La tapa del diario crónica conmueve al país
En plena Plaza de la República, dos menores de edad manipulan réplicas de armas.
Nadie sabe con certeza si se trata de un juego o de un aprendizaje. La escena
ocurre a la vista de todos y desnuda la vulnerabilidad de los que menos tienen.
Una postal que intimida, atemoriza y, por sobre todas las cosas, entristece,
publica el Diario Crónica.
Es mediodía en la ciudad. A pesar de que la temperatura subió algunos grados, aún quedan vestigios de la mañana más fría de marzo en veinte años, según los registros de Servicio Meteorológico Nacional. El auto se detiene en el semáforo de 9 de Julio y Lavalle. Dos chicos juegan en Plaza de la República. Juegan con réplicas de armas: empuñan, martillan y apuntan. Como si fueran reales. Como si se estuvieran preparando para robar.
Uno de ellos parece enseñarle al otro, más pequeño, de no más de ocho años. El mayor, vestido de azul, con campera amplia deportiva y pantalones del mismo estilo, muestra destreza al manejar el arma que, a la vista de cualquier ojo no entrenado, pasa por auténtica.
La martilla apuntando hacia abajo, como lo hacen los que saben, la sostiene con sus manos como si efectivamente debiera mantener su objetivo en la mira. El más pequeño, de jeans y camisa clara, lo observa con detenimiento.Y como si se tratara del mejor alumno de su clase, repite
lo que el otro chico le muestra. Y devuelve el ejercicio con mayor precisión: no apunta al horizonte como su “maestro”...
Es mediodía en la ciudad. A pesar de que la temperatura subió algunos grados, aún quedan vestigios de la mañana más fría de marzo en veinte años, según los registros de Servicio Meteorológico Nacional. El auto se detiene en el semáforo de 9 de Julio y Lavalle. Dos chicos juegan en Plaza de la República. Juegan con réplicas de armas: empuñan, martillan y apuntan. Como si fueran reales. Como si se estuvieran preparando para robar.
Uno de ellos parece enseñarle al otro, más pequeño, de no más de ocho años. El mayor, vestido de azul, con campera amplia deportiva y pantalones del mismo estilo, muestra destreza al manejar el arma que, a la vista de cualquier ojo no entrenado, pasa por auténtica.
La martilla apuntando hacia abajo, como lo hacen los que saben, la sostiene con sus manos como si efectivamente debiera mantener su objetivo en la mira. El más pequeño, de jeans y camisa clara, lo observa con detenimiento.Y como si se tratara del mejor alumno de su clase, repite
lo que el otro chico le muestra. Y devuelve el ejercicio con mayor precisión: no apunta al horizonte como su “maestro”...
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