La política de la arbitrariedad
El Gobierno nacional sigue manejándose de manera arbitraria y si bien en la última semana se produjo un cambio, ello fue el resultado de las encuestas que no favorecieron a la Presidenta. De todos modos, se asegura que continuará el avance sobre Daniel Scioli.
Yo no quiero reglas claras. Me gusta más la arbitrariedad. La frase, que Guillermo Moreno dijo a un empresario que le aconsejaba que dictaran reglas aunque fueran duras, expresa un modo de gobernar.
Va más allá de Moreno, aunque éste sea su expresión más tosca y frontal, y abarca la economía, las relaciones políticas e institucionales, y hasta las relaciones exteriores. Si bien la Presidenta decidió en los últimos días abrir un paréntesis de distensión, luego de semanas de crecientes tensiones, nada indica un cambio significativo en el estilo de mandar. No fue un cambio, en efecto, sino una tregua: otra vez han sido las encuestas, francamente adversas para Cristina Fernández, las que le fijaron un límite.
Resulta extraño que Daniel Scioli haya conseguido el dinero del medio aguinaldo resistiendo sentado y pacífico. El final le dio la razón a su posición, contraria a la de la mayoría de sus amigos que le pedían una actitud hasta rupturista.
El gobernador, no obstante, pagó un precio. Encuestas en manos del kirchnerismo señalan que Scioli perdió imagen positiva en los últimos días, aunque amplió el margen a su favor en comparación con la propia Cristina Fernández. Esto es: la Presidenta perdió mucho más que él. La generosidad presidencial que impulsaron esas mediciones benefició también a otros gobernadores. Puede cambiar: la Presidenta tiene recursos discrecionales del Banco Central y de la Anses, que los gobernadores no tienen.
Versiones confiables señalan que, con todo, fue la voz de Diego Maradona ("Que se rompan la cabeza entre ellos, pero que no jodan a la gente") la que terminó de decidir a Cristina. No fue una voz solitaria; venía acompañada por las encuestas de opinión pública que marcaban que la gente común culpaba más al Gobierno nacional que a Scioli de los atrasos en el pago del aguinaldo. Sucedería lo mismo en otras provincias. De todos modos, que Maradona haya influido más que el sentido común es otra prueba de la arbitrariedad que gobierna.
En tales mediciones, hasta la inseguridad bonaerense, que es demasiado alta, es para una notable mayoría más responsabilidad de la Presidenta que de Scioli. Esto es más inexplicable. ¿Scioli está cubierto de amianto, como dicen, o Cristina es ahora más vulnerable que el gobernador?
El viceministro de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, aceptó ayer que el crimen hace estragos en la provincia de Buenos Aires, aunque a cambio debió asumir su responsabilidad en la Capital. Nunca el Gobierno nacional había hecho antes ninguna de las dos cosas. Berni es una estrella en ascenso en el firmamento kirchnerista: ¿qué es entonces la otrora influyente ministra de Seguridad, Nilda Garré, jefa de Berni? Quizás una estrella que ha sido.
Sea como fuere, la Presidenta decidió retroceder, pero difícilmente la operación contra Scioli haya concluido. Le sacó la cabeza del agua. Ya se la volverá a hundir, dijo un kirchnerista que suele frecuentar el despacho presidencial. ...
Va más allá de Moreno, aunque éste sea su expresión más tosca y frontal, y abarca la economía, las relaciones políticas e institucionales, y hasta las relaciones exteriores. Si bien la Presidenta decidió en los últimos días abrir un paréntesis de distensión, luego de semanas de crecientes tensiones, nada indica un cambio significativo en el estilo de mandar. No fue un cambio, en efecto, sino una tregua: otra vez han sido las encuestas, francamente adversas para Cristina Fernández, las que le fijaron un límite.
Resulta extraño que Daniel Scioli haya conseguido el dinero del medio aguinaldo resistiendo sentado y pacífico. El final le dio la razón a su posición, contraria a la de la mayoría de sus amigos que le pedían una actitud hasta rupturista.
El gobernador, no obstante, pagó un precio. Encuestas en manos del kirchnerismo señalan que Scioli perdió imagen positiva en los últimos días, aunque amplió el margen a su favor en comparación con la propia Cristina Fernández. Esto es: la Presidenta perdió mucho más que él. La generosidad presidencial que impulsaron esas mediciones benefició también a otros gobernadores. Puede cambiar: la Presidenta tiene recursos discrecionales del Banco Central y de la Anses, que los gobernadores no tienen.
Versiones confiables señalan que, con todo, fue la voz de Diego Maradona ("Que se rompan la cabeza entre ellos, pero que no jodan a la gente") la que terminó de decidir a Cristina. No fue una voz solitaria; venía acompañada por las encuestas de opinión pública que marcaban que la gente común culpaba más al Gobierno nacional que a Scioli de los atrasos en el pago del aguinaldo. Sucedería lo mismo en otras provincias. De todos modos, que Maradona haya influido más que el sentido común es otra prueba de la arbitrariedad que gobierna.
En tales mediciones, hasta la inseguridad bonaerense, que es demasiado alta, es para una notable mayoría más responsabilidad de la Presidenta que de Scioli. Esto es más inexplicable. ¿Scioli está cubierto de amianto, como dicen, o Cristina es ahora más vulnerable que el gobernador?
El viceministro de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, aceptó ayer que el crimen hace estragos en la provincia de Buenos Aires, aunque a cambio debió asumir su responsabilidad en la Capital. Nunca el Gobierno nacional había hecho antes ninguna de las dos cosas. Berni es una estrella en ascenso en el firmamento kirchnerista: ¿qué es entonces la otrora influyente ministra de Seguridad, Nilda Garré, jefa de Berni? Quizás una estrella que ha sido.
Sea como fuere, la Presidenta decidió retroceder, pero difícilmente la operación contra Scioli haya concluido. Le sacó la cabeza del agua. Ya se la volverá a hundir, dijo un kirchnerista que suele frecuentar el despacho presidencial. ...
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