sábado, 6 de febrero de 2010

Castellanos - 05-Feb-10 - Opinión

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ENFOQUE
Los impresentables en el poder
por Ricardo Medrano
ricardo.g.medrano@hotmail.com

Hace ya muchos años que las formas brillan por su ausencia en la política nacional. Largo tiempo paso desde los días de Alfredo Lorenzo Palacios o de Lisandro de la Torre, legisladores que se destacaron no solamente por la fuerza de sus convicciones sino también por el certero y profundo conocimiento del lenguaje, ahora padecemos a los Rossi o a las Conti, quienes son absolutamente incapaces de enhebrar dos palabras sin caer sistemáticamente en la descalificación y el agravio. 

Este mal endémico no queda circunscripto solamente al Congreso Nacional, sino que la Casa Rosada está llena de de vulgares difamadores seriales quienes aprovechan la impunidad de sus cargos para ejercer una violencia verbal chabacana y vergonzosa. 

La Presidente es un caso emblemático de este mal que nos afecta, desde su atril se deshace en ataques innecesarios a los periodistas que ejerciendo su función la ponen en situaciones incómodas en las que la mandataria se ha colocado sola. No es extraño verla retar y menospreciar a distintos trabajadores de prensa olvidando en el proceso que esos hombres y mujeres son los encargados de transmitirle a la población general sus actos de gobierno, sus pensamientos y sus convicciones. 

El campeón en esta chabacanería obscena no es otro que el jefe de gabinete, Aníbal Fernández, quien sin ninguna educación se despacha frente a los micrófonos como lo haría cualquier maleducado en una mesa de café, así es como dice de Carrió que le faltan caramelos en la bolsa, acusa a los jueces de formar un partido político o dice de un legislador de la oposición que es chato y berreta. 

Este señor, que supo ser intendente de Quilmes, desde donde salió con pedido de captura escondido en un baúl, ligado a diversos crímenes que van desde el tráfico de drogas hasta los asesinatos de los empresarios que se dedicaban al venta ilegal de efedrina, hace un gran esfuerzo diario por promediar hacia abajo, tratando de llevar todos los temas de trascendencia nacional a una discusión burda y callejera. 

En medio de esta locura, se olvidan nuestros políticos que lo que tan ligeramente ellos tratan no es más ni menos que los asuntos de Estado que nos incumben y mucho a todos los argentinos. 

No se trata de volver a los años de oro de la oratoria, ni esperar que cualquiera de ellos termine con su vida cuando son descubiertos o involucrados en algún asunto turbio, porque esto sería entrar en el terreno de la fantasía, pero lo que no sólo podemos esperar sino exigir, es que cumplan con sus funciones entendiendo que a pesar de sus altos sueldos y de sus abultadas jubilaciones son empleados público, es decir, trabajan por y para todos nosotros. 

A los argentinos les deben ese respeto perdido, a los argentinos les deben las explicaciones que callan.

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