Conurbano K
Diciembre de 2001 encontró una vez más al conurbano en el centro de la política. Sus barrios empobrecidos, sobre todo los situados a la vera de la ruta 3, estuvieron en el origen de los movimientos piqueteros, cuya inteligencia en los meses más calientes de la crisis consistió en llevar los problemas y dramas del Gran Buenos Aires al centro de la ciudad. En este sentido, no debe ser casual que el momento más dramático de todo el ciclo de protesta (el asesinato de Kosteki y Santillán) haya comenzado en uno de los puentes que unen –y separan– a la capital del conurbano. A veces la historia procede con precisión de relojero.
Pero el proceso tenía también un costado paradójico. Socialmente pauperizado, el conurbano se fortalecía políticamente: la reforma del 94, que eliminó el Colegio Electoral y estableció la elección directa del presidente, potenció su relevancia electoral, al tiempo que los intendentes, verdaderos mini-presidentes con reelección indefinida, ganaron autonomía: la descentralización iniciada por la dictadura y profundizada durante los 90 transfirió a los estados municipales resortes en materia de salud y educación y luego, con el giro asistencialista de la política social, el control de la ayuda social, desde las cajas PAN alfonsinistas al plan Trabajar menemista y el Jefas y Jefes de Hogar duhaldista.
En este panorama de bancarrota social y agitación política se produjo el ascenso del kirchnerismo como nuevo eje de poder bonaerense. Aunque el crecimiento económico y la reconstrucción de la autoridad presidencial lograda a partir del 2003 le permitieron al Estado nacional reabsorber, a través de organismos como el ANSES y políticas como la Asignación Universal, parte de las facultades sociales delegadas a los municipios, el poder de los intendentes se había consolidado, como demuestra el ascenso, quemando etapas, de algunos de ellos a la escena política nacional. Frente a este nuevo paisaje, el kirchnerismo inició una estrategia de articulación directa con los municipios a través de la ayuda social y la obra pública, que le permitió evitar la construcción de un sub-sistema provincial sustraído de su control como había ocurrido con el duhaldismo durante los 90. La nueva pax conurbana fue condición del inédito cuadro de gobernabilidad política y estabilidad económica de la última década.
Pero por debajo de este mar sereno sucedían muchas cosas. Aunque el conurbano aparece ante la opinión pública como una colección de feudos azotados por el clientelismo y el voto cautivo frente a la supuesta racionalidad e independencia de criterio del informado votante porteño, lo cierto es que detrás de la fachada monolíticamente peronista se cocinan caldos espesos: aparatos supuestamente inconmovibles que fracasan rotundamente (en 2009 y 2011), elecciones más competitivas de lo que se piensa y un faccionalismo peronista que habilitó recambios (3): de hecho, tras los resultados de las PASO de agosto al menos 8 de los 24 intendentes del Gran Buenos Aires no podrán ser reelegidos.
En la campaña
Volvamos al principio. Formateado a través de una larga serie de reformas que fluyeron sin planificación, el conurbano ni siquiera tiene límites precisos: los 24 partidos que lo integran pueden pertenecer a una región educativa, una sección electoral, un departamento judicial o una región sanitaria diferentes. Mientras que desde hace medio siglo la capital mantiene sus límites geográficos intactos y sus habitantes por debajo de los tres millones, el conurbano se ha ido expandiendo hasta duplicar su extensión y triplicar su población, que hoy araña los diez millones de personas.
En este contexto, resulta notable que la cuestión territorial se encuentre prácticamente ausente del debate político. El poder militar, que durante casi dos siglos marcó el pulso del país, le imprimía cierta dimensión territorial a la política: para los militares, un país es antes que nada un espacio y un perímetro cuya seguridad hay que garantizar mediante desplazamientos que no reparan en arraigos ni pertenencias. Apenas concluida la dictadura, fue Raúl Alfonsín quien, con su proyecto de trasladar la capital a Viedma, formuló el último intento por corregir de un solo golpe el desequilibrio territorial de Argentina. Menem nunca se ocupó del tema y el kirchnerismo repensó el territorio a través de la integración de la periferia nacional a través de la infraestructura, con la incorporación de provincias como Chaco, Formosa y Corrientes al gasoducto del NEA, la articulación de la Patagonia con el sistema eléctrico interconectado y la construcción de nuevas rutas.
Por eso resulta interesante la propuesta de Daniel Scioli de crear un Ministerio de Ciudades y Territorios, como el que funciona en Brasil desde que la Constitución de 1988 estableció el “derecho a la ciudad” en su catálogo básico, que contribuya a revisar la organización geográfica del país. Si se concreta, la primera tarea del organismo, quizás antes que cuestiones más presentes en el debate público, como los reclamos de los productores agropecuarios de la zona núcleo, debería ser la creación de alguna instancia de coordinación entre el gobierno de la ciudad, el de la provincia y los 24 municipios que –con la excepción notable del Ceamse y la Autoridad de la Cuenca Matanza-Riachuelo– hoy se encuentran funcionalmente desconectados, incluso para gestionar cuestiones tan necesariamente conectables como ¡el transporte!
Pero para eso será necesario emprender casi diríamos una batalla cultural, que complemente el imaginario mediático del conurbano con uno que, sin caer en la nostalgia pava de “cuando los chicos salían a jugar a la vereda”, ponga el foco en esa civilización hecha de reivindicaciones plebeyas e imaginación popular que todavía late debajo de la barbarie del clientelismo, las cámaras de seguridad y los escombros de todas las crisis.
1. Véase el artículo de Carla del Cueto y Cecilia Ferraudi Curto, “Made in Conurbano. Música, cine y literatura en las últimas décadas”, incluido en El Gran Buenos Aires, compilado por Gabriel Kessler y editado por Unipe/Edhasa, de donde tomé varias de las ideas para esta nota.
2. Véase el ensayo introductorio del mismo libro.
3. Véase el artículo de Gabriel Vommaro, “El mundo político del conurbano en la democracia reciente”, en el mismo libro.
http://www.eldiplo.org/195-los-nudos-de-la-economia/empezar-por-el-conurbano/
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