sábado, 5 de mayo de 2012

EL PENDULO... OPINION....


  
Se acabó la hora de seguir dando vueltas sobre los paradigmas que siempre fracasaron.
Por Fernando Díaz (*), especial para NOVA.

En ese devenir pendular de las instituciones de seguridad, que se desangran internamente entre quienes conservan aún el frenesí de aquel militarismo triunfante sobre el gobierno nacional y popular del presidente Perón en 1955 y aquellos otros funcionarios que conciben a las instituciones para servir al pueblo que las cobija, increíblemente hoy, en la provincia de Buenos Aires, el péndulo quedó colgado del lado de las botas.
Cuando allá por el 2003 el viento empezaba a soplar distinto, podía pensarse que desde adentro se haría la revolución y muchos, pero muchos, creímos en eso. La dignidad, la superación personal y colectiva, la asistencia ante la vulnerabilidad, parecían conceptos menos vacíos. En las cárceles la gente se moría menos, vivía mejor; en las calles, menos miedo; pero el tigre siempre estuvo agazapado, esperando que cambie el dueño del circo para que le abra la jaula... y les llegó nomás la ocasión en el momento menos pensado.
Hoy no hay más lugar para cambios promovidos desde el interior de estas instituciones que recibieron el tiro de gracia. Quienes ofician de “dueños” (así se presentan en más de una ocasión) se preocuparon por sacar de la cancha a los “distintos” que ya se rindieron y  esperan acovachados la temprana jubilación, a la vez que no perdieron tiempo y  formaron cuadros para seguir sus ilustres pasos  (o tapar sus huellas digitales ante posibles denuncias).
Un ministro con saudades de los tiempos de marcha y “saludo uno”, un subsecretario ambicioso y obsecuente y cúpulas sin escrúpulos pueden ser un cóctel letal para las organizaciones; sin embargo, quizás todos estos personajes compartan el  mérito de haberlas vuelto inviables y partir de allí pueda fomentarse una nueva concepción de las mismas con las inevitables molestias para los muchachos que no recibirán más un sable como premio a sus estudios pero con el beneplácito de la sociedad que creerá que esta vez sí van a cumplir con la misión asignada.
Habiéndose perdido todo norte, cuando “ser” policía o penitenciario se ha convertido en un fin en sí mismo y no en el medio para lograr los objetivos, me pregunto si no será el momento de terminar con esas castas cerradas fomentadas desde los centros de formación institucional y dar la responsabilidad a las universidades nacionales y/o provinciales de profesionalizar a quienes deben cumplir con esa tarea esencial de velar integralmente por la seguridad de sus iguales.
Alguna vez se creyó que en el sistema penitenciario eso se podía lograr desde adentro y se dieron pasos extraordinarios. Bastó una orden y un funcionario mediocre dispuesto a cumplirla puesto a la cabeza de los alumnos para que la construcción se cayera en pedazos en un par de meses.
Creo que se acabó la hora de seguir dando vueltas sobre los mismos paradigmas que “siempre” fracasaron, esperando ahora que alguien se decida a echar a estos funcionarios, confiando en que los próximos serán mejores. Las políticas de Estado (y la seguridad ya las viene mereciendo) deben estar resguardadas de los vaivenes coyunturales.
Deberíamos preguntarnos entonces: ¿en cuántos sitios el poder se adquiere por antigüedad como en nuestras instituciones de seguridad, prescindiendo en absoluto de la idoneidad? ¿Por qué no fomentar un sistema totalmente civil con ascensos laborales conseguidos por concursos basados en la idoneidad y la buena experiencia? ¿Por qué seguir escuchando el falaz argumento de la disciplina para sostener  regímenes castrenses inoperantes?
Para darse cuenta del engaño, sólo habrá que imaginar a las grandes corporaciones  industriales o comerciales haciendo desfilar y obligando a hacer cuerpo a tierra a sus empleados para mantener el orden. ¿Por qué seguir fomentando instituciones enormes sin ninguna especificidad y preparación,  pero con la suficiente acumulación de fuerza  como para poner en juego hasta nuestra forma de gobierno, si así lo desearan?
El manejo de la seguridad de los ciudadanos debe ser de los políticos elegidos por el pueblo. El tiempo y los fracasos nos han mostrado que es un tema demasiado serio e importante como para dejarlo en manos de policías y penitenciarios, quienes deberán formar parte del juego de acuerdo a nuevas y claras reglas a establecerse, pero nunca controlarlo.

(*) Ex director del Servicio Penitenciario Bonaerense.

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