sábado, 9 de febrero de 2013


La costumbre de vivir con inseguridad

En lo que va de este año destacan como malas noticias los asesinatos y violaciones que pareciesen ser pan de cada día. La lógica de sostener una sociedad segura se diluye en buenas intenciones y discursos cada vez más reiterativos. Me atrevo a decir, sin afán de desmerecer las prioridades que determinadas autoridades exponen en sus discursos, que la inseguridad en el país es un tema más importante que los cánticos xenófobos de un grupo de soldados chilenos, las declaraciones políticas del oficialismo y la oposición, el
Carnaval y varios otros temas que –hoy por hoy– inundan también nuestras mentes.
Como casi todos los temas inherentes al gobierno de un Estado, las soluciones debieran pasar por el análisis de aspectos técnicos (no necesariamente políticos), derivados de los cuales, me atrevo a indicar, existen medidas que podrían aplicarse para hacer de nuestra patria un lugar más seguro, a su turno experiencias internacionales demuestran la efectividad de acciones que se podrían pretender.
La seguridad interna de un Estado está a cargo de entidades como la Policía Nacional, entidad desgastada en su prestigio, mal pagada y que cuenta con poca inversión, lo que deriva en falta de recursos, falta de control y seguridad. En otros países (tal el caso canadiense) la presencia policial en las calles es alta, el patrullaje funciona muy cercano a la población. Sin ir muy lejos, la dotación de recursos a las fuerzas de orden logra que el policía se sienta seguro en su trabajo, que reciba capacitación, que rechace soborno y forje –eventualmente– una imagen de respeto y solidez (tal el caso de los Carabineros de Chile). Estos factores son inexistentes en el país, lo que se hace es muy poco y la entidad del orden se ve rebasada por la delincuencia. Se debe de proveer de más recursos económicos, evaluaciones y control al personal y buscar la estabilidad y solidez de una Policía digna. En tanto esto no suceda, para combatir el crimen se tendrá incluso que acudir a las Fuerzas Armadas en caso necesario, pero la inseguridad debe terminar.
Otro factor que incide en este tema, por demás conocido en el país, es el alto consumo de alcohol. Deberá de pensarse en un mayor control, incrementar el impuesto al consumo específico, evitando un precio accesible a las bebidas. En otros países una botella de licor incluso debe estar cubierta (por bolsas de papel usualmente) y su consumo es objeto de limitantes que se cumplen. En Bolivia es práctica habitual de frente o a escondidas, sea o no en festividades.
Un último paso será punitivo. Ante la comisión del delito, la severa sanción deberá aplicarse. Propuestas al respecto ya están en discusión en foros políticos de alto nivel.
Es momento de que de las ideas se pase a las acciones, de que en vez de masacrarnos políticamente o comprometer apoyo a las investigaciones, se implementen medidas reales y concretas. De la seguridad de un Estado depende la felicidad y progreso de su población.
El autor es abogado

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