sábado, 19 de septiembre de 2015

Inseguridad... ¿Mito o realidad?

INSEGURIDAD… ¿MITO O REALIDAD?
Hasta cuándo tenemos que esperar…hasta que no podamos más…si una marcha por la seguridad no basta, hagamos cien hasta que nos escuchen.
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Cómo puede ser que ya no podamos respirar libremente por la calle, en el patio de nuestra casa o en el interior de la misma? Es que este verano no vamos a poder estar ni en la pileta, ni al sol, porque cualquiera puede entrar al patio de nuestra casa, nos golpea, nos ata y nos roba y si no tenemos se ensaña y nos lastima. No voy a echar la culpa a alguien específicamente… pero, ¿es posible que estemos tan desprotegidos, sin que nadie nos cuide, ni le importe? ¿Cuándo íbamos a pensar que Rafaela iba a estar en estas condiciones?, ¿cuándo íbamos a temer salir a caminar o hacer compras porque corremos el riesgo de que nos roben la plata, el celular… ¿esta es la Argentina que queremos?... Por favor, que alguien se ocupe de nosotros.
A veces me pongo a recordar, cuando mi madre y las vecinas se sentaban a tomar mates en la vereda, nosotros jugábamos a las escondidas, a la mancha, felices, distendidamente, sin temer los padres pensando si desaparecíamos de su visión que algo nos había pasado. Por favor, quienes se pelean por el poder… ¿así nos van a cuidar?… No siento confianza en nadie, no me importan colores políticos, pero hagan algo… no puede ser que una pobre mujer en su casa a las cinco de la tarde, sea atacada por delincuentes, sólo por estar baldeando el patio y que no tenga ninguna defensa.
¿Adónde están lo que prometen?, ¿es que nadie puede manejar esta situación…? El que roba o mata o lastima tiene que ir preso y si es menor hay institutos de menores o pensar de qué manera podemos cambiar esto. No se cambia poniendo sólo más policías, evidentemente no basta. Yo como ciudadana colaboro con la cooperadora policial y todos los que lo hacemos queremos ser cuidados. ¿Adónde se ha visto que los libres sean los delincuentes y los trabajadores sean los presos? Argentina… Argentina… ¿qué te hicieron?
Hasta cuándo tenemos que esperar… hasta que no podamos más…? Si una marcha por la seguridad no basta, hagamos cien hasta que nos escuchen. 
Los niños y niñas no pueden más practicar un deporte, una actividad, si no los lleva o acompaña un adulto… ¿adónde se ha visto? Yo no viví una niñez así y no soy anciana. Estamos en DEMOCRACIA y queremos seguir en DEMOCRACIA, pero en una DEMOCRACIA GENUINA, en donde se respeten los derechos de los ciudadanos, su libertad, su vida. Perdimos la libertad y seguramente queremos vivir en Democracia, pero que sea real, que sea estandarte de libertad.
Por favor le pedimos a los políticos, de todos los colores, que nos cuiden, es su obligación y es nuestro derecho exigírselos. Cuando pido esto no lo hago en adhesión ni en contra de ningún partido político, sino a favor de la vida y de la práctica democrática de los ciudadanos, que tenemos deberes pero también tenemos derechos y uno muy importante es el derecho a la vida y a la libertad.
Inseguridad… ¿mito o realidad?

encuestras sobre elecciones 2015

Giacobbe & Asociados Opinión Pública

ENCUESTA EN PROVINCIA DE BUENOS AIRES
SOBRE LAS ELECCIONES 2015


Informe COMPLETO



Click en el siguiente enlace:

http://giacobbeconsultores.com/descargas/informe_pba_sep_2015.pdf


Atentamente,

Jorge Giacobbe
Presidente


Giacobbe & Asociados SA Opinión Pública
(011) 5218-7777  / @GiacobbeOP / info@giacobbeconsultores.com
www.giacobbeconsultores.com

domingo, 13 de septiembre de 2015

VIVIR O MORIR EN EL CONURBANO

Javier Auyero es profesor de Sociología en la Universidad de Texas, Austin. Es autor de los libros La política de los pobres, Vidas beligerantes, La zona gris, y junto a Débora Swistun de Inflamable, estudio del sufrimiento ambiental. María Fernanda Berti es docente y trabaja en una escuela primaria del barrio marginal Ingeniero Tucci, lindero a la feria La Salada. Durante cuatro años relevaron los relatos de los alumnos de Fernanda en una investigación que se extendió a los hogares y al barrio mismo. Esto es lo que dicen.
—Noto dos trabajos en el libro. Uno, el del sociólogo, y otro el tuyo, como docente, en el cual recopilaste de tus alumnos el relato de las situaciones de violencia, y que pudo ser una carga.
Berti: Es, pero no tanto. Primero, esa diferenciación formal existe, pero compartimos análisis y trabajo de campo. Respecto de la angustia, yo siempre digo que no vivo en Ingeniero Tucci, que me voy a mi casa, el dolor no es mío y es del otro. Claro que nos angustiábamos, pero es algo que intenté tener claro: lo que estoy narrando es el dolor del otro. 
—A mí me sorprende que recién en la página 80 aparezca el término “dignidad”.
Auyero: Hay una corriente de análisis que habla del ejercicio de la violencia como búsqueda del respeto, de la dignidad. No es lo que primó en el análisis porque no encontramos ese sentido. Yo estoy de acuerdo con Fernanda, me acerqué a Ingeniero Tucci sin pensar en escribir un libro sobre violencia. La intención era replicar el estudio que realicé en Villa Inflamable. Y fue tal la sorpresa que demostró que no estábamos preparados para comprender, porque por oficio y formación nosotros no somos “violentólogos”.
—Los niños y los adolescentes que se incluyen en este estudio son aquellos que durante su gestación o en sus primeros tres años de vida fueron subalimentados debido a la gran crisis económica de 1999 a 2003. Otra cosa que noté es la recurrencia hacia el encierro, que tal vez tenga que ver con el traslado del ámbito carcelario al barrio, incluyendo a la Policía.
A: Con respecto a la miseria, sí, creo que el contexto de esta cadena de violencia forma parte de lo que otra gente describe como violencia estructural, de mucha privación. Al mismo tiempo, el mejor predictor de ejercicio de violencia no es tanto la pobreza sino la desigualdad y la segregación, por eso lo vinculo a lo que estás señalando. Hemos conversado mucho la idea de “estar sitiado por la miseria”, la cárcel tan presente, sitiado por la Policía, por ejemplo, de una manera en la que no estamos acostumbrados a su presencia. La Policía no confronta con los jóvenes, sino que los recluta, hace pactos, es lo que llamamos Policía “petera”, y esto lo hace más complejo, pues es más que una relación de oposición.
—De alguna manera, en los grupos más desvalidos es donde se replica esta situación con la Policía donde parece que son grupos de tareas a cielo abierto con un fin económico y también de sumisión.
B: Tengo una anécdota de ayer. Era el día de actividad de la feria La Salada, me bajo del colectivo en la parada que corresponde a la escuela y veo un patrullero de la Policía, la seguridad de la feria, y también un móvil de Gendarmería. Voy caminando y escucho bocinazos del patrullero, me doy vuelta, y noto que le estaban gritando y tocando bocinazos a dos chicas que iban a la escuela. Doce y media del mediodía. Entré a la escuela enojada y ante algunos alumnos conté lo que había presenciado y ellos no se sorprendieron: “Pasa siempre, seño”, dijeron. Esto marca cómo ha cambiado la relación. En 1987 hubo una masacre de tres jóvenes en Tucci por parte de la Policía, hoy esa relación es muy diferente.
A: Creo que la Policía, más que un grupo de tareas clandestino, y de hecho hay facetas que la asemeja a esos grupos, también se parece a un grupo de extorsión. Porque está generando un peligro de manera constante con el tráfico de drogas, reclutando pibes para el robo, y ofrece cierta módica protección a cambio de silencio, de que le paguen. 
B: Hay otra cosa. Los pibes no le tienen miedo a la Policía. Le temen un poco más a la Gendarmería porque vienen en patota. 
A: Implícitamente, en el libro hay un análisis feminista sobre la violencia. Por qué decir que la violencia que sufre un pibe en la calle es más importante que la que sufre una mujer en el hogar. En ciertos sectores la mujer está doblemente desprotegida en su hogar. La Policía no asiste, y uno de los testimonios es claro: “Si vienen siempre tarde, para coserte si te violaron...” Esas mujeres siempre estuvieron acosadas, encerradas, en peligro. 
—Es el caso de Norma que reproducimos adjunto a este reportaje. Ahora, hay dos aspectos: no han entrevistado a fiscales, jueces de menores y de familia. Tampoco mencionan la función de los punteros políticos o agrupaciones, si es que hay alguna en el barrio.
A: Escribí un libro sobre el clientelismo, y conozco cómo funcionan las redes. Pero en este trabajo fuimos muy inductivos. En las notas que María Fernanda registra no aparecía la figura del puntero o agrupación política. Te doy un ejemplo: si nosotros hubiésemos registrado que los días que se cobra la AUH (asignación universal por hijo) empiezan las peleas, hubiese sido una descripción inadecuada no hablar de la AUH, pero no aparece. Eso no quiere decir que no haya punteros, y de hecho nuestra entrada a ciertos sectores del barrio fue autorizada hablando con algunos.
B: Mi trabajo tenía que ver con el adentro de la escuela, y si los chicos te dicen “mi mamá se fue a cobrar” y les pregunto cuánto pagan, me han contestado que es tanto pero descontando 300 pesos del puntero.
A: Reconocemos que éste es un libro incompleto. Pero de la experiencia que volcamos en él encontramos que muchas de las causas de esta violencia están en las instituciones que intervienen. Ya entrevistamos a policías, y planeamos hacer un análisis más estadístico comparando este barrio con otros. El tema de por qué lo sacamos como libro y no esperamos a tener un análisis causal de estilo sociológico más completo es porque si espero a tener datos duros sobre lo que ocurre en el conurbano bonaerense no terminábamos nunca... Yo estuve esperando ocho meses que el Indec me diera la cantidad de población que vive en esa zona. Nunca me la dio. Tuvimos que calcularla sobre la base de censos anteriores y un amigo ayudó a realizar la estimación. Ahora, otro de los mejores predictores de violencia intrafamiliar, doméstica, es la cantidad de hogares gobernados por mujeres. En general, si no tenemos los datos de población ni de cuántos hogares están al mando de mujeres, tu tarea se hace imposible. No es una excusa, pero son factores que inciden en este espacio que requiere un análisis detallado y que hoy no podemos hacer.
—La socióloga Ana Wortman refiere estos grupos desvalidos como “ignorados, invisibles”, y a mí se me ocurre que son “los omitidos”, no los encontrás en ningún lado, están fuera del margen.
A: En este país, el discurso de la seguridad está dominado por el de la inseguridad que sufre, siente y habla la clase media. En realidad (y esto no es un juicio de valor por la inseguridad que pueda sentir la clase media), la más grande inseguridad está en aquellos barrios donde existe la mayor tasa de homicidios y de heridos. Y en un sentido muy modesto queremos que de esto se hable, se converse. Por eso es una intervención. No se trata de la angustia de una maestra, sino de la de una población desprotegida. En relación con el tema de la negación, es justamente ése el rol que debe tener el intelectual: develar.

* Escritor.

¿Y por qué no?
A: En una conferencia en Washington termino de presentar el libro con lecturas de algunas partes, y alguien con una posición identificada políticamente me interroga: ¿por qué hablar de esto justamente ahora en un momento en el que hay inclusión social en la Argentina? Y mi respuesta fue más bien sencilla: ¿por qué no? Si esto existe. Si ése es nuestro rol. ¿Hemos perdido nuestra capacidad crítica? Si para eso estamos.
—Bueno, hay un gran problema con la capacidad crítica de los intelectuales oficialistas.
A: A mí nunca me gusta hacer tomas de posición respecto del lugar que debe ocupar un intelectual. La toma de posición es ésta (señala el libro sobre la mesa), nosotros no vamos a decir “en esto deberían estar las ciencias sociales”. La gente se llena la boca hablando de ciencias sociales interdisciplinarias, o que comuniquen con el público en general, o que colaboren. Yo no voy a escribir un tratado de colaboración, ésta es la muestra, un sociólogo que colabora con una maestra.

“Ese miedo que me vuelve”
A: Con el fin de confeccionar “la historia de vida”, Fernanda entrevista a una señora que dice tener mucho miedo los fines de semana porque la mamá la había abandonado dejándola con una tía, y entonces venían otros tíos a la casa, otros parientes, y entonces la acosaban, la tocaban... No lo dice de manera directa, pero está denunciando acoso sexual, intento de violación. La entrevista sigue, ella es la mamá de un adicto a las drogas y alcohólico, y cuenta cómo una madre busca a su hijo por las noches, cuando se pierde. Y cuenta el terror de verlo muerto. En un momento de la entrevista dice: “Es ese miedo de cuando era chica que me vuelve”. Esto lo veo en un sentido paralelo al de Norma (ver recuadro), la idea de que la violencia no vive solamente en la objetividad, en los intercambios sociales, en el afuera, sino que vive en el corazón, clavada en el pecho. Esto no quiere decir que la gente valore la violencia, no estamos hablando de que a los pobres les gusta la violencia. En ese caso hay un miedo internalizado que revive cuando la madre sale a buscar a su hijo y tiene miedo de verlo muerto, y es la misma madre que puede recurrir a la Policía para que arresten a su hijo con tal de no verlo muerto, lo cual hace a la situación más perniciosa, más perversa, porque ella sabe que la policía está vinculada al tráfico de drogas. Por eso hay una desazón en el libro, por eso la angustia ante un problema de tanta complejidad.

Norma y Alicia, o cómo se aprende la violencia
Este texto es parte del capítulo 3, “Cadenas de violencia”, del libro de Auyero y Berti. Además de los testimonios de niños y familiares en un barrio marginal (de los que se preserva el nombre real), presentan las conductas de la Policía y otras instituciones formales e informales (como La Salada), que contribuyen al abandono y la marginalidad.

Los caminos del temor.
 Luego de que Pedro le provocara una lesión grave a su hermano con un adoquín, y siguiendo el consejo informal de un empleado del juzgado penal de la zona al que había recurrido sin saber ya qué hacer frente a las cada vez más peligrosas agresiones físicas entre sus dos hijos, Norma, en compañía de Agustín, fue hasta la comisaría local para pedir que la Policía trasladase, si fuera necesario por la fuerza, a Pedro a un centro de rehabilitación: “Que lo saquen de la casa”.
A los pocos días, temprano en la mañana, un patrullero llegó hasta allí y condujo a Pedro hasta un centro localizado a unos diez minutos de su casa. En el centro, el psicólogo de guardia se rehusó a admitir a Pedro: “No puedo recomendar tratamiento de alguien que vino aquí traído por la fuerza pública”, le dijo a Norma, “tiene que venir por propia voluntad”. Turbada (“¿Y ahora qué hago con él?”, se preguntaba), Norma vio que Pedro aprovechaba la confusa situación para escaparse por una ventana del centro de rehabilitación. Regresaría a su hogar, luego de varias horas, “como un zombi”, bajo los efectos del paco.
En la casa, Pedro se encontró con una amiga de su madre, Alicia, que, enterada de lo sucedido, había acudido allí para acompañar a Norma. Alicia trabaja en el centro comunitario y tiene una larga experiencia con un hijo adicto al paco. Su relato de lo que hizo entonces y de cómo sus acciones estuvieron informadas por su propia biografía ilumina otra dimensión de la relación entre consumo de drogas y violencia doméstica, y, al mismo tiempo, ilustra cómo la pelea entre hermanos, que llevó a un intento de internación forzosa con participación policial, termina en una nueva paliza dentro del hogar, esta vez en nombre del respeto. Un ejemplo más de violencia encadenada.

Vivir y morir en los barrios marginales del Gran Buenos Aires

Un diálogo con Javier Auyero y María Fernanda Berti, autores de un libro estremecedor sobre la violencia en las barriadas pobres a pocos kilómetros de la Capital, en tiempos de inclusión.


“Fui a lo de Norma y cuando vi que Pedro iba a prender otro churro [pipa de paco], le pegué con esto [mostrando su puño]: ‘¡Hijo de puta! ¿No ves que estás haciendo sufrir a tu mamá? Ella te quiere mucho y está preocupada por vos. Hacele caso y ni se te ocurra lastimarla porque la próxima te pego más fuerte’.”
De acuerdo con Alicia, Pedro necesita “respetar” a su madre; un respeto que Norma tiene que ganarse si es necesario, como ella cree con una convicción adquirida por medio de sus propias relaciones y experiencias, con el ejercicio de la violencia:
“Yo fui pirata del asfalto, fui chorra, transa, tuve fierros… Pero mis hijos siempre me respetaron. Y cuando me faltaron el respeto, me hice respetar… mi hijo todavía tiene las marcas de los cadenazos que le di en la cabeza.”
Alicia no sólo le pegó a su hijo, Víctor, con una cadena, sino que utilizó esa misma cadena para amarrarlo a la cama: “Cuando estaba drogado no me obedecía. Se escapaba de casa seguido. Lo encadené a la cama para que no salga de su cuarto. Lloré tantas veces por él. Le dije que a mí no me gustaba pegarle pero que le pegaba porque estaba en las drogas”. Toda esta violencia no curó, sin embargo, la adicción de Víctor. Según ella, la prisión fue la que lo rehabilitó: “Dejó las drogas cuando fue preso, por un robo que no cometió.” Como la mayoría de los detenidos en las cárceles de Buenos Aires, Víctor estuvo preso sin sentencia durante tres años. Ese tiempo, según Alicia, “le hizo bien… ahora está curado”.
FUENTE PERFIL

Los piratas del asfalto roban cuatro camiones por día

El 84% de los asaltos fue en el área metropolitana, según un informe empresarial
Los piratas del asfalto roban cuatro camiones por díalos martes y los miércoles pueden ser malos días para las empresas que transportan su mercadería en la ciudad de Buenos Aires y en el conurbano bonaerense. Son los dos días más elegidos por las bandas de piratas del asfalto para sus golpes.
Y se trata de un delito que no cede en todo el país: cada 24 horas hay cuatro ataques a camiones. Se estima que la suma de todo lo robado alcanza unos 2000 millones de pesos al año.
El rubro más golpeado por la piratería del asfalto son las bebidas y los alimentos, sector que sufrió el 30% de los 1368 robos de camiones y camionetas en el país ocurridos entre agosto de 2014 y julio pasado. Le siguieron la industria textil, con un 22%, y en tercer lugar, las autopartes, 19%.
Así surge del último informe elaborado por la Mesa Interempresarial de Piratería del Asfalto, integrada por 80 empresas de la cadena de logística. El estudio, que fue hecho entre el 1° de agosto de 2014 y el 31 de julio pasado, revela que el 64% de los robos se produjo en el conurbano bonaerense; el 20 %, en la ciudad de Buenos Aires, y el 16 %, en el resto del país.
En los últimos tiempos se sumó otra modalidad a los robos de la mercadería en tránsito: el copamiento de las plantas de depósito o los centros de logística.
El viernes de la semana pasada un grupo comando armado con pistolas y ametralladoras, simulando ser operarios, copó un depósito de productos de electrónica en Monte Chingolo, en Lanús, y se hizo de un botín de 50.000.000 de pesos. No se trató de un hecho aislado, ya hubo otros casos similares (ver aparte).
"Son las mismas bandas de piratas del asfalto las que suelen copar los depósitos o los centros de logística. Un golpe planificado y sin contratiempos les genera un botín muy superior a lo que pueden hacer cuando roban un camión", explicó a LA NACION el abogado Gabriel Iezzi, de la Mesa Interempresarial de Piratería del Asfalto (www.pirateriadecamiones.com.ar ).
De los 1368 hechos de piratería del asfalto ocurridos entre el 1° de agosto de 2014 y el 31 de julio pasado, el 80% de los objetivos de los delincuentes fue mercadería transportada en camionetas. El 20% restante de los robos fue a camiones. "Si bien la modalidad de piratería del asfalto no aumentó de un año a otro y se puede hablar de una estabilidad en el delito, el último estudio sí demuestra un cambio de modalidad. Ahora, las bandas de ladrones apuntan a interceptar camionetas más chicas, como utilitarios, porque son las que transportan más mercaderías en los ámbitos urbanos", explicó Iezzi, quien ya hizo siete informes anuales junto con su socio Víctor Varone y en conjunto con las empresas de logística.

DELITO RÁPIDO

Con este diagnóstico coincidió el Coordinador de Seguridad de la Federación Argentina de Entidades Empresarias del Autotransporte de Cargas (Fadeeac), Oscar Farinelli. "El robo de los vehículos utilitarios, que en su mayoría se da en la ciudad de Buenos Aires, es un delito más rápido que los golpes a los camiones. Una camioneta se intercepta, a las pocas cuadras se cambia la carga a un utilitario y los delincuentes escapan con tranquilidad", sostuvo el especialista.
Un ejemplo de esta modalidad se dio este mes cuando agentes de la Policía local del distrito de La Matanza recuperó un cargamento de zapatillas valuado en 360.000 pesos cuando dos delincuentes descargaban el botín que les habían robado a los empleados de una fábrica de calzado que circulaban en una camioneta Renault Master. Los ladrones, que se movilizaban en un vehículo Renault Kangoo, interceptaron a sus víctimas cuando empezaban el trabajo de reparto y las tuvieron cautivas hasta que las abandonaron en el barrio de Parque de los Patricios.
Hace poco tiempo, una fuente consultada por LA NACION había dicho que los piratas del asfalto llegaron a pagar 20.000 pesos por la información sobre la mercadería transportada y la ruta elegida. E Iezzi sostuvo: "No se roba un camión que no transporte menos de 250.000 pesos en mercadería".
Si se analizan los hechos de piratería del asfalto ocurridos en la ciudad de Buenos Aires, se puede decir que la zona caliente de este delito son los barrios de Nueva Pompeya, Parque de los Patricios y Villa Soldati, con el 35, el 32 y el 16% de los casos, respectivamente.
En el conurbano los puntos críticos son la zona sur y la zona oeste, donde se registraron el 43 y el 42% de los hechos delictivos, respectivamente. En la zona norte, en cambio, sólo sucedieron el 15% de los robos.

CHOFER HERIDO DE UN TIRO

A principios de mes, el chofer de un camión que llevaba distintos tipos de mercadería a las provincias de Salta, Tucumán y Santiago del Estero no la pasó nada bien ante una banda de piratas del asfalto: cuando transitaba por el kilómetro 115 de la ruta 9, a la altura de Villa Alsina, fue baleado para que disminuyera la velocidad. Un proyectil lo hirió en una de sus piernas. Un ladrón tomó el volante del camión y sus cómplices dejaron abandonada a la víctima en el hospital Vélez Sarsfield, en el barrio porteño de Monte Castro.
El delincuente que manejaba el camión con la carga robada no pudo ir muy lejos: fue detenido tras un operativo cerrojo de la policía bonaerense.

LOS NÚMEROS DE UN FLAGELO MUY EXTENDIDO

64%
En el conurbano
El Gran Buenos Aires es el escenario principal de este tipo de delitos, en particular las zonas Sur y Oeste; le sigue la Capital, con el 20%
1368
Denuncias
Es la cantidad de asaltos a transportes de mercaderías ocurridos entre agosto de 2014 y julio pasado
250.000
Pesos
Esa es la cifra mínima del valor de una carga para dar un golpe comando. La mayoría de los asaltos a camiones o transportes importantes siempre se hacen con inteligencia previa o se compra la voluntad de algún empleado infiel ligado a la empresa
FUENTE LA NACION

En 23 de cada 100 hogares se produjo un robo violento

Esta modalidad delictiva tiene una participación relativa de 55% sobre el total de los delitos sufridos por los hogares, reveló un estudio. La violencia ejercida por los malvivientes en los atracos está en alza.
En los últimos doce meses en 23 de cada 100 hogares argentinos se produjo un robo con utilización de violencia, reveló un estudio estadístico del Laboratorio de Investigaciones sobre Crimen, Instituciones y Políticas (LICIP). 

En el marco de un estudio estadístico elaborado por el LICIP, organismo dependiente de la Universidad Di Tella, se estima que el 36% de los hogares de 40 centros urbanos del país fue víctima de al menos un delito en los últimos 12 meses. 

"Esto implica una caída del Indice de Victimización de 0.3 puntos porcentuales respecto de la medición de agosto de 2014", indica el texto del estudio, del que da cuenta hoy el Diario Popular, donde se agrega que "de cada 100 hogares, 23 sufrieron al menos un robo con violencia, y esta modalidad delictiva tiene una 
participación relativa de 55% sobre el total de los delitos sufridos por los hogares". 

El reciente caso de una pareja de jubilados de Isidro Casanova, asaltada y golpeada en su casa, se suma a preocupantes estadísticas sobre episodios delictivos con violencia en los grandes centros urbanos. 

El pasado miércoles, Raúl Funes le abrió la puerta de su casa en Isidro Casanova a tres operarios de una empresa de televisión por cable. 

Nunca imaginó el terror que sufriría, junto a su esposa. Es que no se trataba de trabajadores, sino de integrantes de una banda delictiva, que les pegaron y robaron sus ahorros. 

El caso forma parte de un panorama difícil, porque en los últimos doce meses, 23 de cada 100 hogares argentinos sufrieron robos con utilización de violencia. 

El caso en Isidro Casanova resulta paradigmático de la violencia ejercida por malvivientes dentro de los hogares, tal como queda expresado en la encuesta efectuada por el LICIP. 

"Entraron los tres con armas y yo les abrí la puerta porque dijeron que eran los de la empresa de cable que habían estado en la cuadra el día anterior. Amordazaron a mi mujer, la golpearon, la llevaron a una pieza, y a mi me pegaron una trompada y revisaron toda la casa", contó la víctima, de 74 años, que tras el 
hecho perdió unos 50.000 pesos, dinero que había ahorrado para realizar un viaje con su esposa. 

Los expertos del LICIP explican que "el objetivo del Indice de Victimización es cuantificar la tasa de victimización en la Argentina, que se define por el porcentaje de hogares cuyos miembros convivientes sufrieron al menos un delito en los últimos 12 meses, sean estos eventos denunciados o no a una autoridad 
competente". 

Las encuestas de victimización se llevan adelante en tres regiones del país, como la Ciudad de Buenos Aires, Gran Buenos Aires e Interior, compuesto por Cuyo, Noroeste, Noreste, Pampeana y Patagonia. 

"El relevamiento realizado en agosto de 2015 ubica al Gran Buenos Aires (34,2%) y a la Ciudad de Buenos Aires (32,9%) por debajo del promedio nacional (36%), mientras que en el interior del país se ubica con un valor igual a 38,5%", sostiene el trabajo. 
http://www.diario26.com/en-23-de-cada-100-hogares-se-produjo-un-robo-violento-213341.html