miércoles, 21 de octubre de 2020

La “resocialización” carcelaria. Su permanencia y sus cambios

 A lo largo de su historia, las cárceles se han convertido en espacios de segregación social y reproducción de la delincuencia. Si bien en la Argentina no hay estudios que aborden qué mutaciones existieron en el tratamiento de los detenidos a lo largo del siglo XX, es necesario problematizar la emergencia, las continuidades y rupturas del ideal “resocializador”.



Hablar de un declive del ideal resocializador en nuestro país nos presenta un problema insoslayable. No hay estudios sistemáticos en la Argentina que aborden qué mutaciones existieron –si es que existieron– en materia de tratamiento de los detenidos a lo largo del siglo XX. Es decir, que aborden la racionalidad política y las tecnologías de gobierno puestas en juego alrededor de este objeto. No sabemos si fue representativo ni importante en el pasado el trabajo de criminólogos, psicólogos y del resto de profesionales que se dan a la tarea de “resocializar” a los presos. Los análisis que toman al campo penitenciario argentino como objeto focalizan en los últimos años del siglo XIX y en los comienzos del siglo XX con la irrupción del pensamiento positivista como clave de intervención sobre los sectores etiquetados como peligrosos.

Los análisis que toman al campo penitenciario argentino se remontan al año 1907, cuando se creó el primer Instituto de Criminología dirigido por José Ingenieros dentro de la Penitenciaría Nacional, cuyo director era por aquel entonces Antonio Ballvé. Fue entonces cuando la penitenciaría modelo se transformó en un gran laboratorio humano –o al menos un gran laboratorio de las clases bajas, dado que quienes la poblaban pertenecían a este sector–. Precisamente, una evidencia de esta articulación entre criminología y prisión es que en nuestro país, a diferencia de otros, la criminología fue integrada al diseño institucional de la administración de castigos. Ahora bien, como ya indicamos, son pocas las investigaciones que se preocuparon por ver qué continuidades e interrupciones se dieron a lo largo de la historia en lo que al discurso resocializador respecta. Así como también, cómo se vincularon dos discursos distintos como el del “penitenciarismo”, que sin apoyarse en saberes científicos que lo avalaran, veía en el trabajo y la religión herramientas de transformación válidas para todos los hombres, y el positivismo criminológico, que desde el saber científico postulaba que no todos los hombres eran pasibles de ser corregidos. Asimismo, si bien para los positivistas argentinos el trabajo era una herramienta (entre otras) de transformación, la religión no ocupaba un lugar de referencia.

A partir de aquí, sólo contamos con algunos elementos que nos brinda Lila Caimari respecto del campo penitenciario durante el primer peronismo. Según la historiadora, un hito en el derrotero del sistema penitenciario de nuestro país viene de la mano de Roberto Pettinato, quien fue jefe del Servicio Penitenciario Nacional durante el primer mandato de Juan Domingo Perón. Según Caimari, la gestión de Pettinato llevó a cabo una serie de reformas decididas y sostenidas desde una voluntad política sin precedentes en esta materia. Y si bien los pilares del sistema penal no fueron modificados, se dio un giro en la forma de presentar al delincuente.

En efecto, se transmutó al preso en víctima, y a la sociedad preperonista (con sus jerarquías y desigualdades) en victimaria al dejar a una parte de sus miembros desamparados y desesperados al punto de tener que transgredir la ley para poder sobrevivir. En ese sentido, los derechos de los presos pasaron a ocupar un lugar central en la administración del castigo. Símbolo de ello fue en 1947 el desmantelamiento por decreto del penal de Ushuaia.

No obstante estos avances, insistimos en la falta de análisis sistemáticos que nos permitan, así como Garland lo hace para el campo del control del delito y la justicia penal en Estados Unidos e Inglaterra, indicar confluencias, superposiciones entre distintas racionalidades políticas y tecnologías de gobierno en esta área. Poco sabemos de cómo influyeron las sucesivas dictaduras militares en el campo penitenciario, cómo se desempeñaron los profesionales de la resocialización durante los sucesivos gobiernos de facto, y si hubo o no cambios en materia de tratamiento penitenciario con el advenimiento de la democracia en el año 1983.

A modo de conclusión

Consideramos que se debe problematizar la emergencia, las continuidades y rupturas del ideal “resocializador” en la Argentina. El concepto de “problematización”, tal como propone Foucault, refiere a la manera en que se conforma cierta experiencia como objeto de reflexión y pensamiento, es por eso necesario realizar en futuras investigaciones la genealogía de la emergencia de esta experiencia en nuestro país.

Es por ello que pensamos que no se puede afirmar ni la persistencia ni el declive de la idea de “resocialización”, puesto que no hay investigaciones que nos muestren cuál fue su impacto en el pasado reciente. En tal caso será necesario analizar los distintos sentidos que el significante “resocialización” tuvo a lo largo del tiempo y cuáles fueron sus puntos de apoyo.

Poder abonar al conocimiento de estas prácticas de intervención implica conocer nuestro pasado reciente y ubicarnos respecto de ciertas discusiones que se dan en materia de tratamiento carcelario y posicionarnos de forma fundada respecto de los debates que en el área se suscitan.

LLER MAS

https://www.vocesenelfenix.com/content/la-%E2%80%9Cresocializaci%C3%B3n%E2%80%9D-carcelaria-su-permanencia-y-sus-cambios


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