viernes, 29 de agosto de 2014

Removieron a 90 Jefes de la Policía bonaerense

Removieron a 90 Jefes de la Policía bonaerense

La decisión estuvo a cargo del ministro Alejandro Granados y se da en el marco de un "reacomodamiento de la fuerza y modificaciones operativas". La medida alcanzó a los jefes de la Matanza, Morón, La Plata y Lomas de Zamora.

En el marco de un reacomodamento de la fuerza y modificaciones operativas en la seguridad bonaerense el ministro provincial, Alejandro Granados tomó la decisión de apartar a 90 jefes de la policía bonaerense.
Esta medida alcanza a las jefaturas de la fuerza distritales que funcionan en cuidades de más de 70.000 habitantes; Policía Comunal, Comisarías, Departamentales y otras direcciones como Explosivos, Científica o Caballería.

En la Policía Distrital Granados removió a los jefes policiales de los municipios de La Matanza, La Plata, Lomas de Zamora , Morón, San Pedro, Presidente Perón, Moreno, San Nicolás, Bahía Blanca, Pergamino y Chacabuco.

En jurisdicción de la Policía Comunal removieron a los capitanes de las ciudades de Nueve de Julio, General Paz, Salto, Coronel Pringles, Coronel Rosales, General Las Heras, San Antonio de Areco, General Belgrano y Tapalqué.

Además, se cambiaron los responsables de las comisarías 9na. de San Martín, 2da. de Bahía Blanca, 1ra. de San Nicolás, 3ra. y 6ta. de Morón, 5ta. de San Isidro, 5ta. y 7ma. de Almirante Brown, 4ta. de Quilmes y 9na. de La Plata; y los titulares de la Policía BA 2 de San Martín, La Plata y Morón.

Los cambios alcanzan a numerosos distritos y jurisdicciones. En las Jefaturas Departamentales cambió al titular de la dependencia en Chascomús y al subjefe de San Nicolás, mientras que en Almirante Brown, 25 de Mayo, Berisso, Tres Arroyos, Guaminí, Pinamar y Trenque Lauquen movió a jefes de las área Personal, Grupo Apoyo, Secretaría y Judiciales. De la Dirección de Investigación en Función Judicial, Granados relevó a jefes en los distritos de Esteban Echeverría, La Plata, Mercedes y Olavarría, funcionarios que conducían sitios encargados de investigar delitos económicos y sustracción de automotores.

Finalmente, sustituyó a titulares de la División Seguridad Bancaria, de la Planta Verificadora, de la Dirección de Explosivos, la Dirección de Operaciones Científicas, Dirección de Armas, Dirección de Caballería y al jefe de personal de la Superintendencia General de Policía. 
Removieron a 90 Jefes de la Policía bonaerense

jueves, 28 de agosto de 2014

Los peligros de la inseguridad como instrumento político

Antes que todo pongámonos de acuerdo sobre el uso de los términos: hacer de la inseguridad y, por lo tanto, de la violencia un fenómeno urbano, es inscribirla en la metrópolis y hacer de ella una figura actual de la existencia colectiva. Esta figura nos remite a la imagen de una sociedad en la que el respeto por la ley es problemático, en la que el funcionamiento social de la normatividad es vivido de un modo conflictivo, al interior de un miedo social difuso y difícil de calcular.
El objeto de nuestro estudio será analizar aquello que oculta el uso del término inseguridad; aquí no nos apegaremos, entonces, a describir y a sugerir en qué medida la sociedad francesa es o no una sociedad violenta. En primer lugar, porque ello implicaría tener que analizar datos estadísticos, lo que plantearía la cuestión de la pertinencia de los criterios empleados; en segundo lugar, porque sería necesario establecer comparaciones con otras sociedades para poder determinar algo así como un umbral de peligrosidad a partir del cual sería posible hablar de inseguridad. Ahora bien, hay una constatación evidente: sin importar lo que se diga, y sin importar lo que sientan los franceses, la sociedad francesa es una de las más seguras del planeta, sobre todo si se la compara con otras regiones del mundo donde la violencia urbana y la inseguridad constituyen el pan de cada día. Sin embargo, es importante hacer desde ya una nueva constatación: que la inseguridad sea real o no, ello no cambia el hecho de que es así como la sociedad francesa se percibe a sí misma. Dada la importancia que el tema de la inseguridad puede tomar en la política, como fue el caso de las elecciones presidenciales del 2002, en este texto nos detendremos en esa percepción de inseguridad de la sociedad francesa.
Lo que nos interesará aquí será entonces el discurso de la inseguridad como discurso social. Procuraremos analizarlo en cuanto discurso que la sociedad francesa hace sobre ella misma, y para ello, lo trataremos como un signo, el de la elaboración de un tipo de discurso sobre la violencia el cual nos dará algunas indicaciones sobre el modo en que se percibe la sociedad, y sobre el modo en que la sociedad concibe la violencia que la habita.

1. De la noción de violencia urbana a la noción de inseguridad

Analicemos entonces, en un primer momento, el discurso en sí mismo. Si el éxito del término inseguridad es bastante reciente en Francia, es porque la realidad que éste tiende a incluir se ha extendido, pero sobre todo, porque el uso del término mismo ha manifestado un cambio de sentido. Hemos pasado del uso del término general “violencia urbana” a un uso más global y más borroso de “inseguridad”. ¿Qué significa dicho cambio? Para tratar de contestar a esta pregunta vamos a comenzar por ver a qué remite la noción de violencia urbana, con el fin de poder compararla más tarde con la de inseguridad. Ello nos permitirá, por otra parte, sin entrar en el debate acerca de la realidad de la inseguridad, ver un poco más de cerca a qué tipo de hechos ésta última nos remite.
A finales de los años 70 y principios de los 80, los problemas relacionados con un cierto género de violencia invadieron los medios, y, del mismo modo, el debate público francés. La violencia urbana, identificada como violencia de los jóvenes, tomó el espacio del imaginario colectivo a partir de la importancia que le dio la prensa, a principios de los años 80, a los “acontecimientos de las Minguettes”, barrio de Vénissieux situado en los suburbios de Lyon[1]. Toda la prensa cubrió entonces aquello que ella misma llamó un “acontecimiento”, y, de paso, atrajo la atención general sobre los suburbios y sus problemas. Francia descubre de este modo el deplorable estado de algunos barrios de sus suburbios, así como la degradación de los edificios, y de paso el problema de una nueva categoría de habitantes, los “beurs” cuyo perfil es esbozado someramente (jóvenes de origen magrebí, en situación de fracaso escolar, sin calificación profesional, sin trabajo y que pasan todo el día “vagando” en los pasillos de edificios en ruina).
A principios de los años 90 la prensa cubre los “motines” de las cités de Vaulx-en-Velin, comuna de los suburbios de Lyón, de Sartrouville y de Mantes-la-Jolie, así como las manifestaciones de los liceos de noviembre del 90 y de sus “saboteadores”. Progresivamente el tema se banaliza y los diarios retoman esporádicamente la cobertura de algunos hechos, produciendo así figuras híbridas en las que se mezclan los suburbios, los fenómenos de pandillas, la droga y la delincuencia, para llegar a construir una imagen del suburbio edificada sobre el modelo de los ghettos norteamericanos. Esta imagen denuncia ciertos grandes problemas sociales, que ya estaban mediáticamente constituidos —como el desempleo, las pandillas, la inseguridad, Le Pen[2] y el ascenso del racismo, el integrismo, y la influencia de la arquitectura deprimente— para explicar el acontecimiento.
En efecto, los periodistas sólo retuvieron los actos de violencia más espectaculares y, por lo tanto, los más excepcionales. El vocabulario[3](que va desde el “motín” hasta el “crimen racista” pasando por el  “mal de los suburbios”, las “citésdormitorios”, los “ghettos” en donde viven los inmigrantes de origen magrebí en “mal de integración”, los “saboteadores”, la “inseguridad”, hasta la “delincuencia”, los “dealers”, los “salvajes”) no hizo más que dar una imagen satanizada del tema.
Ya sea que los autores de estos hechos sean presentados como víctimas o como criminales, todo ese vocabulario es muestra de una misma postura en relación al sujeto que trata la violencia como un hecho espectacular, para hacer de ella un problema propio del suburbio a partir de una temática de la violencia cuyos cuadros conceptuales están predefinidos. Ello por el hecho de poner en escena los grandes temas mediáticamente preestablecidos (como la inseguridad, el desempleo, la droga, el racismo, etc.) De este modo, al banalizar la violencia a través de una serie de imágenes trilladas y de temas shock, la prensa contribuye a enmascarar la especificidad del problema, encasillándolo en una enunciación prefigurada. Así, el problema es definido como propio del suburbio y de sus habitantes, y no como propio del “paisaje francés” en general.
Es posible entonces analizar el discurso de la prensa como una especie de discurso-pantalla, que proyecta sobre el tema toda una serie de nociones que, mientras reproduce en la escena mediática la realidad de cierta violencia, contribuye a enmascararla, por el mismo hecho que la presenta con toda claridad como un espectáculo. La prensa produce, entonces, un efecto de velo sobre violencias más cotidianas y tal vez también más simbólicas, de donde emergen los “acontecimientos” violentos, y participa de alguna manera en la elaboración de un discurso sobre la violencia que no se toma el tiempo de una reflexión sobre la naturaleza, la función y el valor de la violencia misma. Se trata, esencialmente, de un discurso sobre la violencia del “otro”, de ese otro que es para Francia el habitante del suburbio.
La prensa desempeña, entonces, un papel doble: al mismo tiempo que tiende a imponer un discurso público sobre los “malestares sociales”, conduce al Estado a imponer toda una serie de medidas que respondan al problema que ella enuncia[4]. También da impulso a toda una producción que va desde “dossiers” publicados por la prensa (sobre “los suburbios”, “los jóvenes”, “los jóvenes inmigrantes en los suburbios”, etc.), hasta todo un florecimiento de investigaciones dirigidas por “especialistas”, ya sean éstos sociólogos, etnosociólogos, psicólogos, especialistas de la educación, de la inmigración, etc. 
Sin embargo, en los últimos años, el problema sobrepasó las fronteras que le estaban asignadas, aquellas de los suburbios y de los barrios “de mala fama”, para invadir, en primer lugar, las escuelas. La percepción de la violencia se deslocaliza: ya no es únicamente el suburbio su única sede, sino la sociedad francesa en su totalidad la que poco a poco es afectada por ella. El término de inseguridad gana así, progresivamente, las primeras páginas de la prensa, sustituyendo de este modo el termino de violencia urbana. En efecto, su éxito se debe, sobre todo, al hecho que éste responde de un mejor modo al problema que lo suscita, en el sentido que ya no se trata de analizar hechos, sino de traducir un sentimiento masivo, el de una inseguridad generalizada y constante. La noción de inseguridad invade entonces el discurso político, hasta llegar a la preponderancia que tuvo en la elecciones presidenciales francesas del 2002.
¿Qué es lo que encubre este cambio? Como lo hemos visto, mientras que el discurso sobre la violencia urbana tendía a relatar acontecimientos precisos que sucedían en lugares concretos, el de la inseguridad tenderá más bien a servirse de análisis generales (como los estadísticos) que presentan un panorama general de Francia, la  clasifican y la catalogan de acuerdo a sus zonas de inseguridad. En la noción de inseguridad son contabilizados los crímenes y los delitos, pero al mismo tiempo son tenidos en cuenta las acciones incívicas, el deterioro de los bienes públicos y privados, las agresiones a los conductores de bus o a las líneas del metro, las infracciones, los robos, los atracos, las violaciones colectivas, las extorciones en la escuela, el vandalismo, los insultos, la violencia en el medio escolar, la violencia contra las mujeres, la violencia contra los niños, contra los viejos, contra todos y contra cualquiera… De este modo, la inseguridad se declina en varios géneros: inseguridad en los buses, inseguridad en el metro, inseguridad en la escuela, inseguridad en los barrios. El discurso de la inseguridad invade poco a poco todos los terrenos de la vida colectiva, se hace omnipresente, y tiende a sustituirse al análisis de la realidad social. La inseguridad se convierte en el clima general de Francia, clima que cualquiera puede leer en todo gesto que sienta hostil en relación a sí mismo o a su ambiente cotidiano.
Ello quiere decir que la inseguridad engloba a la vez hechos y sentimientos. Es jugando, al mismo tiempo, sobre estos dos tableros, que el término adquiere un éxito real, que hace desbordar el debate público y ganar sus títulos de nobleza invadiendo el debate político. Traduciendo a la vez criterios presentados como objetivos y apelando a la vivencia de cada uno, la noción de inseguridad puede, entonces, canalizar todos los miedos ligados a la existencia colectiva. Así, la sociedad francesa se ve a ella misma como in-segura, lo cual, finalmente, puede llevar en sí mismo un peligro.
En efecto, el lazo social definido por la inseguridad puede ser leído como un lazo que refuerza esta misma inseguriad que el discurso quiere denunciar. Los individuos tienen cada vez más miedo de los otros, y tienden a ver, en cualquier situación que contiene algún elemento de conflicto, un suceso que aumenta el clima de inseguridad. Entonces, la realidad termina por tomar la forma que se le quiere dar. El discurso sobre la inseguridad denota entonces, antes que todo, una progresión en la consideración misma del problema al cual remite. Ya no se trata solamente de estigmatizar a una parte de la población, como sacrificada y como depositaria de la violencia, sino de hacer de la violencia el lazo mismo que rige la existencia colectiva. Su denuncia no cambia el hecho que la inseguridad se convierta en la clave de lectura de las relaciones sociales. En efecto, si la violencia es denunciada como aquello que constituye el lazo social, es sólo en la medida en que ésta es pensada en cuanto des-unión. Ella sería el mal contemporáneo de las sociedades ricas. Un mal inexplicable e injustificado, más allá de las explicaciones causales que no resuelven la incomprensión general con respecto a los actos cuya violencia es sentida como fundamenalmente bárbara.
La violencia misma es entonces estigmatizada, sea ésta física, verbal o simbólica. El conflicto tiende a ser entonces a la vez satanizado y mantenido, alimentado por las diversas representaciones de la inseguridad. Ahora bien, el conflicto es punto necesario para la cohesión social, es eso por lo cual los individuos, que no están necesariamente de acuerdo en relación a las razones de ser y los fines de la sociedad, fundan el espacio social, concibiéndose como adversarios en el seno de una misma sociedad. El problema es que el conflicto, necesario y benéfico para el despliegue de un espacio común en el seno de la sociedad democrática —en cuanto espacio de intercambio— es satanizado y rechazado por la lectura que se hace de él en términos de inseguridad. En efecto, el conflicto es vivido como si desbordara los marcos posibles de un intercambio, y únicamente se enfatiza en relación a su expresión violenta. En esa misma medida, cualquier conflicto será leído como violento, haciendo imposible su despliegue benéfico en el seno de la sociedad.
La noción de inseguridad no se refiere a cualquier tipo de violencia. Esta noción trata toda violencia que es padecida, es decir que se enfoca en el punto de vista de la víctima. La violencia, primero expulsada a la periferia como la violencia de esos otros, de esos “salvajes” que son los jóvenes de los suburbios (vistos en la mayoría de los casos como de origen magrebí y africano) vuelve a la escena pública como violencia padecida. La violencia de la inseguridad es una violencia injustificada e injustificable, que puede afectar a todos. Cada quien puede ser la víctima, pero nadie debe ser el autor y, mucho menos, el cómplice. La inseguridad coloca de nuevo la violencia en el escenario social, al mismo tiempo que la desplaza. Si la inseguridad nos habla de violencia, es generalizándola, inyectándola en el corazón mismo de las relaciones sociales, como lo que constituye su posibilidad siempre latente, siempre temible. Así, la inseguridad y la violencia se convierten en el horizonte social de Francia.
En efecto, un enorme cambio de sentido tiene lugar en el paso de la noción de violencia urbana a la noción de inseguridad. Antes que todo, como ya lo hemos visto, la inseguridad tiene en cuenta la experiencia y apela a ella, a lo vivido y, así, al sentimiento de cada individuo. El más pequeño suceso, que antes hubiera podido pasar desapercibido, ahora es sentido vívidamente como algo que hace parte de un fenómeno general. El miedo social se instala, y tiende a acentuar todavía más la inseguridad, en la inmovilidad y la indiferencia que ella suscita. De este modo, el miedo paraliza a los individuos, los cuales, mientras otro es agredido, prefieren apurar el paso o mirar hacia otro lado antes que intervenir o arriesgarse a recibir golpes. Si el egoísmo individual contemporáneo constituye el motor principal de este tipo de reacción, de todos modos hay algo paradójico en ello. Pues la inseguridad es denunciada en cada momento, pero nunca se elabora un discurso que señale la responsabilidad.
Ahora bien, nos parece que este punto es extremadamente importante en la medida en que el individuo emancipado contemporáneo occidental puede ser definido como un individuo débil, miedoso y emocionalmente inestable, que necesita el concurso, la asistencia y la protección del Estado, con el fin de que le sean garantizados sus derechos fundamentales. Pues justamente aquello que define los derechos fundamentales en su implicación en las sociedades liberales, es el derecho a la indiferencia con respecto a los otros. El individuo, cada vez más atrincherado en sí mismo, ya no se interesa por los asuntos públicos y sociales y, para el sostenimiento de su aislamiento, requiere el despliegue de un Estado fuerte.
Así pues, la inseguridad no es cuestionada en ningún momento más allá de la denuncia de sus autores y de sus víctimas. La pasividad de la sociedad de cara a un fenómeno que le concierne y por el cual se siente preocupada (el éxito de la trilla mediática es prueba de ello), no es denunciada en ningún momento, ni siquiera cuestionada. La gente tiene miedo, y tanto más miedo cuanto los medios les repiten a lo largo del día que la inseguridad aumenta e invade poco a poco el centro de las ciudades y el campo.
Esta noción determina y engloba todo lo que la noción de violencia urbana denotaba, puesto que, finalmente, quienes serán denunciados como autores siempre serán los mismos. Pero, al mismo tiempo, desborda considerablemente los cuadros de análisis que habían sido elaborados al respecto, y amplía su punto de vista. Es toda la sociedad la que se ve afectada, y la escuela representa tal vez, en el imaginario colectivo, el lugar más visible. Es en este mismo desplazamiento que el discurso político se precipita, con su cortejo represivo y penal.
2. La inseguridad como discurso político
El tema de la inseguridad coincide con el discurso político clásico, al menos desde la modernidad, en que la seguridad es presentada como el objetivo del contrato social y, por lo tanto, de la vida en sociedad. Es evidentemente el contrato, tal como lo piensa Hobbes y lo expone en el Leviatán, el que constituye el ejemplo característico de este tipo de pensamiento. En este texto se elabora la teoría del contrato social en cuanto pacto político que instaura la sociedad civil, a partir de un pensamiento acerca de la naturaleza humana y la naturaleza de lo político que coinciden y se corresponden mutuamente. Según Hobbes, la asociación de los hombres en el seno del contrato social se elabora con el fin de salir del estado de naturaleza y de la guerra de todos contra todos, que es la condición del hombre en el estado de naturaleza, es decir, con el fin de sustraerse de la inseguridad generalizada en la cual viven los hombres naturalmente cuando ningún poder los gobierna. La instauración de un poder político tiene, entonces, como primer objetivo y como fin último, la seguridad de todos. Ésta constituye incluso el límite del poder soberano tal como Hobbes lo define, pues es únicamente en la medida en que su seguridad les es garantizada, que los sujetos deben obediencia al soberano y a las leyes. Cuando deja de existir la garantía de seguridad, ya nada vincula a los hombres entre ellos ni con respecto al poder político. La seguridad justifica entonces la única violencia tolerada en el marco del contrato social. La violencia es, de esta manera, aquello de lo cual puede servirse el soberano para garantizar la seguridad de todos. Se trata, claro está, de una violencia esencialmente coercitiva, punitiva y represiva.
Hablar de inseguridad significaría entonces despertar el espectro del desmoronamiento de aquello que constituye el lazo social propiamente dicho, de aquello que justifica el contrato social y la vida en común. Si la seguridad es el bien supremo de la existencia colectiva, ponerla en peligro constituye, entonces, el riesgo más importante y más grave que puede correr una sociedad. Hablar de inseguridad y hacer de ella el primer contenido de un discurso político implica poner a la sociedad francesa en una situación bien precisa: aquella en la cual el lazo social está constituido por el deseo de seguridad y bienestar. En efecto, esto corresponde a la realidad, pero sólo de cierto modo. La sociedad francesa, como toda la sociedad occidental, ha llevado el individualismo y el egoísmo hasta un punto bastante avanzado. El lugar que la política ocupa en las vidas individuales se evidencia en la falta de compromiso político. Con el fin de combatir esta indiferencia con respecto a la política, manifestada en los discursos del “todo vale”, se apela a la inseguridad, es decir a una pasión: el miedo.
La inseguridad es entonces un discurso de la pasión presentado bajo una forma racional. Se trata, así, de utilizar el miedo en contra de la falta de compromiso. Pero, ¿es esto realmente eficaz? El primer punto importante que hay que resaltar es que la inseguridad no es un discurso sobre la responsabilidad ni sobre la ley. Es un discurso cuyo resultado es el fortalecimiento penal y represivo. Apelar a la inseguridad es apelar, necesariamente, al despliegue de una violencia legal, la del poder. La inseguridad requiere la amplificación del poder coercitivo, penal y represivo.
En un primer momento, se enuncia públicamente el miedo, enfocándolo en un punto preciso (la inseguridad) y, por lo tanto, se suprimen así todos los otros miedos e inquietudes posibles, es decir, el resto de los malestares políticos. El discurso político de la inseguridad es consecuencia de varios problemas. Primero, se trata de llenar un vacío. En la media en que la falta de compromiso de los individuos de cara a la política es cada vez más evidente, despertar el miedo social es, como se ha dicho, un intento por volver a inyectar pasión en el corazón de la política. La esfera de la política recupera así una pasión que ya circula en la sociedad, y trata de canalizarla, de intensificarla en el reconocimiento y la legitimidad mismos que la política le aporta. Ahora bien, ¿es posible, por esta razón, suponer que la política crea esta pasión en su totalidad? La pregunta es delicada. Si la inseguridad puede ser analizada como un fantasma de las sociedades de abundancia, este fantasma, para ser tal, debe beneficiarse de una base de realidad. El discurso remitiría a la vez a una cierta realidad y a un cierto fantasma social. ¿Qué podemos concluir de este segundo problema?...
http://www.javeriana.edu.co/cuadrantephi/sumario/articulo%20internacional1.htm

miércoles, 27 de agosto de 2014

DEBATES Y MAS DEBATE PERO......

Programa sobre la Inseguridad con expertos en seguridad: Mario Naldi, Miguel Racanelli y Claudio Izaguirre. Narcotráfico, corrupción y pobreza, en Prisma con la conducción de Jorge Victorero.


La propuesta es el tema de inseguridad, si no se reúne todo el espectro político, policías, jueces, abogados, y la comunidad y decimos, a ver, que hacemos. Cuando empezaron los robos – continuó Jorge Victorero – pusimos rejas, nos organizamos con los vecinos, pusimos un sereno, vendrían bien unas cámaras… y no contentos con eso apareció alguien que dijo Botón de pánico porque eso si es seguro! Y siempre volvemos a la viejo, porque el ministro de seguridad en la provincia de Buenos Aires dijo “vamos a implantar los comandos de patrulla que no se quién los sacó…” y yo se lo dije… “el gobierno de ustedes”. Nada de esto alcanza… hay que poner la policía local. Ayer se aprobó, no está claro quien va a poner la plata. La provincia está endeudada y se vuelve a endeudar más… US$ 500 millones pero a una tasa del 12%. 



El código procesal sirve o no sirve en la provincia de Buenos Aires?

Racanelli: antes de hablar del Código Procesal hay que hablar del Código Penal. El Código de Procedimiento Penal de la Provincia agilizó los trámites de menor cuantía, en cuanto al monto de pena. El resto sigue igual. Los jueces con su criterio, si no modifican la ley, el juez tiene la obligación de juzgar (de acuerdo) a la ley. Alguien que tiene buena conducta ejemplar, trabajó y estudió en el penal, el juez está obligado para liberarlo. Ahora cuando salió empieza a hacer macana de vuelta.
(A los presos) les pagan. Hay microemprendimientos. Hay que estar procesados. Haciendo eso tienen la cabeza ocupada, esa es la finalidad de la ley, que haga algo útil y que no esté pensando en como hago para escapar de acá o armar otra banda.
Naldi: Grandes organizaciones todavía quedan. Lamentablemente, está todo mezclado con chicos que salen a robar y te matan. El problema de la droga es complicado, les come el cerebro en 30 días. Si te roban, las cosas las reponés, pero la vida no la reponés.
Las cámaras lo dicen permanentemente, lo ven. Acá tiene que haber una política de Estado, esto va a llevar tiempo. La preocupación ahora es atacar el problema de la droga, no sólo las grandes organizaciones, sino pibes que están dentro de las villas que salen a vender paco. Los pobres son los más afectados porque se les aprovecha.

Existe inteligencia en la seguridad?

Naldi: Falta profesionalismo. Me gustaría saber que antecedentes tienen los policías. Los mismos que van a tomar ahora, los municipales… Qué preparación. Tenemos un intendente que tiene relación con el narcotráfico se hace un policía para cubrirse, como ocurre en algunos lugares de Brasil y México. Esta prevención que está haciendo la provincia es un verso.
Racanelli: Hay falta de profesionalismo. A partir del año 98, que hicieron, demonizaron a la policía, entonces se dijo “esto lo tiene que hacer un fiscal”, y se terminó la inteligencia. No se investiga en la provincia…
Naldi: La única solución cuál es? En los partido cuantas comisarías tenemos? Dejemos una. Hagamos una policía móvil. Vas a ganar un 30% de personal para prevenir, es lo que tenemos que hacer, lamentablemente tenemos que buscarle la vuelta. Acá que hacen, para hacer política… vamos a crear una comisaría! Para qué sirve? Para guardar presos y tener personal para cuidar la comisaría. Buscá la calle y hacelo responsable de una cuadrícula!
Racanelli: El policía, cuando Scioli dijo “tengo las manos atadas”, que Kirchner le salió al cruce, en realidad, el policía tiene las manos atadas. Te inventan una causa, y esta gente de los Derechos Humanos y Comité por la Memoria, que todos cobran sueldos, lo único que hacen es eso. Lo único que amparan es a los familiares de los delincuentes. A un policía que le pegaron un tiro en la nuca, en cumplimiento de sus deberes, jamás van los derechos humanos.
Cuántas cámaras tenemos en Matanza? Cuántas funcionan? Si funcionan tres son muchas y son privadas.
Naldi: Dentro de una villa cuantos chicos terminan el quinto año, o la primaria. Y parte de la culpa la tienen los padres, porque hay que hacerlos parte a los padres para que estudien, o cuando cometen un delito.
Racanelli: los fiscales, en La Matanza, están muy limitados. Cuando te dicen que entran por una puerta y salen por otra, no es tan así. A veces el fiscal por ejemplo ha desestimado una causa… o ha levantando el pie y se terminan comiendo un sumario, y entonces meten en cana a cualquier salame. De cien que entran, ponele que quince o era otra la calificación o era inocente y se está comiendo el garrón. El resto no. Los fiscales acá no pueden hablar. Y los jueces están trabajando a destajo, entrás a un Juzgado de Garantías y están todos laburando, salvo el Correccional que es light.

Reforma del Código Procesal en la Provincia de Buenos Aires antes y después de 1997

Racanelli: no da resultados el Código Procesal, la policía está muy limitada. Hoy tienen que esperar de brazos cruzados que vaya un fiscal.
Naldi: es un problema contravencional. Antes vos encontrabas al vaguito en la calle, ahora no podés hacer nada, antes lo ponías en la contravencional por vago, y lo sacabas de la calle, como la prostitución, después se fue cambiando, pero eso atenuaba un montón. Aunque no lo agarrabas infraganti, lo mandabas 30 días adentro, más cuando mataban a alguien. La policía salía a investigar, hasta que no lo detenía no paraba. Ahora matan un policía y a nadie le importa.
La droga ahora se licúa acá. Entra la pasta base de Bolivia, de otros países, y viene acá y se prepara y usan a los chicos para ese trabajo. Me pegaron cuando dijo que hagan un cerco en las villas… lo que está haciendo en este momento Brasil desde hace unos años con el ejército. Si los barrios privados te revisan el baúl y no te enojás… pasa que no le interesa a los punteros políticos, porque están cobrando un plus, y no quieren hacer nada para que les perjudiquen en los votos.
Racanelli: Este Gobierno (Kirchner) se encarnizó en contra de las fuerzas armadas, de los policías. Te manda a un piquete con tipos que vienen armados y encapuchados, y la policía sin nada, apenas con un escudo. Como hacés para parar todo eso. La ideología ya vino montada en cuanto a que las fuerzas armadas son el demonio.
Estamos viviendo una sociedad hipócrita. También algo de responsabilidad le achaco a algunos medios. Con el tema linchamientos, que yo no estoy de acuerdo, pero muchos periodistas que antes decían “a estos tipos hay que agarrarlos, no hay que dejarlos caminar”, eran los primeros en salir a gritar en contra de los linchamientos.
Naldi: Hay focos de corrupción en todas las fuerzas. Hay policías corruptos, como también hay politicos y fiscales corruptos, pero no meter a todos en la misma bolsa....
http://multimediosprisma.com/2014/05/24/debate-con-expertos-en-seguridad-sobre-inseguridad/

opina EUGENIO BURZACO

Eugenio Burzaco: “En materia de seguridad, en la Argentina se gasta poco y mal”


El ex diputado nacional por el PRO y ex titular de la Policía Metropolitana Eugenio Burzaco señala los principales problemas a resolver en materia de inseguridad: falta de estadísticas reales, necesidad de reasignar recursos, de mejorar la tasa de resolución de causas judiciales y de luchar contra el crimen organizado. –¿Cuáles son los focos conflictivos principales a resolver ante el problema de la inseguridad?
–Se trata de un tema muy complejo y no hay fórmulas mágicas, pero es evidente la necesidad de crear un sistema que pueda dar respuestas integrales a una crisis que alcanza todos los aspectos de la problemática. A nivel institucional, en primer término, observamos policías mal formados y mal remunerados que tienen que hacer horas extra en un shopping para llegar a fin de mes, que además son insuficientes en cantidad, sin motivaciones, con altos niveles de corrupción y en muchos casos con complicidad con el delito. A nivel judicial, también hay serias dificultades: una tasa bajísima de resolución de causas, de las peores de la región, con lo cual la probabilidad de que alguien sea encontrado culpable y cumpla una condena es mínima. Y en cuanto al sistema penitenciario, está claro que no cumple bien sus funciones; por eso es muy paradigmática la cuestión de las salidas tempranas y acortamientos exorbitantes de condenas, que hacen que el sistema se transforme en una puerta giratoria. Además la sociedad recibe un mensaje de impunidad, pierde confianza en el sistema y no denuncia; la tasa de denuncias en las grandes ciudades está entre el 20 y 25% del total de los delitos. La consecuencia es una cifra negra muy grande de los delitos no reportados.
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–Difícilmente se pueden delinear políticas adecuadas sin conocer el mapa del delito…
–No es casualidad que la falta de datos es el segundo gran problema de nuestro sistema de seguridad, anticuado, fundamentalmente reactivo: corre detrás de los hechos. En el mundo, en los últimos veinte años, la seguridad se orienta a sistemas preventivos y proactivos: entender la dinámica del delito, delimitar las zonas calientes y actuar preventivamente con vigilancia, policías de civil, cuerpos de investigación. En la Argentina nos cuesta mucho impulsar esa perspectiva.
–¿La municipalización de la seguridad puede ser una estrategia positiva?
–No es la panacea, pero puede ayudar a revertir un esquema que tiene incentivos incorrectos, sobre todo en un distrito como la provincia de Buenos Aires. Hay una generación de intendentes que quieren hacer las cosas mejor, están más cerca de la realidad de la gente y tienen más herramientas para cumplir con la función primaria de la seguridad, que es la prevención. Pero obviamente se requieren recursos y prioridades, que es la tercera pata del problema: la clase política en general no ha tomado verdadera conciencia de la dimensión del problema.
–¿En qué se evidencia?
–Cuando uno tiene un problema en su casa le da prioridad para solucionarlo con respecto a lo que es secundario; en la Argentina, desde hace dos décadas, la seguridad es el problema número uno, dos o tres en cualquier encuesta; pero los presupuestos públicos de seguridad ranquean siempre en el quinto lugar con suerte dentro de las prioridades. Por supuesto no es un fenómeno multidimensional: no se trata sólo de incorporar más policías sino de educar mejor, combatir las adicciones… Pero en políticas sociales hay que utilizar mucho más el “y” que el “o”: no uno o lo otro, sino uno y lo otro. En la Argentina se gasta poco y mal.
–¿Por ejemplo?
–El Servicio Penitenciario Federal destina casi 20 mil pesos por mes por recluso. Si bien se trata de un sistema costoso en cualquier lugar del mundo, se sabe que los esfuerzos tienen que estar puestos en la prevención. Y en cuanto a la resocialización, la posibilidad de que alguien que haya pasado por la cárcel se recupere no es alta: hay que tener cárceles dignas, porque alojarlos en comisarías tampoco es la solución.
–¿Cuánto afecta el avance del narcotráfico?
–El crimen organizado en su conjunto es el cuarto gran aspecto del problema y se habla poco y mal del tema. La Argentina es un país de producción de cocaína en su última etapa, por eso hay laboratorios y paco, y por eso hay peleas por el control de territorio. Las Naciones Unidas maneja datos muy duros que el Gobierno nacional niega pero que son consistentes: casi el 3% de la población consume cocaína regularmente y más del 8% consume marihuana, lo cual nos ubica en las peores ratios de la región. Esta realidad representa un mercado de consumo muy grande que ha generado un cambio en todo el circuito del negocio: las bandas se han instalado, se disputan el territorio, con márgenes y formas mucho más violentas como el sicariato por temas relacionados con el narcotráfico, como sucedió en Unicenter años atrás. Son indicadores de un mar de fondo que estamos experimentando, que si bien no llega a la situación de Brasil, Venezuela o Colombia, es una tendencia negativa que se orienta hacia una situación endémica, y luego requerirá un esfuerzo mucho más amplio.
–¿Y la mala imagen de las fuerzas de seguridad?
–Las fuerzas han perdido el respeto social, la aceptación, y a veces con razón, porque han cometido excesos o por problemas de corrupción sistemáticos, pero sin fuerzas de seguridad es imposible resolver el problema, por eso hay que revertir el escenario hacia una policía bien conceptuada, mejor remunerada, que tenga un espacio en la sociedad, que es lo que intentamos hacer con la Policía Metropolitana. Es importante que la gente vuelva a recuperar la confianza en quienes tienen que defenderlos.
–¿Han crecido los recursos en la materia?
Son magros en términos porcentuales, no superan el 7 u 8% del presupuesto promedio en el país, que es menos de la mitad de lo que se gasta en el mundo. Tener buena seguridad no es barato. En la provincia de Buenos Aires hay 52 mil policías bonaerenses y 14 millones de personas, es una ecuación imposible y no hay personal en la calle en proporción razonable, cuando la media internacional es cinco policías por cada mil habitantes. En la ciudad de Buenos Aires, con 3 millones, tenemos 3 mil policías, y deberíamos tener 15 mil (aunque es una cifra fallida porque durante el día circulan casi 6 millones).
–¿Cuál es su balance de estos primeros años de la Policía Metropolitana?
–Positivo, aunque quisiéramos ya tener a los 15 mil policías necesarios para cubrir toda la ciudad. Se trata de un plan a diez años, que es el plazo que también requirieron ciudades como Madrid y Barcelona, Washington y Berlín para actualizarse.
–¿Cómo se trabaja en las villas?
–Queremos recuperar la presencia del Estado en todo el territorio, pero uno de los problemas en las grandes e intermedias ciudades de la Argentina es lo que los especialistas llaman el proceso de favelización: el Estado pierde el control del territorio y las bandas del crimen organizado cumplen roles que normalmente corresponderían al Estado, de socialización, de control, incluso de seguridad. No tiene que ver con la capacidad de entrar y salir, que es algo que puede hacerse habitualmente, sino estar permanentemente como Estado, con luz, gas, escuelas. Son espacios que tienen que urbanizarse, entregando títulos de propiedad a pagar en varias décadas, porque tienen derecho a vivir dignamente.
–¿Es necesario reformar el Código Penal?
–Creo que lo han toqueteado tanto que tiene algunos problemas, pero soy de los que creen que más que reformarlo, hay que aplicarlo. El Código Procesal es demasiado engorroso y legalista, tanto que no sólo dificulta el accionar policial sino el de los fiscales, pero desde el punto de vista de las políticas públicas, no es el centro del problema. Por ejemplo, si tenemos más del 90% del espacio aéreo del país sin radarizar y Brasil tiene todo el espacio aéreo radarizado, si nuestros controles fronterizos son muy permeables, si seguimos sacando el personal de allí para trasladarlo a las ciudades, los resultados están a la vista. Creo que este Gobierno no ha mostrado voluntad de reformular el tema.
–¿La recuperación de adictos también es una asignatura pendiente?
–Tenemos una sociedad que ha generado un discurso pro-consumo y, al bajar el nivel de advertencia del riesgo, los chicos no tienen conciencia real de las consecuencias para su vida, la de sus seres queridos y su futuro; además de que muchos tienen que delinquir para satisfacer su adicción. Muchos chicos salen a robar y las chicas se prostituyen para consumir unos 800 pesos de paco por día. En algo estamos fallando como sociedad.
–¿Cuál es su perspectiva política?
-Estoy trabajando en el armado nacional del PRO. El año que viene tenemos una elección muy importante, donde se van a definir espacios alternativos, con lo cual tenemos que estar preparados. A nivel personal, tengo una consultora en seguridad, pero como muchos de los que tenemos vocación pública, sobre todo cuando uno se mete en estos temas que conmueven, quiero cambiar la realidad. Creo que en muchos de los debates de fondo se pierde la perspectiva humana y cristiana. Por ejemplo, en torno al proyecto de despenalización del consumo de drogas creo que se pierde la perspectiva del daño que se hace a la sociedad y a las generaciones futuras. Hay una lógica de liberalidad que encierra el no hacerse cargo de los problemas del prójimo. En la política en general se ha perdido el centro, la dimensión humana que debe estar presente detrás de las peleas por el poder. En algún momento esta dimensión de la vida se va a recuperar, porque es inherente a la condición humana y al servicio que es el sentido último de la política. Si nos preguntáramos esto, parte de las cosas que discutimos no serían un problema.
–¿Qué espacio ocupan el fútbol y los barras bravas?
El Estado ha permitido que grupos armados y violentos manejen un montón de cosas, como la compra de jugadores, la seguridad en las canchas, la venta ambulante. En la medida en que no se reconozca esa realidad, que tiene ramificaciones en la política, no se van a tomar medidas eficientes, como la identificación de los líderes, entre otras. El fenómeno sociocultural y el atractivo de los hinchas puede ser muy interesante, pero el ejercicio de la extorsión y la violencia ante la evidente indiferencia del Estado no tiene justificación.

lunes, 25 de agosto de 2014

¿Se puede terminar con la inseguridad ? indices!

¿Se puede terminar con la inseguridad?


Como cualquier ciudadano interesado en lo que ocurre en el país, sintonizo a diario varias emisoras de radio y TV, además de leer los titulares de los diarios más importantes del interior. El resultado me espanta, porque el 70% de la información está referida a hechos de inseguridad. Los medios se parecen todos al viejo diario Crónica de García, que no había que estrujarlo porque chorreaba sangre.
Las causas de este incremento desbordante de la inseguridad son muchas, pero creo que encabezan la lista el narcotráfico, el desempleo, que genera delincuentes entre personas que eran decentes y que a veces uno no justifica pero entiende, con miles de jóvenes que no estudian porque no pueden y no trabajan porque no hay empleos, y la relativa ausencia de un Estado, que no halla el modo de poner coto a este problema.
El secretario de Seguridad, Sergio Berni, que utiliza estrategias con fuerte color castrense -tal vez animado por el éxito de Lula en Brasil cuando mandó el Ejército a las favelas-, viene pregonando la necesidad de incrementar cualitativa y cuantitativamente los cuerpos de seguridad. La teoría es compartida con matices por otros dignatarios, como los gobernadores Scioli, de la Sota, Bonfatti y muchos intendentes, sobre todo en el Gran Buenos Aires, el más importante de los focos delictivos del país.
Pero aunque se inunden las calles con fuerzas de prevención y represión, el sistema no parece ser la solución total. Tal vez sí, como parte de un programa más amplio y profundo. Y es la estadística la que muestra que la propuesta no es una panacea: Berni, ante la expansión del delito en Rosario, desembarcó con cientos de efectivos de la Policía Federal, Gendarmería y Prefectura, que se sumaron a la policía local. Con la ciudad saturada de uniformados, la situación empeoró: en el segundo trimestre del año, se registraron 21 hechos delictivos más que en el mismo período de 2013. 
El país necesita que la inseguridad sea objeto de una política de Estado, en la que todos los actores sociales participen, dejando de lado las bienintencionadas pero aisladas propuestas de funcionarios que terminan siendo una aspirina que pretende curar un cáncer.
Y no vemos en las plataformas de los partidos propuestas que vayan más allá de las buenas intenciones. Tampoco vemos en el accionar de las entidades sindicales, empresarias, sociales y culturales, una clara decisión de aunar esfuerzos en busca de una solución. 
Lo que decimos lo saben todos, pero es hora de que nuestros líderes se pongan los pantalones largos y comiencen a trabajar en serio, porque el país está al borde de convertirse en tierra de nadie. 
Pensemos en nuestros hijos y nietos, y no les dejemos una Patria donde sobrevivir sea más peligroso que en el Chicago de Al Capone. Consolidemos principios básicos, como la convivencia pacífica, la solidaridad, la paz, el amor, y podamos llegar a nuestros hogares sin estar temblando ante el temor de morir a manos de un delincuente. Lograr esto es labor fundamental de quienes aspiran conducir los destinos de la República. Y esperamos que lo hagan.

NORBERTO

domingo, 24 de agosto de 2014

LA CORRUPCION EN LA MATANZA.... COMO EN TANTOS LADOS QUE NO SALEN A LA LUZ....

En la Matanza

La banda de jefes policiales que  lujos y ostentación

De los 11 detenidos, tres son subcomisarios; uno de ellos tenía tres vehículos valuados en $ 1.000.000

"En la jerga policial, el cortito es el secuestro en el que se hace bajar a la comisaría a una persona que camina por la jurisdicción y que se sabe que anda en cosas turbias. Entonces, bajo la amenaza de armarle una causa penal en su contra, se le cobra una suma de dinero o en especies. Sólo después que pagó se lo dejó en libertad. De esta forma recauda la policía."
Así, uno de los uniformados que declararon como testigo ante la Justicia, describió cómo operaba la denominada banda de los subcomisarios acusada de secuestrar personas con antecedentes penales y cobrarles una coima para no falsificar una causa penal en su contra o desvincularlo en un expediente en que aparece involucrado.
Para tener una magnitud del dinero que recaudaba la banda se puede tomar como ejemplo que sólo en la casa de uno de los tres subcomisarios apresados, los funcionarios judiciales secuestraron más de $ 200.000 en efectivo que estaban guardados en una caja fuerte portátil.
Según fuentes de la investigación ese dinero fue encontrado durante el allanamiento realizado en la vivienda del subcomisario Hugo Daniel Salas. La cómoda casa sobresale en una zona humilde de Laferrère, a un costado de la ruta 21.
A este subcomisario, que hasta su detención se desempeñaba como jefe de la comisaría de Virrey del Pino, una localidad del partido de La Matanza, los funcionarios judiciales le secuestraron una camioneta 4x4, un Volkswagen Vento y un cuatriciclo Honda, valuados en más de un millón de pesos, entre los tres rodados.
Además de Salas, entre los once sospechosos detenidos, acusados de integrar el grupo delictivo figuran otros dos subcomisarios, cuatro suboficiales y cuatro civiles. Los dos jefes policiales se desempeñaban en la Delegación de Investigaciones de La Matanza.
Anoche los investigadores judiciales y de la auditoría general de Asuntos Internos del Ministerio de Seguridad bonaerense buscaban a dos uniformados prófugos: un subcomisario y un suboficial. Hasta ayer, la única identidad de los acusados que había trascendido era la de Salas, mientras que los nombres de los otros imputados eran mantenidos en reserva por el juzgado federal de Morón.
Durante la pesquisa se determinó que los civiles eran los que apuntaban a los delincuentes con antecedentes que habían llegado a la jurisdicción; los suboficiales actuaban como la mano de obra que los llevaba detenidos a la comisaría o la brigada y los subcomisarios se encargaban de comunicar el mensaje extorsivo y amenazaban con armarles una causa penal.

LA QUEJA POR UNA COIMA

La banda de los subcomisarios quedó al descubierto el 28 de julio pasado cuando los agentes de la Dirección de Observaciones Judiciales de la Secretaría de Inteligencia (SI) alertó a la justicia federal de Morón de una conversación telefónica en la que se escuchaba al vendedor de droga de la zona de Virrey del Pino quejarse con un cómplice por los casi 100.000 pesos que tuvo que pagarle al jefe policial de la zona para poder traficar cocaína.
Ni el vendedor de droga ni su interlocutor sabían que la conversación estaba siendo grabada debido a que el celular receptor de la llamada aparecía vinculado con una banda de secuestradores.
En ese momento, los investigadores judiciales comenzaron a buscar el listado de comunicaciones de ambos celulares. Así, descubrieron la existencia de varias llamadas entre el vendedor de drogas y algunos de los subordinados del subcomisario.
Ante la sospecha de que los policías hubieran estado involucrados en un secuestro extorsivo, la denuncia fue radicada, en principio en el juzgado federal de Morón y en la fiscalía federal de ese distrito, a cargo de Sebastián Basso....
FUENTE LA NACION

pobreza y MARGINALIDAD

Pobreza y marginalidad . Menos argentinos se trasladan de las provincias al área metropolitana
Hay mayoría de extranjeros en las villas
Más de 140.000 ciudadanos de países vecinos reciben planes sociales en la Capital; cayó la migración desde el interior del país
En los últimos años, la reactivación económica en ciudades grandes y medianas -como Rosario y Córdoba, pero también como en Tandil y centros urbanos similares- comenzó a atraer a quienes antes buscaban mejorar su calidad de vida trasladándose hacia los asentamientos precarios de la Capital y el Gran Buenos Aires. Como contrapartida, funcionarios del gobierno bonaerense y de la administración porteña detectan un aumento de la presencia de extranjeros provenientes de países limítrofes en las villas del área metropolitana. 


En la zona de Retiro, precisamente en las villas 31 y 31 bis, los extranjeros ya son mayoría entre los 26.403 habitantes censados por el gobierno porteño. Y el Ministerio de Desarrollo Social de la ciudad registró también una alta cantidad de extranjeros -más de 140.000 personas- entre los receptores de sus dos principales programas de asistencia social. 



Al censar el año último las villas 31 y 31 bis, el gobierno porteño determinó que el 51 por ciento de los habitantes es extranjero. Al tomar en cuenta sólo la villa 31 bis se visualizó que el 64 por ciento nació en otro país. De esos porcentajes, en las villas de la zona de Retiro, el 52 por ciento es de origen paraguayo. Si se observa la franja etaria de los 20 a los 29 años, se obtiene que el 85 por ciento es extranjero, dato que avala la hipótesis de ese cambio en las migraciones en la Argentina, ya que se trata de recién llegados. El 38 por ciento de los pobladores de ambas villas llegó después de 2005. 

Hay mayoría de extranjeros en las villas

http://www.taringa.net/posts/noticias/6882105/Hay-mayoria-de-extranjeros-en-las-villas.html

MAS DEL 47 % DE LA GENTE QUE VIVE EN LAS VILLAS O ASENTAMIENTOS SON EXTRANJEROS...... QUE HACER? PUES EMPEZAR A UBICAR CON SENTIDO PATRIOTICO Y MENOS SERÁ LAS VILLAS Y MENOS SERÁ LA MARGINALIDAD A LA QUE DEBEMOS CONTENER CON PLANES  DONDE HAYA INCLUSIÓN DE JOVENES DE VERDAD

LOS JOVENES SIN FUTURO , LA GENTE SIN ENTIDAD.....


"Se da una mayor presencia de extranjeros en los asentamientos del conurbano. En el interior de la provincia es diferente. La idea que tiene aquel que llega a la situación de migrante es conseguir mejores posibilidades para la obtención de trabajo. Por eso pueden verse fenómenos nuevos, como en Tandil, una ciudad que tiene un impulso económico y que ahora tiene por primera vez asentamientos en su perímetro urbano, que es la mano de obra que absorbió la ciudad sin tener una capacidad de vivienda similar a su crecimiento en otros aspectos", relató el subsecretario Social de Tierras bonaerense, Néstor Gualchi. Los cálculos provinciales marcan la existencia de unos 900 asentamientos con condiciones de vida precaria en el territorio provincial. 


INCLUSION PARA TODOS Y DERECHOS HUMANOS PARA TODOS!

DELINCUENCIA EN LAS VILLAS... algo que se debería hacer en muchos lugares y....

Lugano: con incidentes, desalojaron la villa "Papa Francisco"

Es la ubicada en avenida Fernández de la Cruz entre Pola y Escalada; las fuerzas de seguridad detuvieron a siete personas.

Siete personas fueron detenidas y decenas de construcciones precarias terminaronderribadas tras el desalojo de un predio usurpado en el barrio porteño de Villa Lugano, denominado Papa Francisco, a pocos metros del sitio donde el martes fue asesinada la adolescente Melina López.
La acción coordinada entre la Policía Metropolitana y Gendarmería Nacional comenzó en la madrugada, cuando unos 800 efectivos llegaron al lugar y desalojaron a las 700 familias del terreno de 12 hectáreas que fue tomado en febrero.
Tras el operativo, muchas familias desalojadas permanecían alrededor del predio a la espera de una respuesta a sus problemas habitacionales, mientras desde el gobierno porteño aseguraron que les ofrecieron "dispositivos de alojamiento a las personas que están en el lugar". La vicejefa de Gobierno, María Eugenia Vidal, afirmó que será la jueza porteña Elena Liberatori quien "va a decir el orden de adjudicación de viviendas" sociales.

DESALOJO. Fue en un predio ocupado en Villa Lugano.

Efectivos de la Metropolitana y Gendarmería Nacional trabajaron en el predio lindero a la Villa 20 en el desalojo del predio de avenida de la Cruz y Pola y pasado el mediodía tumbaron las casas con las topadoras. Fuentes vinculadas al caso dijeron a DyN que los seis detenidos fueron acusados por los delitos de "usurpación, lesiones y resistencia a la autoridad" en la causa que instruye desde la toma del predio el fiscal Carlos Rolero.
Los detenidos eran cinco mujeres, de nacionalidades boliviana y paraguaya, y un hombre argentino, varios de los cuales pertenecerían a la agrupación Corriente Villera Independiente, y un séptimo, apresado tras el operativo, luego de que se produjeran más incidentes. En la causa, hay otros seis imputados que responden ante la justicia por la usurpación, aunque para la fiscalía resta la exposición de Marta Yañe, dirigente del Movimiento Evita Capital que, según la oficina de Rolero, "por no haberse presentado a indagatoria, aún no se ha sido llevada a juicio"....

http://tn.com.ar/sociedad/lugano-con-incidentes-desalojaron-la-villa-papa-francisco_525401

Creemos que lo sensato es  realizar lo que se hizo en C.A.B.A.
estamos adhiriendo a lo que sucedio porque nadie puede tomar los espacios publicos y sobre todo armar barrios e n lugareno no propicios para ellos.... asique, nuestra Adhesion con el lo que sucedio y ojala en la Matanza se hiciera reconocimiento de lo que hay, de lo que está de lo que puede quedar o de lo que se pueda edificar en condiciones dignas y para todos con la misma varita medidora.
Creemos que  nadie puede tomar algo( espacios públicos e instalarse )  y SI  debe haber trabajo para adherirse a planes sociales de viviendas para que la gente toda y primero la argentina que compruebe que tiene trabajo pueda, acceder a viviendas  dignas para gente con dignicidad que todos merecemos.....
Nuestro ojo nos dice que esto que sucedio favorece al PRO Y  debería tomarse conciencia para realizar similares actuaciones!
Eva