El sonido hueco de los golpes a las cacerolas volvió a hacer eco en Buenos
Aires la semana pasada, provocados por habitantes indignados por la inseguridad,
la corrupción política, pero sobre todo por la restricción en la compra de
dólares, recientemente impuesta.
“Hay un clima de inconformismo y preocupación por el futuro económico,
todavía está muy fresco en la memoria el fantasma de 2001 para los
argentinos.
Los rumores que han surgido en los últimos días de una eventual captación de
ahorros y una pesificación compulsiva de los depósitos en dólares ha ido
generando un clima de insatisfacción”, aseguró en entrevista Jorge Arias, ciudadano argentino y analista
político.
Los cacerolazos, que se realizan con el fin de llamar la atención de las
autoridades, se hicieron populares entre los argentinos en 2001, luego de que
miles de personas inconformes salieron a manifestarse por las medidas adoptadas
en El corralito.
El famoso movimiento se dio cuando el ex mandatario Fernando de la Rúa ordenó
restringir la extracción de dinero de los bancos con el objetivo de pagar la
deuda pública y evitar el colapso financiero, el cual afectó a millones de
argentinos que perdieron ahorros y se vieron obligados a sobrevivir con 250
pesos argentinos semanales (cerca de 217 dólares con respecto al valor del peso
argentino frente al dólar en ese año).
Las recientes protestas aparecen en medio de la incertidumbre provocada
después de que en noviembre pasado el gobierno argentino impusiera regulaciones
en la compra de divisas estadunidenses, que obligan a las casas de cambio y
bancos a consultar y registrar cada operación de la venta de moneda, todo con el
objetivo de controlar la excesiva compra de dólares por parte de los
habitantes.
Las medidas afectan directamente a la clase media que acostumbra adquirir
inmuebles, cancelar hipotecas, pagar viajes o realizar ahorros con la moneda
extranjera.
“Estas restricciones económicas y financieras han ido saliendo a la luz
progresivamente y empezaron a preocupar a la clase media, porque muchos tienen
sus ahorros en dólares a partir de los vaivenes de la economía argentina y sobre
todo por la crisis de 2001”, afirmó Arias.
El cacerolazo del 31 de marzo y el 7 de junio de este año, convocado a través
de las redes sociales, es el segundo bajo la administración de la presidenta
Cristina Fernández.
El primero de ellos ocurrió en 2008 en medio de un conflicto entre el sector
agropecuario y el gobierno por el incremento de impuestos a la exportación de
soya.
Por su parte, el ciudadano argentino Hernán Florentín explicó a este rotativo
que él mismo se ha visto afectado por estás medidas: “yo tengo una deuda
hipotecaria en dólares y no tengo forma de obtenerlos de manera oficial porque
no están a la venta, entonces hay que salir a comprar el “dólar blue”, que es el
dólar en el mercado negro”.
“No es sólo que a los argentinos les impidan comprar dólares, sino el hecho
de que te restrinjan tus libertades a disponer como quieras de tus ahorros
legítimamente ganados”, afirmó Fabricio Gilbota, periodista argentino.
De acuerdo con Arias, las preocupaciones actuales tienen mucho que ver con el
recuerdo de las afectaciones en 2001, mismas que provocan la movilización.
Gilbota recuerda: “en 2001 el cacerolazo respondió directamente al
descontento generado por El corralito protagonizado principalmente por la clase
media y se sumó a los caóticos días de diciembre de ese año en los que además se
producían los saqueos y piquetes (grupo de personas que pacífica o violentamente
intenta imponer o mantener una consigna de huelga). Estos últimos cacerolazos,
también de la clase media, responden a cierto cansancio hacia las políticas
generales del gobierno nacional, principalmente en materia económica”.
Los dólares no son el único problema
Lo que inició como una molestia ante la restricción en la compra de dólares,
desencadenó protestas por asuntos como la corrupción política y la
inseguridad.
El grupo de oposición política, El Cipayo, con presencia en las redes
sociales y principales entusiastas del llamado a manifestarse, asegura que,
aunque no son organizadores del movimiento, se adhirieron a éste por la molestia
y deterioro político que observan en el gobierno: “La cosa no está bien y
quienes gobiernan tienen cada vez más dinero.”
“Nuestras principales preocupaciones también incluyen a la corrupción que ha
llegado a muchos estratos y funcionarios de gobierno, por ejemplo: el
vicepresidente de la nación, involucrado en un escándalo muy grave”, afirmó un
miembro del grupo, que quiso reservar su identidad por cuestiones de
seguridad.
La fuente se refiere al caso del vicepresidente Amado Boudou, investigado por
enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias en favor de una empresa que
imprime billetes y documentos oficiales.
Asimismo, la semana pasada los empresarios agropecuarios protestaron por el
incremento de impuestos a las propiedades de producción agrícola, lo que
ocasionó malestar entre la clase alta de la población bonaerense.
¿Protesta burguesa?
De la misma manera en que los indignados han hecho circular sus protestas por
la red, otro amplio sector de la población argentina, tanto fuera y dentro de
las redes cibernautas han expresado severas críticas ante el movimiento que
asocian con el sector más privilegiado de la sociedad.
Los principales críticos de estas manifestaciones argumentan que las
restricciones en el mercado cambiario formal afectan básicamente a la clase
privilegiada, además de que las protestas ocurrieron precisamente en el seno de
barrios como Recotela, Norte, Belgrano y Núñez, a los que pertenecen los
sectores favorecidos.
Por ejemplo: aunque Hernán Florentín, quien se confiesa afectado directamente
por las medidas, afirma que las protestas no adquieren aún mucha relevancia
entre los argentinos: “la gente que salió a manifestarse el otro día sería como
la elite, esto perjudica a la alta sociedad, el gobierno desde el primer momento
se identificó con los sectores bajos, con la gente de menores recursos”.
El integrante del grupo El Cipayo acepta que si bien la protesta ha tenido su
principal fuerza en la clase media, no pertenece sólo a la clase alta: “no es
una protesta burguesa, claro que la más afectada con esta política es la clase
media y por una razón muy simple: la clase alta siempre le ha ido bien y ha
sabido llevarse con cada gobierno, la clase baja es muy dependiente de los
subsidios que le da el Estado y el gobierno hace mucho hincapié en influenciar a
la clase baja con planes sociales, sólo queda la clase media a la que le han
encrespado la presión tributaria”.
Las redes sociales dan cuenta del entusiasmo y activismo, así como de la
apatía y descalificación de estas protestas, pero sobre todo de la división
entre los argentinos: “hay una creciente división en la sociedad que se ha
venido acentuando, este gobierno trabaja fundamentalmente en marcar sus
posiciones y de alguna manera provocando una especie de división que es: o estás
conmigo o estás en mi contra”, agregó Arias.
Gilbota afirma que aunque esta protesta se encuentra limitadaa la capital
federal no considera que eso la haga menos importante :“yo nocreo que le quite
legitimidad y considero que Cristina (Fernández) de Kirchner sabe que esta vez
tiene que cuidar mucho sus expresiones para no exaltar más los ánimos y no
generar una mayor adhesión”.
Cabe destacar que la mandataria Cristina Fernández declaró la semana pasada
que traspasará de dólares a pesos su plazo fijo que consta de 3 millones 66 mil
632 dólares.
Prestigio de Cristina, en debacle
La imagende la presidenta argentina, Cristina Fernández, y la aprobación de
la gestión de su gobierno registraron una significativa caída en junio respecto
a octubre, cuando fue reelegida en el cargo, según un sondeo.
La desaprobación de su gobierno subió de 29 por ciento en octubre a 50.4 por
ciento, mientras que la imagen positiva de la mandataria cayó de 63 a 39 por
ciento, de acuerdo con la encuesta realizada por la consultora Management &
Fit publicada por el diario
Clarín.
Más de 40 por ciento de los consultados aseguró avalar la gestión
kirchnerista, mientras que 50.4 por ciento la desaprobó y 7.5 por ciento dijo no
saber o prefirió no contestar.
Según señala el diario -enfrentado con el gobierno-,la caída tiene una
correlación con las perspectivas económicas.
Al consultarse sobre los pronósticos de la situación económica general en los
próximos meses, 58.8 por ciento estimó que será “peor”, mientras que 24.5por
ciento consideró que seguirá “igual” y sólo 14.7 por ciento manifestó que estará
“mejor”.