miércoles, 12 de mayo de 2010

Movidas de Scioli para apuntalar su esperanza de suceder a los Kirchner


 Daniel Scioli consume a diario, quizás, tantas encuestas como Néstor Kirchner. Esas encuestas suelen señalar las mismas cosas: que el ex presidente es, ahora, el candidato del PJ con intención de voto más consolidada. Muy módica (entre el 18 y el 22%), pero firme. También que la imagen del gobernador, pese a las enormes dificultades de gestión en Buenos Aires, no ha caído tanto como se podía suponer: exhibe una aceptación que todavía ronda el 38%. Pero que existe también una cuestión, como sucede desde hace décadas en la Provincia, que viene horadando aquella imagen: la inseguridad.

En base a esos datos, a una larga meditación y a ciertos sobresaltos políticos -el alejamiento de José Scioli, su hermano, de la gobernación; la enfermedad del vice Alberto Balestrini- produjo en las últimas horas dos decisiones. Separó ayer de su cargo al ministro de Seguridad, Carlos Stornelli, fusionando esa cartera con la de Justicia, que ejerce Ricardo Casal (ver página 46) . Instruyó al nuevo secretario General de la Gobernación, Javier Mouriño, para que empiece a cubrir el vacío forzado que dejó Balestrini en la relación con los intendentes bonaerenses.

Hay otro motor que también se puso en marcha, aunque no tenga la importancia de las dos anteriores: una campaña publicitaria de Buenos Aires por TV con rasgos distintivos que se volverán a observar, con certeza, cuando el proyecto político de Scioli para el 2011 quede delineado.

La inseguridad continúa siendo la principal preocupación en la Argentina y, en especial, en Buenos Aires. Esa realidad esteriliza cualquier otra cosa: esa fue la queja más recurrente que se le pudo escuchar a Scioli, ya desde el año pasado. "De qué valen otras cosas que hacemos si hay un asalto a un country, una toma de rehenes o un muerto", describió varias veces. La desesperación lo indujo a recorrer algunos caminos extraños. A fin del año pasado, estuvo a un tris de comprar un plan de seguridad -que incluía un pacto con la policía bonaerense- que le arrimó un empresario ligado a la Iglesia y, además, al negocio de venta de armas. Stornelli supo de esas tratativas.

En el interín, se produjeron muchos hechos resonantes relacionados con la inseguridad. Desde la fallida investigación de la familia Pomar, desaparecida durante 24 días luego de un accidente de auto en una ruta bonaerense, hasta los focos de violencia delictiva en Wilde y en la zona oeste, donde fue baleado el futbolista Fernando Cáceres.

Scioli apuesta ahora a Casal, un hombre del peronismo y de su confianza íntima. El gobernador supone, luego de examinar algunas experiencias en países de la región (Brasil y Colombia), que debe haber un comando unificado en el combate del delito entre las fuerzas de seguridad y la Justicia. Por ahora una conjetura, que deberá hacerse práctica.

Sin acotar el problema de la inseguridad, ningún proyecto futuro de Scioli parecería viable. A diferencia de otros tiempos, donde el peronismo tenía hegemonía de candidatos en Buenos Aires, ciertas cosas podrían estar cambiando. Nadie discute, por ejemplo, la trepada de popularidad de Ricardo Alfonsín en el distrito. Tampoco el afiatamiento de Francisco De Narvaéz, luego de su victoria en las legislativas del año pasado. Pero desde el propio PJ se insinúan novedades: Sergio Massa, el intendente de Tigre, aparece hoy como uno de los tres dirigentes mejor ponderados en Buenos Aires.

Habrá que ver, al final, qué rumbo tomarán Alfonsín, De Narvaez y Massa. Pero es innegable que sobre el proyecto reeleccionista de Scioli se están desplegando sombras amenazantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario