Qué hacer. Los padres, la escuela y el propio Estado son claves para formar a los hijos en una cultura no violenta. Para reprimir el delito, en tanto, es determinante la capacitación de las fuerzas de seguridad.
La historia y la vida misma indican que la violencia siempre ha estado emparentada con la inseguridad. La inseguridad tiene como correlato o punto de partida necesariamente un hecho violento. Si la violencia no existiera no habría inseguridad, porque el acto violento genera un miedo lógico y conductas que tratan de resguardar principalmente la vida.
La violencia y la inseguridad son temas complejos al mismo tiempo que estructurales, y en ese contexto no parece fácil dar una explicación de cómo nacen, en especial en un conglomerado social y urbano, que es donde parecen presentarse los mayores actos violentos. Como contrapartida, podemos determinar en cambio cómo se puede ir construyendo una sociedad pacífica.
La paz social se va conformando en principio con ejemplos que puedan marcar el camino de conductas seguras y no violentas. En efecto, estas acciones se inician en el mismo entorno familiar, a través del padre y de la madre, que deben y pueden incidir en las mismas pautas del crecimiento de sus hijos para generar un contexto adecuado y pacificador.
Esta es la primera acción protectora e iniciadora de una seguridad futura, y ante su ausencia es el Estado el que debe cubrirla a través de los organismos adecuados. Su obligación es suplir esta falta con acciones positivas. Y después la misma escuela, que va a ir marcando los primeros caminos hacia actos no violentos y por ende seguros.
El Estado debe tener una visión absoluta y de seguimiento de cómo se conforma la familia y cuál es su educación, como asimismo de quienes se hallan en esas condiciones y cómo esta se desarrolla, toda vez que no es posible que solo sea este un valor estadístico o de mercado.
La familia, la escuela y el Estado en su conjunto resultan responsables de esta labor inicial contenida en un desarrollo intelectual y pacificador de nuestros hijos. De esta manera estaremos construyendo en el tiempo los primeros programas de seguridad casi sin darnos cuenta.
Alguien podrá preguntarse sobre aquellos niños que no pueden tener una educación porque tienen necesidades más elementales. El mismo Estado debe acentuar todos los esfuerzos posibles en incluirlo.
Ganar la niñez es ganar la seguridad futura, ganar la educación como elemento de crecimiento y contención es ganar este tiempo y este espacio, que significa ganar la paz de todos. Este es un cambio cultural indispensable para empezar a forjar una sociedad pacífica.
José de San Martín decía: "La seguridad de los pueblos a mi mando es el más sagrado de los deberes", lo que implica acuñar, salvando las distancias históricas y temporales, la imperiosa necesidad de fortalecer el campo de la seguridad y tomarlo como un deber de todos, pero esencialmente del Estado.
La actividad del Estado es fundamental para acentuar acciones tendientes a imponer en principio su presencia en aquellas zonas donde sea necesaria su actuación. Estos actos deben generarse y acentuarse a través de organismos propios y también a través de OMG's e instituciones intermedias con control estatal, pudiendo actuar en los más dispares campos, a saber: drogadicción, enfermedades, centros asistenciales y psicológicos, talleres de actividades diversas, acompañamiento religioso, etcétera.
El control es el primer medio de prevención como herramienta útil en aras de evitar hechos violentos, y por ende es la manera de consolidar exitosamente cualquier programa de seguridad que pretenda aplicarse. Quien no controla no previene, porque el control claramente es el reaseguro de la prevención.
En toda sociedad es necesaria la aplicación de actos de autoridad, en el más amplio sentido. Aun cuando la prevención sea efectiva y se realicen todos los controles, resulta necesaria la actividad presencial de la autoridad como un estandarte visible y a los fines de brindar la protección y seguridad que la sociedad necesita.
La prevención que efectúan las fuerzas de seguridad debe tener como basamento una adecuada capacitación. El Estado debe brindar la mejor y más profesional preparación de quienes van a ser los brazos y la fuerza pública necesaria para llevar a cabo un adecuado ejercicio de la seguridad. Esa capacitación no solamente debe contener programas de entrenamiento, manejo de armas, resolución pacífica de conflictos, sino además adecuados programas sobre concepción y afianzamiento de la ética profesional y la honorabilidad de esta actividad, que debe ser el reaseguro de los ciudadanos para volver a confiar en ella.
La capacitación debe contar con adecuados programas de análisis profesional del delito, técnicas científicas de investigación y formas adecuadas de llevarla a cabo conforme las características y a la evolución del delito. Deben existir cuadros formados y entrenados para la investigación de la delincuencia que deben contar con un apoyatura estructural y de recursos humanos lo suficientemente amplia a los fines de hacer frente a la inteligencia del delito.-
El gran escritor británico William Shakespeare decía: "La sabiduría consiste en saber cuál es el siguiente paso; la virtud, en llevarlo a cabo". En este tema. la sabiduría se da en el conocimiento propio de cómo se hace una investigación, y la virtud es la decisión de encontrar a los responsables, cosa que solamente una fuerza profesional capacitada puede lograr adecuadamente.
Cuando hablamos de transparencia en las fuerzas de seguridad, hablamos básicamente de tres puntos concretos: la transparencia en la formación y capacitación, en la investigación delictiva, que generará confianza en las autoridades judiciales y en la sociedad, y en la conducción de la fuerza, que tiene la obligación de generar ejemplos a seguir y los esfuerzos necesarios para su orientación y el control político adecuado.
El escritor ruso Yevgeny Yevtushenko elaboró una frase llena de contenido cultural y humano que tiene soberana actualidad: "Llegará un día en que nuestros hijos, llenos de vergüenza, recordarán estos días en los que la honestidad más simple era calificada de coraje". ¿Es posible ser deshonestos con la vida de nuestros hijos? ¿Nos faltará el coraje de hacerlo, aun cuando el dolor nos llegue desde nuestra propia progenie? No me caben dudas: la historia nos marcará en el tiempo cuál fue nuestra decisión o cobardía.
http://www.lacapital.com.ar/opinion/Violencia-inseguridad-y-cambio-20140627-0014.html
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