevan a cabo campañas informativas y de sensibilización de la opinión pública
orientadas a modificar los hábitos riesgosos o fomentar estilos de vida más
sanos. En otras palabras, la aplicación del antiguo refrán:
Más vale prevenir que curar.
Ahora bien, en la esfera de la seguridad pública la situación es totalmente
opuesta. En las grandes ciudades del mundo entero las tasas de delincuencia han
aumentado en forma drástica; la violencia juvenil es un fenómeno corriente y
cada vez más de ciudadanos, especialmente mujeres y ancianos, se sienten
inseguros.
¿Cómo se puede explicar este panorama tan sombrío? Hay dos factores que
contribuyen principalmente a esta situación. En primer lugar, no nos dimos
cuenta a tiempo de las limitaciones de la justicia penal tradicional (la
policía, los tribunales, las cárceles) para responder a la delincuencia. En
segundo lugar, prestamos un apoyo mínimo a las medidas preventivas que tienen
por objeto reducir la cantidad de víctimas y de delincuentes atacando las causas
subyacentes de la delincuencia y la inseguridad.
Cada vez hay más consenso con respecto a que la seguridad pública tiene una
gran influencia en la calidad de vida y en el desarrollo económico y social de
las comunidades. Personas de todos los sectores de la sociedad, incluidos los
más pobres de los centros urbanos, están exigiendo más seguridad pública. La
seguridad pública se debería considerar un bien público, que todas las
instituciones y la sociedad civil en general deberían instituir y promover. Ya
no puede dejarse en manos exclusivas de la policía y del sistema de justicia.
Para prevenir el delito será necesario formar una nueva alianza urbana con todos
los interesados directos.
Causas de la delincuencia
La delincuencia forma parte integrante de nuestra sociedad y la mayor parte
de los delincuentes se comportan en lo esencial como el resto de la población.
Una consecuencia de esto es que la forma que adopte la existencia cotidiana -es
decir, la sociedad en que vivimos todos nosotros, criminales o no- será la que
más influya en el desarrollo y pautas de la delincuencia.
La tarea de la
lucha preventiva contra las causas y las condiciones de la delincuencia y de los
comportamientos socialmente indeseables compete a todas las instituciones
sociales.
La amplitud y la distribución de la delincuencia en una zona dependen en gran
medida del tipo de personas que residen o la frecuentan; lo que podríamos
denominar genéricamente "usuarios". En un medio rural, las personas que
frecuentan una zona son a menudo las mismas que la habitan, pero en un medio
urbano el número de personas que frecuentan una zona es mucho mayor que el
número de habitantes. Por "usuarios" se entiende, pues, además de los
habitantes, a las personas que trabajan en una ciudad sin residir en ella. A
esas personas hay que añadir en tanto que personas que frecuentan una zona, a
los turistas nacionales y extranjeros, así como a los "amantes de las
distracciones", es decir, quienes se desplazan desde zonas periféricas de la
ciudad en busca de distracción.
Existen determinados tipos de ciudades que tienen más "usuarios" que otras,
por ejemplo, las capitales, las ciudades industriales, las ciudades turísticas y
las capitales regionales. Para comprender los problemas de delincuencia y de
inseguridad de las diferentes ciudades o regiones, hay que hacerse una idea
clara, no solo del número de habitantes, sino también de quiénes son sus
usuarios. Ello reviste una importancia decisiva cuando se trata de evaluar las
diferentes intervenciones posibles.
Las explicaciones relativas a las causas de la delincuencia buscan su origen
en teorías que se basan en el individuo, en las circunstancias que le rodean, o
en una combinación de ambos tipos de elementos. Sin embargo, las diferencias de
orden cultural no son suficientemente importantes para poder esperar que las
causas "individuales" varíen en gran medida.
Cuando se estudia la delincuencia en las ciudades hay que tener en cuenta el
aspecto urbanístico. Las estructuras socioeconómicas pueden explicar igualmente
la existencia de diferencias dentro de una ciudad o de una región dada. Conviene
también examinar la función de la ciudad en la región, por ejemplo, como lugar
de trabajo, lugar de aprendizaje, lugar de distracción, etc.
Las grandes aglomeraciones urbanas constituyen un excelente campo de acción
para la delincuencia, tanto si se trata de procurarse bienes que tengan un valor
comercial como de encontrar salidas para venderlos. En una gran ciudad pueden
encontrarse muchas viviendas, muchos automóviles, muchos visitantes y muchas
empresas. Hay un flujo constante de personas y de acontecimientos. El ciudadano
es más anónimo para su entorno que en las zonas rurales.
La ciudad es también, hablando en sentido figurado, un buen "centro de
reclutamiento" para la delincuencia. Existe una amplia categoría de personas
marginales que, por diversas razones, toman el camino de la ciudad. Los
inmigrantes ilegales pueden vivir con mayor anonimato que en la gran ciudad. En
una localidad rural es más fácil que sean descubiertos quienes se dedican a
actividades delictivas y los inmigrantes ilegales.
Aunque en criminología existen diversas teorías, el enfoque que se ha dado en
llamar
teoría de la actividad rutinaria, afirma que son tres los
elementos que influyen en la génesis del acto delictivo:
- un individuo con tendencias delictivas,
- objetos interesantes para un acto delictivo,
- ausencia de protección suficiente.
El acto criminal se produce cuando un individuo inclinado a la delincuencia
entra en contacto con un objeto interesante para un acto delictivo que carece de
la protección suficiente.
2.9. Prevenir la delincuencia implica actuar sobre cualquiera de los
elementos mencionados. Una prevención eficaz de la delincuencia no supone que se
pueda o que se deba eliminar la totalidad de dichos elementos.
2.10. El volumen y la forma que adopta la delincuencia vienen dados por la
estructura de la población. Los grupos presentes en determinadas zonas serán más
propensos a la delincuencia, mientras que en otras otros grupos tenderán a
denunciar los delitos o estarán expuestos en mayor grado a convertirse en
víctimas de la delincuencia.
Individuos con tendencias delictivas
El comportamiento delictivo comienza a menudo en los primeros años de la
adolescencia con pequeños hurtos y asaltos. En gran medida, esta delincuencia es
de carácter ocasional, es decir, que rara vez es premeditada y que puede surgir
del deseo de divertirse con los amigos. La mayoría de los jóvenes no pasa de
ahí, pero algunos van más allá y cometen delitos más graves. Del porcentaje
relativamente numeroso de los delincuentes ocasionales se destaca el porcentaje
reducido de los que serán reincidentes. Estos a menudo han pertenecido a bandas
y, a través de un proceso de socialización, se han habituado a un modo de vida
criminal.
Un grupo muy reducido de delincuentes es responsable de una gran parte de
delitos. Esto es así, especialmente, en delitos tales como las violencias y
robos con fuerza en las cosas en los que se distingue un núcleo de reincidentes
múltiples cuyas actividades delictivas no guardan proporción con el número de
individuos que los componen. Los delincuentes que pertenecen a esta categoría
son en general bien conocidos por los servicios sociales y las fuerzas del orden
desde su primera infancia. La manera más eficaz de prevenir el gran número de
delitos cometidos por estas personas es impedir que este tipo de delincuencia
consiga adeptos.
Cuanto más se permita perpetuar este tipo de conductas delictivas, más
difícil será frenarlas mediante medidas sociales o de intervención con fines
preventivos. Por ello, resulta decisivo impedir lo antes posible que los niños y
adolescentes se dejen atraer por la delincuencia grave. Para impedir que las
normas de las bandas sustituyan a las de la sociedad es importante romper esas
bandas tan pronto como sea posible. La sociedad debe reaccionar contra estas
conductas erróneas en una fase precoz.