lunes, 6 de octubre de 2014

Frivolizar el crimen agrava la inseguridad

Frivolizar el crimen agrava la inseguridad

En las últimas semanas, el hombre identificado como "el motochorro" logró súbita popularidad al difundirse un video filmado por su víctima, que permitió identificarlo.
Aguirre no fue detenido, a pesar de que, para la gente común, su delito parece evidente. Por el contrario, su aparición en un programa de televisión lo convirtió en una estrella,disputada por los canales y las radios.
Este fenómeno mediático no se explica por el carisma del personaje, sino por la actualidad y la cotidianeidad del crimen.
En Salta y en Orán, los motochorros han causado tragedias.
El delincuente que sale armado es siempre un asesino potencial, más allá de que piense utilizar el arma solo para amedrentar a la víctima.
La inseguridad es la mayor preocupación en todos los estamentos sociales de la Argentina. Las encuestas la ubican por encima de la inflación y el desempleo. La mayoría de las personas tienen miedo de ser asaltadas o de que las maten.
Hasta 2009 era posible observar las estadísticas de criminalidad en el Ministerio de Justicia de la Nación y allí se apreciaba que durante la crisis de 2001 y hasta 2003, la cantidad de denuncias de robo había aumentado en forma alarmante. En cambio, los homicidios mantuvieron la misma incidencia. En 2009, por alguna razón que nunca se informó, el ministerio ocultó esos datos.
Una década después del fenómeno Blumberg, que derivó en un compulsivo endurecimiento de las penas, la población carcelaria se ha duplicado -según estimaciones oficiales-, pero los índices de delincuencia no mejoraron.
Suponer que la inseguridad es una mera sensación es ignorar la inteligencia humana. Esa teoría, sostenida por el juez de la Suprema Corte e influyente jurista Raúl Zaffaroni, sobredimensiona el poder de la comunicación, pero es refutada por la crudeza de la realidad.
El mal llamado "garantismo" es en realidad "abolicionismo", una visión ideologizada y reduccionista, que prefiere colocar al criminal en el lugar de la víctima, y a su víctima, en el rol de miembro de una sociedad injusta y violenta que arrojó a su victimario al delito.
Sin coherencia no puede haber una estrategia política, jurídica y técnica que guíe a los responsables de la seguridad: jueces, fiscales, funcionarios, policías.
Esa orfandad quedó reflejada en el debate que desencadenó "el motochorro".
No solo el periodista Mauro Viale, sino actores como Mirtha Legrand, Ivo Kutzarida, Pablo Echarri y el cineasta Damián Szifrón plantearon una polémica que muestra hasta dónde las teorías sobre la "mano dura" y el "garantismo" se cuelan por la vía emocional y conducen a un debate que no puede dar frutos.
Echarri y Szifrón, al afirmar que de haber sido pobres hubieran preferido robar antes que ser albañiles no hicieron más que mostrar la distorsión garantista. Les respondió un excartonero, experto en artes marciales y amigo de Guillermo Moreno, Jorge "Acero" Cali, quien opinó que "están mal de la cabeza".
El mismo pensamiento progresista que pregona "no criminalizar la pobreza" termina asociando el crimen con la falta de expectativas.
Siempre es desaconsejable hablar de lo que no se sabe.
La inseguridad es una sensación que aumenta cuando alguien ha sufrido los delitos en carne propia o le sucedió a alguien de su núcleo familiar. Los garantistas sostienen que esa sensación la producen las noticias repetidas por la televisión, pero las encuestas serias demuestran lo contrario.
La legislación argentina ofrece garantías para los derechos de todas las personas, pero ciertas contradicciones son incomprensibles. Para el ciudadano común es inexplicable que "el motochorro" no esté preso. Según el secretario de Seguridad, Sergio Berni, ningún fiscal quiso detenerlo.
Este hombre joven, convertido en figura, desató un debate maniqueo, pero que mientras no avance hacia un cambio jurídico y político, solo puede servir para aumentar la inseguridad de la ciudadanía.

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