Aseguran que la risa de los niños es "un remedio infalible"
Según especialistas, la risa de los niños es la mejor expresión de su
alegría, tiene poderes terapéuticos, por eso es "un remedio infalible", y se
manifiesta con particularidades según cada momento de la vida.
El reír nace en el marco de la relación madre e hijo de a poco, como sonrisa,
y a medida que el niño crece se afianza hasta convertirse en risa franca, que
dedica a su madre.
"La risa brota, se manifiesta espontáneamente. Un niño que ríe es un niño
feliz, dijo a Télam Mónica Cruppi, miembro didacta de la Asociación
Psicoanalítica Argentina (APA), quien se preguntó: ¿Qué más puede querer un
padre, una madre?".
No obstante, la investigadora en temas de pareja y familia, señaló que "esa
manifestación de la alegría tiene un beneficio muy claro en la salud: el de ser
un remedio infalible".
Cruppi explicó que los "payamédicos", profesionales de la salud que trabajan
en hospitales y los grupos de profesionales que hacen de la risa un objeto más
de su instrumental médico, son un ejemplo de la necesidad de la risa para
enfrentar problemas de salud.
"Cuando uno ríe, todo el sistema se beneficia porque aumentan las endorfinas
y se fortalece el sistema inmunológico", dijo la psicoanalista.
La risa, explicó la coautora del libro "Psicoodontología pediátrica. Técnicas
para el tratamiento del miedo", nace de la primera satisfacción alimenticia que
siente el bebé cuando empieza a mamar.
Desde el nacimiento, continuó, "se establece una forma de comunicación
emocional entre la madre y su bebé. La primera sonrisa, la de satisfacción, la
de bienestar, está siempre dedicada a la madre".
"La sonrisa se va inhibiendo a lo largo del desarrollo: un bebé sonríe muchas
más veces al día que un niño, que se ríe más que un adolescente", dijo Cruppi al
mencionar investigaciones recientes.
La sonrisa social en el bebé aparece alrededor de los 3 meses y es una
respuesta a los estímulos amorosos que le proporciona su madre y que le produce
satisfacción.
Así como la "mirada" es el primer "encuentro emocional" materno-filial, la
"sonrisa" marca la segunda manifestación empática.
Vemos entonces que desde el inicio, primero la sonrisa y unos meses después
la risa franca, son una clara expresión de bienestar frente a las personas que
lo cuidan y con quienes se comunica emocionalmente.
Marta Dávila, psicoanalista de niños y adolescentes y coordinadora del
Departamento de Psicología de Club Atlético Independiente, coincidió en que la
risa "se manifiesta de distintas maneras en cada etapa de la vida" y señaló que
el bebé sonríe más porque "está en la época de los primeros descubrimientos,
todo le produce asombro, sorpresa y ello conlleva a la risa".
El niño, en cambio, "ya está en plena etapa de socialización, aparecen los
juegos más pautados e inclusive los juegos reglados: ya el placer va
entremezclándose con los límites, las órdenes y las obligaciones", precisó
Dávila, docente de la UBA.
En tanto, "el adolescente, precisamente, como su palabra lo indica, adolece,
sufre, por los duelos que tiene que ir realizando por su cuerpo de la infancia,
por la confrontación generacional con sus padres y las separaciones escolares",
explicó la especialista, también integrante de APA.
En esa etapa, añadió Dávila, "no hay tanto espacio ni tiempo para reírse; sin
embargo, la sexualidad -por ser el aspecto de la vida adolescente y adulta más
relacionada con el placer- suma un nuevo condimento que produce alegría y
provoca risa en esta edad: son las palabras o bromas dichas en doble
sentido".
"La broma picaresca de los chistes verdes se acerca en la fantasía al acto
sexual, y la risa surge anticipándonos el placer imaginario", afirmó la
psicóloga.
No es extraño que un adolescente ría poco, pero en la infancia, si el niño no
ríe habrá que ver si "existe algún conflicto interno o situación traumática real
que provoque esa falta de risa".
La especialista sugirió que en estos casos, los padres deberían observar al
niño y tratar de comprender qué puede estar pasando.
Si esa observación no alcanza, habría que consultar primero al pediatra y luego al psicólogo o psicoanalista especialista en niños.
Si esa observación no alcanza, habría que consultar primero al pediatra y luego al psicólogo o psicoanalista especialista en niños.
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