viernes, 23 de octubre de 2020

VECINOS DE LA MATANZA PIDEN SEGURIDAD ...

 CANSADOS Y  HARTOS DE LA INSEGURIDAD

Se autoconvocaron para pedir SEGURIDAD Y DECIR A LAS AUTORIDADES QUE LOS VECINOS MUEREN  CADA DIA  Y TODOS LOS DIAS SON ASALTADOS PORQ LOS DELINCUENTES HAN TOMADO LAS CALLES Y NADIE REALIZA NINGUN PLAN DE SEGURIDAD

hoy se leia q comenzaran a funcionar los FOROS DE SEGURIDAD , segun la ley pero , debo decir que lamentablemente estos en otros años no sirvieron para nada, solo para militar... asiq.... LAMENTO DECIRLE AL SER INTENDENTE Q es el mismo q  tuvo los foros q nada hizo ni nada hara... son la mismas caras y los mismos corruptos...todo es LAMENTABLE Y SOLO RESTA REZAR!!!

LA GENTE PIDE RENUNCIAS Y QUE LOS FUNCIONARIOS ACTUEN DE ACUERDO A LO QUE SUCEDE... 

debe haber un plan de SEGURIDAD QUE NUNCA EXPUSIERON , NUNCA EXPONDRAN PORQ , SEÑORES,  ESTO ES UN NEGOCIO Y LO LLEVAN MUY BIEN ACA EN MATANZA....

NADIE E LA PROVINCIA, NI DEL MUNICIPIO DA RAZONES... NADIE SE OCUPA, NADIE NOS VE

VECINOS DE TODA LA MATANZA Y AUTOCONVOCADOS ESTAN ACA.... Y PIDEN

SEGURIDAD!!!!

AÑOS Y AÑOS PIDIENDO A LOS MISMO SEGURIDAD 

 AUN  LOS VECINOS PIDEN, RUEGAN POR ELLA Y NADIE, PERO NADIE,  LOS INCLUYE EN SUS PLANES...

VECINOS DE LA MATANZA  EN TIERRA DE NADIE!!!


miércoles, 21 de octubre de 2020

¿Las tomas ya son irreversibles?: Alberto, ante la disyuntiva de dar una solución sin recurrir a la represión policial

 Pocas veces se había reflejado de manera tan explícita la tensión interna del peronismo ante una situación de desborde social: por un lado tiene que dar respuesta a una demanda de seguridad, y por otra parte siente la obligación de solucionar la urgencia social sin criminalizar a quienes ocupan terrenos privados.



El Gobierno intenta un difícil equilibrio entre esas dos demandas urgentes y acaso contradictorias, y por eso al mismo tiempo que referentes del área social salieron a aclarar que no se recurriría a operativos represivos, en un acto de Olivos se realizaba el lanzamiento del nuevo plan integral de seguridad para el conurbano.

Rodeados de intendentes que reclaman intervención urgente, ante el temor de un desborde, el presidente Alberto Fernández y el gobernador Axel Kicillof formalizaron el plan que, con un presupuesto de $38.000 millones, prevé la construcción de cárceles, la incorporación de 10.000 policías y el uso de tecnología en la prevención –como las llamadas "paradas seguras"-.

El acto incluyó un discurso presidencial, con algunas frases sugestivas, que no parecieron dirigidas a los típicos "motochorros" sino más bien a la delincuencia organizada: "Si este plan tiene éxito puede ser que mis palabras a algunos lo disuadan de seguir cometiendo delitos, y puede ser que otros digan, 'yo voy a ser más vivo que el Estado'. A esos vivos les digo que vamos a ser más implacables con ellos, con el Derecho en la mano, con el Código Penal en la mano, respetando todas las garantías procesales, pero implacables".

Resultó imposible no vincular la alusión de los que quieren "ser más vivos que el Estado" con la situación de tomas de terrenos que se está multiplicando en el conurbano bonaerense –y, cada vez más, en el resto del país incluyendo provincias grandes como Córdoba-, y en la que hay acusaciones de que organizaciones mafiosas con conexiones en el negocio inmobiliario, en la policía y en el propio aparato político están oficiando como instigadores.

Sobre todo porque detrás del nuevo plan estaba una figura de alto perfil como Sergio Berni, quien no sólo no escapó a la controversia sobre el tema de las tomas ilegales sino que hasta acusó directamente a dirigentes como Fernando "Chino" Navarro de ser parte de la instigación a este fenómeno.

Fisura interna y mafias al descubierto

El dilema que hoy tiene el Gobierno había sido anticipado, de alguna manera, por Eduardo Duhalde, que habló sobre un clima enrarecido, de creciente conflictividad, como una antesala de ruptura institucional.

Y en estos días complejos queda en evidencia el mayor riesgo político de Alberto Fernández: en el imaginario social argentino, el peronismo es el partido que ofrece, como su principal activo político, la gobernabilidad y capacidad de contención social, aun en los momentos de crisis. Y cuando el peronismo no pueda cumplir con esas premisas, lo que viene por delante es incierto.

En este momento, la decisión más difícil de tomar es si hay que utilizar la fuerza para desalojar a miles de familias que protagonizaron las tomas. Ya hubo voces internas que hicieron una dura advertencia al respecto.

Por ejemplo, la de Luis D’Elía, el histórico líder piquetero, quien polemizó en público con Kicillof –lo cual es casi como decir que contradijo a la mismísima Cristina Kirchner- y le recordó que son más de dos millones y medio de personas las que viven en "intrusiones ilegales".

"El kirchnerismo no puede hablar de ‘intrusos ilegales’, eso déjelo para la derecha salvaje", fue la frase de D’Elía, en respuesta a un tuit publicado por el gobernador, en el que se compromete a evitar nuevas tomas y, además, reclama "que la justicia haga su trabajo con quienes incentivan las ocupaciones y se abusan de las necesidades de la gente".



Un desafío al discurso de la inclusión

Al costado del predio ocupado en Guernica, la policía monta una guardia permanente, en una situación tensa. No echan a los ocupantes pero tampoco permiten nuevos ingresos, y cualquier atisbo de entrar materiales de construcción es castigado con la detención. Hubo testimonios de personas que terminaron presas por querer llevar planchas de tergopol.

Lo cierto es que la visión del extenso predio ocupado en Guernica tiene una elocuencia mayor que mil discursos y deja en claro que se trata de una situación muy difícil de revertir: una toma de miles de personas, gente que improvisó refugios y no tiene dónde ir, con abundante presencia de mujeres y niños pequeños, todo apunta a que sea impensable un desalojo violento sin que se produzca una tragedia.

En definitiva, el problema de la pobreza estructural que los sucesivos gobiernos han prometido resolver está manifestándose en toda su crudeza en un momento en que el desempleo arrecia y el "Estado presente" no logra permear en los niveles socioeconómicos más bajos.

Como manifiesta Ossona en su libro, los momentos típicos de las tomas masivas son antes de las elecciones o en momentos de crisis económica aguda. Y en este momento coinciden las dos cosas, con el agravante de una recesión inédita por causas sanitarias.

El peronismo empieza a dar señales de entender que el problema le explotó en las manos, pero no termina de encontrar la resolución al dilema. Si privilegia la "mano dura" que propugnan figuras como Berni, arriesga que la violencia se descontrole, además de provocar una ruptura con organizaciones sociales y pagar un alto costo político.

Si, en cambio, prioriza la aceptación de la emergencia social y plantea una transición hasta poder dar una respuesta al problema habitacional, corre el riesgo de generar un efecto contagio en todo el país, de que las tomas se eternicen y de crear una resistencia de la clase media asustada por la falta de defensa a la propiedad privada.

Puede haber caminos intermedios, como la expropiación de terrenos e indemnización a los propietarios, así como los programas de empleo cooperativo en el que la gente construya sus propias viviendas bajo supervisión y financiamiento estatal...

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https://www.iprofesional.com/politica/322889-tomas-de-tierras-que-hara-alberto-ante-el-dilema-de-reprimir

HURTO?, DELITO?..... CLARO QUE SI....Tensión entre propiedad privada y crisis habitacional: tomas de tierras en Argentina

 Diversas usurpaciones de terrenos baldíos en los márgenes del conurbano de Buenos Aires se volvieron de público escrutinio y dividieron las aguas entre la sociedad. Las familias asentadas resisten el embate del frío, la miseria y el prejuicio, a la espera de una posible evacuación.

La crisis económica en la que está inmersa Argentina, donde casi la mitad de la población vive debajo de la línea de pobreza, se profundizó por la pandemia de COVID-19 y las estrictas restricciones a las actividades laborales, sobre todo entre los sectores más vulnerables, ocupados principalmente en oficios de la economía informal y popular

esde mediados de año, el conurbano bonaerense, donde vive poco menos de un tercio de la población y donde se concentra más del 60% de los pobres del país, se transformó en el epicentro de un muy complejo fenómeno que no es nuevo, la toma de descampados en los márgenes de área metropolitana, una de las formas orgánicas —aunque cuestionadas— en las que cada tanto se extiende la civilización de periferia.

Visto desde el aire, el límite donde termina la mancha urbana es una línea imaginaria. De un lado, las humildes casas bajas de material del Barrio Numancia, Guernica, partido de Presidente Perón, a 40 km de la capital argentina. Del otro, un predio de 100 hectáreas donde hoy están instaladas en precarias casillas de madera, metal y plástico alrededor de 2.500 familias con más de 3.000 niños, en lo que es ahora un nuevo barrio, también imaginario.

"Antes de la pandemia yo estaba bien económicamente pero dejé de tener ingresos desde el día cero porque soy pintor y trabajo no te dan. Pago 5.000 pesos [70 dólares] al mes por un alquiler de una pieza con baño, el dueño no perdonó ni un mes. Este mes lo pagué vendiendo muebles que me compré con esfuerzo", contó a Sputnik Gonzalo, un joven que está durmiendo desde hace más de un mes en una carpa en una de las parcelas, delimitadas con hilos.

Cristian y Verónica, junto a su hija, son una de las familias instaladas
© SPUTNIK / FRANCISCO LUCOTTI
Cristian y Verónica, junto a su hija, son una de las familias instaladas

La misma imagen se extiende hasta donde llega la vista en el llano. El terreno se encuentra ahora loteado, calles incluidas, siguiendo el recorrido del trazado urbano adyacente, y en cada parcela hay familias jóvenes, muchos con hijos pequeños, sin ningún tipo de servicio, dependiendo de las donaciones y el apoyo de algunas organizaciones sociales, presentes en la zona gracias a la proliferación de comedores populares, que ayudan en la resistencia, el orden interno y el diálogo con las autoridades.

"¿Se creen que a la gente le gusta pasar esto con sus hijos? Es la necesidad, está en todos lados, hay gente viviendo en la calle, gente que no pudo seguir pagando el alquiler. Decidimos tomar un pedazo de tierra y luchar para ver si podemos conseguir esto antes de ir a vivir abajo de un puente", dijo a Sputnik Verónica, junto a su pareja, Cristian, albañil, quien no pudo volver a trabajar desde que comenzó la pandemia.
Se trata de un predio de 100 hectáreas que comenzó a ser ocupado el 20 de julio
© SPUTNIK / FRANCISCO LUCOTTI
Se trata de un predio de 100 hectáreas que comenzó a ser ocupado el 20 de julio

La toma no pasó inadvertida. Los últimos días de julio, individuos montados y armadostomaron.....

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https://mundo.sputniknews.com/america-latina/202009081092692546-tension-entre-propiedad-privada-y-crisis-habitacional-tomas-de-tierras-en-argentina/ 

 



El ministro bonaerense se refirió al crimen del policía y dijo que "la gente que discute" la utilización de esas armas eléctricas "no está en la calle".

 El ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, volvió a marcar sus diferencias con Sabina Frederic y reclamó la utilización de las pistolas Taser, que la ministra nacional derogó en diciembre de 2019.


El funcion


ario bonaerense aseguró que las pistolas Taser son "fundamental" para situaciones como las que se produjeron el pasado lunes y que derivaron en el apuñalamiento de un efectivo de la Policía Federal en el barrio porteño de Palermo, ante lo cual remarcó que "la gente que discute" la utilización de ese tipo de armas eléctricas "no está en la calle".

"Lo que pasó ayer vale la revisión de ciertas cuestiones ideológicas que no valoran la vida de la yuta y tienen a la policía como moneda de cambio", sostuvo el funcionario provincial.

 https://www.letrap.com.ar/nota/2020-9-29-11-53-0-mas-diferencias-entre-berni-y-frederic-pidio-las-taser-que-la-ministra-prohibio

Violencia: en la Argentina se denunciaron 1291 robos por día durante 2019

 El delito parece no tener freno. Y las estadísticas los reflejan. En la Argentina, en 2019, hubo 1291 robos cada 24 horas. Es decir que cada 54 personas fueron víctimas de delincuentes cada hora. Así surge de los datos oficiales del Ministerio de Seguridad de la Nación.



La ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, por medio de una videoconferencia, presentó el informe 2019 del Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC). "Los números son más que datos. Detrás de las cifras hay personas con historias de victimización", sostuvo la funcionaria nacional en el momento de presentar las estadísticas oficiales.

"Uno de los principales objetivos de la gestión de Frederic es contar con herramientas estadísticas que permitan optimizar los recursos y articular políticas de seguridad más eficientes", sostuvieron a LA NACIÓN fuentes del Ministerio de Seguridad de la Nación.

Según el informe del SNIC, el año pasado hubo en la Argentina 1.765.932 hechos delictivos, lo que representa un aumento del 12,6% respecto de 2018.

"Tras el descenso verificado en 2016 y 2017, los dos últimos años fueron de aumento de los presuntos delitos denunciados en todo el país. El mayor incremento interanual de esta serie se dio entre 2018 y 2019", se explicó en el informe donde se presentaron los números del SNIC. Los 1.765.932 hechos delictivos significan 3929,6 casos cada 100.000 habitantes...

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https://www.lanacion.com.ar/seguridad/estadisticas-criminales-nid2437894



El conurbano, al rojo vivo por la inseguridad: las zonas más complicadas y los delitos que aumentaron

 Las escenas de las últimas dos semanas aún se repiten una y otra vez. Un hombre de 37 años murió cuando el auto en el que viajaba fue embestido por otro vehículo, cuyo conductor venía persiguiendo a alta velocidad y en contramano a un motochorro que acababa de robarle su celular en la localidad bonaerense de Gerli. El robo había comenzado en Lanús. Un joven que trabajaba como repartidor de productos comercializados por una plataforma de compra-venta fue asesinado de dos balazos cuando se resistió al robo de su camioneta en Adrogué. Una mujer y su hijo de 6 años fueron asaltados por dos delincuentes que los abordaron cuando salían en auto de su casa de Almirante Brown. Después de arrojar a la madre al suelo, y provocarle fracturas, escaparon en su vehículo con el niño a bordo, a quien tiraron al asfalto a unos 200 metros. Un jubilado de 81 años mató a un ladrón de un tiro en la cabeza cuando este ingresó a su casa de Mar del Plata para robarle. Otro adulto mayor, de 71 años, en la localidad de Quílmes, asesinó de dos balazos a otro delincuente al perseguirlo después de ser golpeado y torturado. Estos casos de violencia extrema quedaron expuestos ante la opinión pública. Pero no son los únicos delitos que afectan a los ciudadanos.



Los números provisorios a nivel país, según los datos que todos los meses aportan los ministerios de Seguridad de las provincias, precisan que si se compara el período enero/mayo 2020 con el de 2019, hubo un 26% menos de robos y robos agravados y un 5% menos de homicidios. Pero si esas cifras se las separa mes a mes, desde abril, fecha en que comenzó a relajarse la cuarentena estricta, se observa una suba.

En mayo los números tendían a igualarse y todo hace prever que a partir de junio los delitos se asemejen a igual mes de 2019 o comiencen a aumentar. Si bien ya está dicho, es deseable recordar que durante el aislamiento estricto aumentaron las estafas virtuales, el robo de datos también, conocido como phishing, el cibercrimen en general; los femicidios, los homicidios intrafamiliares y los robos a los repartidores que entregaban desde alimentos hasta electrodomésticos y ropa a domicilio...

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https://www.infobae.com/politica/2020/08/02/el-conurbano-al-rojo-vivo-por-la-inseguridad-las-zonas-mas-complicadas-y-los-delitos-que-aumentaron/


QUÉ PIENSAN LOS ARGENTINOS DE LA INSEGURIDAD

 La percepción es la dimensión subjetiva de la inseguridad, y se distingue de la dimensión objetiva constituida por los hechos concretos de violencia y los delitos. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) diferencia entre inseguridad objetiva y subjetiva. La primera refiere a los niveles reales y objetivos de inseguridad, medida en términos de probabilidad de victimización, y refleja el grado de seguridad o de inseguridad; mientras que la segunda es la estimación que cada quien hace sobre el grado de riesgo al que está expuesto. La percepción de inseguridad es una construcción social basada en la evaluación por parte de los ciudadanos de las condiciones de seguridad o inseguridad de su entorno. Su estudio es particularmente importante ya que condiciona la calidad de vida de los ciudadanos, generando, por ejemplo, conductas de autoprotección, como adoptar medidas de seguridad en el hogar o cambios de hábitos en relación a las actividades cotidianas.

Muchas personas viven con miedo a ser robadas o asaltadas; no sólo por el hecho de la pérdida patrimonial como por resultar lesionadas o aún muertas como consecuencia de una acto violento o delictivo. Temen por ellas mismas y por sus familias o allegados, y toman medidas o cambian de hábitos de modo de sentirse más seguras, limitando incluso el pleno ejercicio de sus derechos.

La Iniciativa para la encuesta de victimización delictiva en Latinoamérica y el Caribe (VICLAC) define a la percepción de seguridad como “la proporción de personas que experimentan una sensación de inseguridad de acuerdo a su apreciación subjetiva frente a condiciones de seguridad en su entorno, así como la vulnerabilidad que percibe de ser víctima del delito, enmarcado en su contexto de vida”.



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http://www.seguridadciudadana.org.ar/recursos/articulos/que-piensan-los-argentinos-de-la-inseguridad



Policía y procedimientos masivos en sectores sociales y urbanos excluidos

Mediante la distribución y concentración espacial de recursos y acciones violentas, la policía reproduce cíclicamente un orden social desigual. Mientras se hacen visibles ciertos comportamientos que asocian el delito a los sectores más vulnerables, se invisibiliza la existencia de otros delitos, vinculados a sectores poderosos y con consecuencias sociales y económicas graves.



 Si emprendemos una lectura rápida de los medios gráficos más significativos de la ciudad de Santa Fe nos toparemos cíclica y regularmente con titulares y contenidos periodísticos como los siguientes:

  • * “Detenciones y secuestros en un megaoperativo policial. Hubo 41 personas detenidas; y se secuestraron motos, autos y un camión. El operativo duró aproximadamente seis horas y demandó unos 300 efectivos y 60 móviles policiales. Consultados por los medios, funcionarios policiales y judiciales calificaron al operativo como ‘positivo’, ya que consideraron que ‘es una forma de paliar la tremenda inseguridad’ que se vive en la ciudad capital. Además, se abonó la idea de que existen bandas foráneas que encuentran ‘apoyo logístico en la zona precarias’” (El Litoral, 10/2/2009).
  • * “Megaoperativo en Los Hornos y Villa Elsa. Unos 250 policías, junto al juez de instrucción José M. García Porta, concretaron hoy un megaoperativo en los barrios de Los Hornos y Villa Elsa. Con las primeras luces del día se produjo el ‘desembarco’ de los uniformados, los que contaron con el apoyo de unos 50 vehículos (…) Funcionarios judiciales y policiales afirmaron que los asentamientos precarios y las villas instaladas en nuestra ciudad favorecen la comisión de delitos y son el escondite fundamental y más seguro para los delincuentes y asesinos” (El Litoral, 1/10/2009).
  • * “Batalla al delito. Megaoperativo policial en barrios. Se realizó en Pompeya, San José y Villa Hipódromo. Se secuestraron unas 50 motos. Además unas 70 personas fueron trasladadas a sede policial” (El Litoral, 24/4/2013).
  • * “Realizaron megaoperativo policial en barrios santafesinos. El operativo se realizó en barrio Sargento Cabral y La Lona. El comisario Córdoba, a cargo del operativo, confirmó que se secuestraron 11 motovehículos y hay 8 demorados” (Uno Santa Fe, 28/6/2013).
  • * “Megaoperativo policial: 120 traslados y 41 motos secuestradas. Buscan prevenir delitos y brindar seguridad a la población. Abarcó los barrios Centenario, Varadero, Sarsotti, FoNaVi, San Jerónimo, Chalet, San Lorenzo, Santa Rosa de Lima, Villa Oculta, Roma, Vecinal Mariano Comas y Candioti Norte” (DERF Agencia Federal de Noticias, 2/5/2013).
  • * “Megaoperativo de Prevención del Delito y Seguridad Ciudadana: se realizó en los barrios Yapeyú, Cabaña Leiva, El Abasto, Estanislao López y Nuevo Horizonte. Como resultado del mismo, se trasladó preventivamente a 51 personas entre mayores y menores, se secuestraron 21 motocicletas (…) Cabe aclarar que estos operativos se realizan en forma aleatoria y sorpresiva con la finalidad de contribuir a la prevención del delito en distintos barrios del Departamento La Capital” (Uno Santa Fe, 14/5/2013).
  • * “Megaoperativo en seis barrios de la ciudad. Arrestaron preventivamente a 32 varones mayores y detuvieron a un menor. Secuestraron motocicletas y bicicletas e involucró a cuatro populosas barriadas santafesinas (…) fueron concretados nuevos operativos policiales de saturación, chequeos selectivos de personas y de vehículos en el marco de procedimientos policiales de prevención activa” (El Litoral, 29/5/2013).
  • * “Desembarco en el Oeste. Esta mañana se realizó un megaoperativo en barrio Santa Rosa de Lima. Más de 250 policías participaron del procedimiento, que hasta contó con apoyo aéreo” (El Litoral, 12/4/2014).
  • * “Lo que se hizo fue marcar la cancha. El ministro de Seguridad se refirió al megaoperativo antidrogas realizado ayer en distintos puntos de la ciudad con la inédita intervención de dos mil agentes de Gendarmería y Prefectura Naval” (La Capital, 10/4/2014).

Estas noticias vienen acompañadas con fotografías que ilustran cada uno de los operativos donde el patrón común que nos devuelven estas imágenes es el de funcionarios policiales desplegando intervenciones violentas a través de la exhibición de armas, pertrechos, rostros cubiertos, móviles acorazados, calles de tierra, viviendas precarias, jóvenes esposados y vecinos asistiendo al despliegue policial con miradas expectantes o dislocadas. Toda una suerte de teatralización bélica, una operativización de lógicas de desembarcos y ocupaciones territoriales.

Una pregunta subsecuente sería: ¿por qué la policía despliega esta modalidad de intervención y en estos sectores sociales y urbanos? Por supuesto que una respuesta seria y rigurosa a dicho interrogante, que interpele al sentido común, requiere una argumentación densa y compleja que excedería ciertamente la extensión de este ensayo. Sin embargo y en consideración del nudo temático del presente número, podemos avanzar en el planteamiento de un tipo de respuesta que inscriba estas intervenciones policiales al interior de una serie más amplia de estrategias de reproducción del orden social.

Desde el campo de los llamados “estudios sociales de la policía” se ha ido generando una serie de herramientas para abordar analíticamente a las instituciones policiales, entre las cuales nos interesa rescatar dos muy significativas para responder al interrogante inicial. La primera de ellas permite ubicar a las instituciones policiales como uno de los dispositivos clave en el desarrollo de procesos de reproducción del orden social. Como es sabido, históricamente tanto actores políticos como funcionarios policiales han proclamado formal y discursivamente que la prevención del delito es la función más importante que cumplen estas organizaciones. Alimentados por estas acciones y en consonancia con los medios masivos de comunicación, sectores preponderantes de la opinión pública y del sentido común equiparan, recortan y asocian el trabajo policial con la “lucha contra el delito”. Uno de los efectos más importantes de este proceso será el despliegue de acciones policiales concretas a los fines de demostrar eficacia y eficiencia en el logro de este objetivo....

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https://www.vocesenelfenix.com/content/polic%C3%ADa-y-procedimientos-masivos-en-sectores-sociales-y-urbanos-excluidos

La “resocialización” carcelaria. Su permanencia y sus cambios

 A lo largo de su historia, las cárceles se han convertido en espacios de segregación social y reproducción de la delincuencia. Si bien en la Argentina no hay estudios que aborden qué mutaciones existieron en el tratamiento de los detenidos a lo largo del siglo XX, es necesario problematizar la emergencia, las continuidades y rupturas del ideal “resocializador”.



Hablar de un declive del ideal resocializador en nuestro país nos presenta un problema insoslayable. No hay estudios sistemáticos en la Argentina que aborden qué mutaciones existieron –si es que existieron– en materia de tratamiento de los detenidos a lo largo del siglo XX. Es decir, que aborden la racionalidad política y las tecnologías de gobierno puestas en juego alrededor de este objeto. No sabemos si fue representativo ni importante en el pasado el trabajo de criminólogos, psicólogos y del resto de profesionales que se dan a la tarea de “resocializar” a los presos. Los análisis que toman al campo penitenciario argentino como objeto focalizan en los últimos años del siglo XIX y en los comienzos del siglo XX con la irrupción del pensamiento positivista como clave de intervención sobre los sectores etiquetados como peligrosos.

Los análisis que toman al campo penitenciario argentino se remontan al año 1907, cuando se creó el primer Instituto de Criminología dirigido por José Ingenieros dentro de la Penitenciaría Nacional, cuyo director era por aquel entonces Antonio Ballvé. Fue entonces cuando la penitenciaría modelo se transformó en un gran laboratorio humano –o al menos un gran laboratorio de las clases bajas, dado que quienes la poblaban pertenecían a este sector–. Precisamente, una evidencia de esta articulación entre criminología y prisión es que en nuestro país, a diferencia de otros, la criminología fue integrada al diseño institucional de la administración de castigos. Ahora bien, como ya indicamos, son pocas las investigaciones que se preocuparon por ver qué continuidades e interrupciones se dieron a lo largo de la historia en lo que al discurso resocializador respecta. Así como también, cómo se vincularon dos discursos distintos como el del “penitenciarismo”, que sin apoyarse en saberes científicos que lo avalaran, veía en el trabajo y la religión herramientas de transformación válidas para todos los hombres, y el positivismo criminológico, que desde el saber científico postulaba que no todos los hombres eran pasibles de ser corregidos. Asimismo, si bien para los positivistas argentinos el trabajo era una herramienta (entre otras) de transformación, la religión no ocupaba un lugar de referencia.

A partir de aquí, sólo contamos con algunos elementos que nos brinda Lila Caimari respecto del campo penitenciario durante el primer peronismo. Según la historiadora, un hito en el derrotero del sistema penitenciario de nuestro país viene de la mano de Roberto Pettinato, quien fue jefe del Servicio Penitenciario Nacional durante el primer mandato de Juan Domingo Perón. Según Caimari, la gestión de Pettinato llevó a cabo una serie de reformas decididas y sostenidas desde una voluntad política sin precedentes en esta materia. Y si bien los pilares del sistema penal no fueron modificados, se dio un giro en la forma de presentar al delincuente.

En efecto, se transmutó al preso en víctima, y a la sociedad preperonista (con sus jerarquías y desigualdades) en victimaria al dejar a una parte de sus miembros desamparados y desesperados al punto de tener que transgredir la ley para poder sobrevivir. En ese sentido, los derechos de los presos pasaron a ocupar un lugar central en la administración del castigo. Símbolo de ello fue en 1947 el desmantelamiento por decreto del penal de Ushuaia.

No obstante estos avances, insistimos en la falta de análisis sistemáticos que nos permitan, así como Garland lo hace para el campo del control del delito y la justicia penal en Estados Unidos e Inglaterra, indicar confluencias, superposiciones entre distintas racionalidades políticas y tecnologías de gobierno en esta área. Poco sabemos de cómo influyeron las sucesivas dictaduras militares en el campo penitenciario, cómo se desempeñaron los profesionales de la resocialización durante los sucesivos gobiernos de facto, y si hubo o no cambios en materia de tratamiento penitenciario con el advenimiento de la democracia en el año 1983.

A modo de conclusión

Consideramos que se debe problematizar la emergencia, las continuidades y rupturas del ideal “resocializador” en la Argentina. El concepto de “problematización”, tal como propone Foucault, refiere a la manera en que se conforma cierta experiencia como objeto de reflexión y pensamiento, es por eso necesario realizar en futuras investigaciones la genealogía de la emergencia de esta experiencia en nuestro país.

Es por ello que pensamos que no se puede afirmar ni la persistencia ni el declive de la idea de “resocialización”, puesto que no hay investigaciones que nos muestren cuál fue su impacto en el pasado reciente. En tal caso será necesario analizar los distintos sentidos que el significante “resocialización” tuvo a lo largo del tiempo y cuáles fueron sus puntos de apoyo.

Poder abonar al conocimiento de estas prácticas de intervención implica conocer nuestro pasado reciente y ubicarnos respecto de ciertas discusiones que se dan en materia de tratamiento carcelario y posicionarnos de forma fundada respecto de los debates que en el área se suscitan.

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https://www.vocesenelfenix.com/content/la-%E2%80%9Cresocializaci%C3%B3n%E2%80%9D-carcelaria-su-permanencia-y-sus-cambios


¿De qué se habla y qué se calla cuando se habla de inseguridad?

 El discurso hegemónico sobre la inseguridad en nuestro país vincula directamente a esta con el delito callejero y la pobreza, dejando de lado la delincuencia de los sectores poderosos. Esto no hace más que naturalizar la desigualdad, fragmentación y sobrevulneración de los sectores más empobrecidos. Es hora de un cambio radical en estas concepciones.

En los últimos quince años se ha consolidado en la Argentina una tendencia que construye progresivamente a la problemática de la (in)seguridad como núcleo de la tensión constante de la cuestión social. La “inseguridad” se ha venido constituyendo en el nombre de la fractura social. Pero, inmediatamente, debemos decir que no podemos aceptar acríticamente este nombre sin antes preguntarnos cómo está construido. ¿De qué se trata esta inseguridad? ¿Cómo se vincula esta (in)seguridad con las (des)protecciones? ¿Qué relación tiene esta inseguridad con el modo en que se administran las desigualdades en este orden social?

Podemos pensar que existen dos tipos de protecciones: por un lado, las protecciones civiles que garantizan las libertades fundamentales y la seguridad de los bienes y de las personas en el marco de un Estado de derecho y, por otro lado, las protecciones sociales que cubren los riesgos capaces de producir una degradación de las condiciones de vida de los individuos (enfermedades, accidentes, vejez empobrecida, etc.). En la Argentina, en los últimos quince años el tema de la inseguridad ha adquirido relevancia política, mediática y social. En efecto, se trata de una particular construcción del tema como problema definido muy vagamente en relación con el delito callejero y con la protección de ciertos bienes y algunos grupos sociales en el espacio urbano. A pesar de esta borrosa definición, la construcción se asienta, prácticamente sin excepción, sobre el férreo vínculo entre delitos callejeros y pobreza. En este sentido, la forma en que se ha instalado la inseguridad en el último tiempo es producto de una construcción sociopolítica que excluye muchos otros sentidos posibles en torno a lo que podría contemplar la protección y la seguridad. De hecho, en el discurso hegemónico de la inseguridad podemos observar dos movimientos: en primer lugar, la seguridad queda circunscripta a la esfera de las protecciones civiles, desinteresándose así de las protecciones sociales y, en segundo lugar, se muestran como amenazas a la seguridad solamente a los delitos de los sectores socialmente más vulnerables [delitos de los pobres], silenciando así el daño social –evidentemente mayor– que producen los delitos de los sectores poderosos.

La inseguridad social hace de la existencia de los individuos un combate por la supervivencia librado en el día a día y cuyo resultado es siempre y renovadamente incierto para los desprotegidos. El trabajo precario, la posibilidad de perderlo en cualquier momento, el futuro de una vejez en la pobreza, la posibilidad de no poder garantizar el sustento familiar en caso de un accidente o enfermedad, la imposibilidad de programar el futuro dada la incertidumbre que traen ingresos monetarios irregulares, la sensación de desamparo que embarga a las mujeres embarazadas frente a la posibilidad de no poder volver al mercado laboral: todo esto, aun cuando pone en escena la vulnerabilidad de los individuos, no forma parte del discurso de la inseguridad. Por ejemplo, no forma parte de las noticias de inseguridad, no forma parte de las agendas de las organizaciones de la sociedad civil dedicadas a combatir la inseguridad, no forma parte de los discursos de campaña sobre la inseguridad, etcétera.

A mediados del siglo XX, muchas sociedades capitalistas occidentales –entre ellas, la argentina– lograron vencer la inseguridad social asegurando la protección social de casi todos sus miembros construyendo un nuevo tipo de propiedad concebida y puesta en marcha para asegurar la rehabilitación de los no propietarios: la propiedad social. La propiedad social, a la cual se accedía a partir de la condición de trabajador, representó un equivalente de la propiedad privada, una propiedad para la seguridad puesta a disposición de aquellos que estaban excluidos de las protecciones que procuraba la propiedad privada. La solución que brindaba el Estado de Bienestar, la propiedad social, no eliminó las desigualdades sociales ni suprimió o repartió la propiedad privada pero logró ser fuertemente protectora. Y esto se logró esencialmente a partir de la inscripción de los individuos en colectivos protectores, como las convenciones colectivas de trabajo, donde ya no es el individuo aislado quien contrata sino que se apoya en un conjunto de reglas que han sido anterior y colectivamente negociadas, y que son la expresión de un compromiso entre organizaciones sociales representativas colectivamente constituidas.

Ahora bien, lo que resulta paradójico es que si bien el “nacimiento” del discurso de la inseguridad, a mediados de la década de 1990, coincidió con el momento en donde las protecciones sociales se encontraban en pleno proceso de desmantelamiento, no es la preocupación por la desprotección social la que hegemoniza este nuevo discurso; por el contrario, la retórica de la inseguridad civil desplaza a la retórica de la inseguridad social.

La preocupación no pasaba por cómo garantizar seguridades sociales sino qué hacer con los efectos del proceso de cancelación de las protecciones, en otras palabras, qué hacer con los pobres, cómo gestionar la pobreza. De este modo, la pobreza aparece como bisagra que articula las dos inseguridades: es producto de las desprotecciones sociales pero es invisibilizada en el discurso hegemónico y resituada como amenaza de las protecciones civiles. Así, la pobreza más que sólo un problema a ser solucionado es un soporte sobre el cual se apoyan y despliegan una multiplicidad de modalidades de intervención y de relaciones de poder.

El segundo movimiento de esta construcción hegemónica de la inseguridad es que se muestran como amenazas a la seguridad solamente a los delitos y, casi exclusivamente, los delitos de los sectores socialmente más vulnerables –delitos de los pobres–, silenciando así el daño social –evidentemente mayor– que producen los delitos de los sectores poderosos.

En la medida en que la inseguridad aparece reducida al delito, se dejan por fuera otras inseguridades. Como ya mencionamos, quedan por fuera las inseguridades sociales: la desprotección por falta de estabilidad laboral, por escasez de ingresos, por ausencia de cobertura de salud, por desprotección en etapas vitales donde resulta imposible o muy perjudicial la inserción en el mercado de trabajo como: la vejez, la niñez, el embarazo, el puerperio, etc. Pero también quedan por fuera de la construcción hegemónica de la inseguridad otras “inseguridades” como las ocasionadas por el deterioro del hábitat y del medioambiente, las originadas en la desigualdad de género o de orientación sexual, las inseguridades producidas por los siniestros de tránsito, las inseguridades producidas ante la eventualidad de una catástrofe natural como terremotos, tornados, etcétera.

Ahora bien, cuando en esos discursos hegemónicos se construye la inseguridad exclusivamente como un problema de delito o delitos opera una nueva reducción. El principal delito que se toma en consideración es el delito contra la propiedad, fundamentalmente, los delitos producidos por las clases sociales más desfavorecidas, lo que invisibiliza otras prácticas delictivas, como aquellas producidas por los sectores más poderosos (por ejemplo, desfalcos, fraudes contra la administración pública, etc.), así como los delitos y la violencia de las fuerzas de seguridad.

En este punto, es importante retomar la diferencia entre “ilegalismos” y delitos. El concepto de “ilegalismos” remite a las prácticas sociales desviadas de las normas legales pero no necesariamente perseguidas por el sistema penal. En este sentido, este concepto desborda la oposición normativa legal-ilegal. En la concepción de Michel Foucault, los ilegalismos son múltiples, cotidianos, intersticiales, diversos: hay ilegalismos populares y también ilegalismos de los grupos dominantes. El ilegalismo no es un accidente o una imperfección sino que es producto de la legislación que contempla un espacio protegido y provechoso donde la ley puede ser violada; otros espacios donde puede ser ignorada; otros, finalmente, donde las infracciones son sancionadas. En cambio, la delincuencia es sólo un ilegalismo sometido, un ilegalismo llamativo, marcado, secretamente útil, aislado, que parece resumir simbólicamente todos los demás, pero que permite dejar en la sombra a aquellos que se quieren o que se deben tolerar. Si nos detenemos a analizar quiénes aparecen como los principales causantes de daño social en el discurso de la inseguridad, nunca son los grupos económicos que fugan dinero del sistema financiero para depositarlo en paraísos fiscales, por ejemplo, eso no es inseguridad, al menos para el discurso hegemónico. La penalidad es una administración diferencial de los ilegalismos en función de los intereses de los grupos dominantes.

De este modo, a partir de la diferenciación de los ilegalismos y el aislamiento de la delincuencia, los medios de comunicación, la policía y la cárcel operan sobre los sectores populares y producen constantemente una escisión entre “pobres buenos”, por una parte, y “pobres delincuentes”, por otra parte. De modo análogo, en el discurso de la inseguridad el peligro está asociado con los sectores populares pero esta identificación no es masiva sino que en este discurso se reclama que policía y cárcel marquen la especificidad de esta asociación, es decir que las agencias represivas del sistema penal subrayen la distinción entre “pobres buenos” y “delincuentes” para mantener la hostilidad de los sectores populares contra los delincuentes.---LEER MAS

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