Inseguridad: ¿Qué hacemos los ciudadanos?
Cuando la confianza deja de presidir las relaciones sociales, perdemos la capacidad de comunicación y la indiferencia se instala en general. Ya no podemos solventar las diferencias por medio del diálogo o el arbitraje sino que se recurre a la agresión o a la intervención de abogados y jueces. Parece evidente que este es nuestro caso. Tanto la guerra que sufrimos por un lado, como la situación mundial financiera y económica por el otro, podrían ser en buena medida las causas de la falta de confianza que impide mirar hacia una visión de nación compartida o unirse en el combate contra los males tan macabros como la situación de inseguridad y violencia actual.
Ya se conocen algunos de los mecanismos que regulan la confianza: “Resultan decisivos los primeros años de vida de las personas, cuando se adquiere la confianza originaria. Si el bebé encuentra una acogida cariñosa, generalmente por parte de los padres, se sentirá seguro y confiado. Cuando crezca, el mundo le parecerá un lugar familiar y se moverá en él sin inquietud, como en su casa. Por el contrario, si experimenta abandono o maltrato, muy probablemente quedará marcado para siempre: percibirá el mundo como amenazador y peligroso, lo que puede inducir retraimiento o conductas agresivas. Y de fondo, la idea de que no se puede confiar en los demás. Tenemos así jóvenes y adultos inhábiles para la empatía y el amor, incapaces de ponerse en el lugar del otro. Cuesta mucho superar esas carencias básicas, aunque no resulte del todo imposible. Además de recibir la oportuna terapia, es preciso sentirse querido, objeto de un amor incondicionado”