domingo, 1 de abril de 2012

UNA RECETA QUE PARECE SENCILLA!!


Inseguridad: ¿Qué hacemos los ciudadanos?



Cuando la confianza deja de presidir las relaciones sociales, perdemos la capacidad de comunicación y la indiferencia se instala en general. Ya no podemos solventar las diferencias por medio del diálogo o el arbitraje sino que se recurre a la agresión o a la intervención de abogados y jueces. Parece evidente que este es nuestro caso. Tanto la guerra que sufrimos por un lado, como la situación mundial financiera y económica por el otro, podrían ser en buena medida las causas de la falta de confianza que impide mirar hacia una visión de nación compartida o unirse en el combate contra los males tan macabros como la situación de inseguridad y violencia actual.


Ya se conocen algunos de los mecanismos que regulan la confianza: “Resultan decisivos los primeros años de vida de las personas, cuando se adquiere la confianza originaria. Si el bebé encuentra una acogida cariñosa, generalmente por parte de los padres, se sentirá seguro y confiado. Cuando crezca, el mundo le parecerá un lugar familiar y se moverá en él sin inquietud, como en su casa. Por el contrario, si experimenta abandono o maltrato, muy probablemente quedará marcado para siempre: percibirá el mundo como amenazador y peligroso, lo que puede inducir retraimiento o conductas agresivas. Y de fondo, la idea de que no se puede confiar en los demás. Tenemos así jóvenes y adultos inhábiles para la empatía y el amor, incapaces de ponerse en el lugar del otro. Cuesta mucho superar esas carencias básicas, aunque no resulte del todo imposible. Además de recibir la oportuna terapia, es preciso sentirse querido, objeto de un amor incondicionado”



¿Cómo recuperar la confianza en la vida social, económica y política? “Las recetas son tan sencillas de enunciar como difíciles de llevar a la práctica: autenticidad, coherencia. Los actores dignos de confianza son auténticos. No mienten (lo que no impide que en algunos casos no digan todo lo que saben). Son coherentes. Cumplen lo que prometen y, si no pueden hacerlo, explican las razones del incumplimiento. La gente sabe hacerse cargo de las circunstancias que pueden producir crisis imprevistas. Esos actores no tienen reparo en admitir sus errores y en pedir perdón. Hacerlo así no disminuye su prestigio, más bien al contrario: un jefe que se reconoce falible refuerza su liderazgo ante los subordinados. En situaciones de conflicto, cuando la desconfianza bloquea el diálogo entre dos partes enfrentadas, ¿quién debería dar el primer paso y confiar en el otro? El más poderoso, que no tiene por qué ser el que está más arriba en la jerarquía social o en la cadena de mando... Quien confía puede parecer ingenuo y verse defraudado en ocasiones, pero quien no confía, fracasará siempre, como político o como empresario.”
Para prevenir la violencia juvenil de los próximos años, ciudadanos y empresarios de todos los tamaños podemos iniciar cuanto antes acciones concretas de solidaridad con los niños y los jóvenes hijos de nuestros colaboradores. Entre las acciones está facilitarles el equilibrio de familia y trabajo para que formen a sus hijos. Otra acción serían programas de pasantías como el de “Joven 360” para que aprendan a trabajar y soñar, vacunándolos contra las malas influencias externas.

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