domingo, 25 de noviembre de 2012

Se necesitan políticas de Estado activas” Delito, drogas y exclusión social

Pablo Barbirotto está a cargo de la Defensoría N° 8 del Poder Judicial, y desde su experiencia de asistir legalmente a jóvenes “desacatados”, opina sobre lo que hay y lo que falta ante un problema que parece irse de las manos si no se toman políticas de estado serias, sobre todo con las adicciones.

La Defensoría de Menores es un área de la Justicia que tiene el rol de bregar por el cumplimiento de los derechos y garantías de los niños y adolescentes, y en particular de aquellos “en conflicto con la ley penal”, entre otras cosas. En Paraná, uno de los defensores es Pablo Barbirotto. Su tarea lo acerca a lo más crudo de la realidad de los pibes en Entre Ríos, y desde esa experiencia habla, diagnostica, cuestiona y propone. El delito, las drogas, y la falta de políticas serias de inclusión social y tratamiento de las adicciones, es el combo que estalla y se hace visible recién cuando la sangre empieza a correr. En tiempos donde los menores están en la mira de un sector de la sociedad que pide cárcel y mano dura, al escarbar un poco en sus vidas, en su día a día, aparece que los parches de hoy son muy necesarios, pero no tocan los problemas de fondo, y demuestra con crueldad que el futuro sigue en peligro. Es una verdad que preocupa, pero también moviliza. Drogas, delito y exclusión “Al chico que delinque, en mi opinión, hay que tratarlo como víctima. Y la Justicia Penal no es el ámbito, hay que trasladarlo al ámbito asistencial. Dar intervención con la Ley de Protección 9861, con medidas para tratar al chico”, porque “un adolescente es una persona que está en grado de desarrollo”, introduce Barbirotto. “Si vamos a hablar de menores, la proporción es ínfima en relación a los mayores: de cada 10 hechos delictivos, uno tiene la participación de un menor, y no es grave. Cuestiones de robo, arrebato, hurto, sin violencia extrema”. Pero hay un denominador común en la mayoría de los delitos, tanto de mayores de edad como de menores: “El consumo de drogas y delito van de la mano. La droga es la familia ortopédica del chico, busca en la droga la contención, y para conseguirla es muy sencillo”, explica el defensor. Para esto operaron en los últimos años una serie de cambios: “Se rompieron los códigos: antes no se robaba en el barrio, y el que vendía droga no le vendía a los chicos, y menos en el barrio”. ¿Cómo empieza un chico a consumir y en poco tiempo a robar para volver a drogarse? “Hoy le empiezan a ofertar cocaína, marihuana, psicofármacos, y le van agarrando el gustito. Y después le piden algo a cambio, que salga a robar y le traigan una cartera”. La pregunta que se hace Barbirotto es: “¿Cómo consigue un chico el Rivotril, por qué consigue alcohol?”, insumos no sólo prohibidos para la venta a menores, sino además muchos de ellos de exclusiva venta bajo receta archivada. “Es una discusión que tiene que abordarse interdisciplinariamente. Lo que necesitamos es la contención, el límite. Hoy no tenés un papá, una mamá, el padre es tan adicto como el chico, porque hay una diferencia de 15 años de padre a hijo. El padre se está rehabilitando de la adicción y el chico ya va a robar, y no está el ejemplo del padre que trabaja”, remarcó, y agregó: “Estamos asistiendo a la tercera generación de padres que no trabajan; por el asistencialismo, que no digo que está mal, he notado que con la Asignación por Hijo los chicos van a la escuela, por más que sea por la plata, pero si va a la escuela está contenido, y no está en la calle; antes estaba en la esquina con alcohol, con psicofármacos. Pero no es la solución”, aseguró el defensor. Por eso, la receta que cree necesaria no parece de otro mundo: “El problema de los menores no lo solucionás con el sistema penal, sino con políticas sociales previas, que tenga trabajo, que sea incluido socialmente. Y a partir de ahí va a bajar la delincuencia, es obvio. El chico delinque porque necesita para consumir, y porque está totalmente excluido”. “¿Y si me matan, qué?” El pibe tiene, supongamos, 14 años. Le arrancó la cartera de cuero a una anciana y salió corriendo o se llevaba un televisor de 29 pulgadas, cuando lo sorprendió un señor de azul y lo llevó de las orejas a Minoridad. Ahora está sentado en una oficina de Tribunales con aire acondicionado. Enfrente, del otro lado del escritorio, está Pablo Barbirotto, quien deberá defenderlo y resguardar sus derechos, aunque el chico probablemente no lo entienda ni le interese. El defensor intenta meterse por un segundo en su cabeza y comprender por qué hizo lo que hizo: “¿Vos pensaste que entraste a una casa, que te podían meter un tiro?”. “¿Y si me mataban, qué?”, responde el pibe, aunque en realidad pregunta. Y esta pregunta es más difícil responderla que cualquiera anterior. “No les importa la vida de ellos. No hay una perspectiva de futuro, no les importa, vivo el hoy, si a nadie le importé. Si nadie piensa en mí”, es una de las explicaciones que encuentra Barbirotto. Además, el tema se inscribe en un problema más global: “Estás en una sociedad que te exige que tenés que estar salvado a los 25 años, con una casa, un auto y un futuro resuelto. Y en realidad ese futuro o esa oportunidad la sociedad se la da a muy pocas personas. El resto comparte ese objetivo del éxito, pero va por otro camino. Que te exige que tenés que tener todo y sos por lo que tenés, y el chico también quiere eso, es un adolescente, hay que ponerse en la cabeza de un adolescente, y por esa capacidad distinta que tiene el chico, no podés culparlo de la misma forma. Estos chicos en la primera edad son invisibles, sabés que son pobres, que están en la calle pidiendo o haciendo malabares, corriendo peligro su vida, y lo ves como parte del paisaje. Pero se hace visible una vez que comete un delito”, dice, sugiriendo a todos una autocrítica. “Si no duerme en una casa, si pasa frío en invierno, le llevás una frazada, pero de esa forma no solucionás el problema. Hay que ver el organismo donde hay que denunciar estas cuestiones”. Cuestión de estado En cuanto a los caminos a tomar para hallar una solución a un problema que parece irse de las manos, Barbirotto se remite a lo que se viene haciendo, y a lo que falta. En relación a lo primero: “La experiencia que tenemos nosotros ha sido buena (la mayoría, otras no). Cuando al chico lo tratás bien, como una persona, con afecto, le generás un proyecto, buscás actividades (laboral, capacitación), y lo acompañás, el chico responde”, afirma. “La función de la Justicia junto con el Consejo –del Niño, el Adolescente y la Familia- tiene que ser que te ayude con proyectos, cómo revertir las cosas que lo llevaron a esto. El Consejo está desbordado por la cantidad de casos, no solamente por la cuestión penal, sino todos los chicos que en Paraná tienen una necesidad de asistencia, y son muchos”. “Los organismos administrativos tienen toda la voluntad -asegura-. Hay gente muy joven que se la pasa en los barrios todo el día, a cualquier hora a destajo. Pero bueno, no alcanza, porque podés tener diez que estén en los barrios, pero Paraná está desbordada de toda esta situación”. El ciego reclamo de mano dura parece no registrar este marco. “Yo soy un convencido de que con mayor pena no se va a solucionar absolutamente nada. Bajar la imputabilidad tampoco va a servir para nada, porque la vas a bajar a los 14 y a los tres meses de que salga la Ley va a aparecer un chico de 10 años que comete un hecho, y vamos a ir por los de 10 años. Porque no tenés control sobre eso. ¿Qué solucionás?”, opina Barbirotto. “Son cuestiones de políticas públicas –dice ahora, llegando al meollo de la cuestión-. Que el Estado primero tome el tema de la droga, que no lo está tomado como una cuestión de Estado. En Entre Ríos no tenés un lugar para internar a un chico, tenés que mandarlo a un lugar afuera, y eso cuesta plata. Se necesitan políticas de Estado activas. No nos preocupemos por las drogas, ocupémonos, porque esto va a ser un flagelo de acá a 5 años, que no lo vamos a poder llevar adelante. Fijate lo que es Buenos Aires con el tema del paco, acá todavía no tenés el paco, pero sí tenés cocaína a cinco pesos que debe ser muy parecido a lo que es el paco. Esos chicos están seis meses y te hacen una tras otra y no los podes contener”. “Hay que empezar a tener una política de estado donde digas: ‘Che, Entre Ríos necesita mínimo una comunidad terapéutica en la costa del Paraná y otra en la costa del Uruguay’. Donde tengas un chico con problemas de adicciones, lo puedas internar, lo puedas tratar”. Porque si no, “¿qué chico va a tener voluntad de recuperarse a los 14 años, si la droga es la única salida que tiene? Va a tener que ser compulsivamente”. Aunque no únicamente el foco debería estar puesto en el chico: “Si lo tengo internado un año –dice el defensor- y después lo mando al barrio, es lo mismo. Si lo tengo internado, mientras tanto voy a trabajar en el barrio con los padres, con la familia, para que ese chico vuelva al barrio y no salga a la esquina y vea a sus amigos drogándose, y devuelta a decaer. Ya es una política de Estado -insiste-, que el Estado, todo en su conjunto (Poder Judicial, Ejecutivo, Legislativo) tenemos que ocuparnos del tema de las adicciones. Es un tema que empieza a los 10 años en los chicos”. Y reitera, por las dudas, advierte otra vez: “Si no se empiezan a tener políticas serias de prevención, si no se empieza a hacer eso, estamos comprometidos para dentro de unos años”. Denunciar a los kioscos narcos del barrio También Barbirotto destaca la necesidad de denunciar a los que le venden la droga a los pibes: “Yo les digo a los padres: ‘díganme quienes están vendiendo’; ‘No, me van a quemar la casa’, responden. Están todos amenazados, nadie dice nada, la gente tiene que tomar consciencia de que esto hay que denunciarlo, dónde se vende, quién vende, darle la posibilidad a la gente que pueda hacer una denuncia anónima en la Justicia Federal, que se pueda preservar esto, porque todos tienen miedo. Porque el tema es que nos están matando a nuestros chicos”.

Pablo Barbirotto está a cargo de la Defensoría N° 8 del Poder Judicial, y desde su experiencia de asistir legalmente a jóvenes “desacatados”, opina sobre lo que hay y lo que falta ante un problema que parece irse de las manos si no se toman políticas de estado serias, sobre todo con las adicciones.
La Defensoría de Menores es un área de la Justicia que tiene el rol de bregar por el cumplimiento de los derechos y garantías de los niños y adolescentes, y en particular de aquellos “en conflicto con la ley penal”, entre otras cosas. En Paraná, uno de los defensores es Pablo Barbirotto. Su tarea lo acerca a lo más crudo de la realidad de los pibes en Entre Ríos, y desde esa experiencia 

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