Jóvenes delincuentes, victimas o victimarios?
Con cierta frecuencia escuchamos noticias en la prensa con respecto a jóvenes y
menores delincuentes que se nos presentan como tremendamente peligrosos y
cercanos y ante los que debemos tomar todas las precauciones posibles.
Estas noticias nos presentan a muchachos curtidos y duros, sin
emociones, asesinos en potencia, lejanos a nuestras realidades y en muchos casos
incomprensibles y ante los que nos preguntamos ¿por qué fueron capaces de
cometer tamaña brutalidad? Solemos concluir que no son personas, sino monstruos,
que habría que encerrarlos a todos de por vida, cuando no señalamos que debería
matárseles aplicándoles la pena capital. No merecen vivir y son un peligro
enorme para todos tanto como personas como sociedad, sorprende además su arrojo
y el número tan enorme de actos delictivos que han podido cometer, sugiriéndose
en sus historias de vida una impunidad tremenda que nos sitúa en pañales en un
mundo peligroso y terrible ante el que cabe el miedo y la espiral de respuesta
represiva por vía .
Por otra parte, están los chicos que nos despiertan compasión y empatía, pena,
sentimientos incluso de culpa por que tengan historias de vida duras, durísimas;
situaciones ante las que nos preguntamos también ¿cómo es posible que en pleno
siglo XXII esto ocurra?. Los menores son en estas situaciones los estandartes de la movilización ciudadana de
carácter solidario, los movilizadores de las mayores dosis de solidaridad y
compromiso en lo local y en lo mundial.
Pues bien, estas dos caras de la
realidad que aparentemente se nos presentan tan opuestas y antes las que
respondemos de manera completamente contraria: represión frente a protección,
violencia frente a cariño, rechazo frente a cercanía... no son más que, en la
mayoría de los casos, las dos caras de la misma moneda, dos mismas realidades
unidas intrínsecamente entre sí y que no pueden ser explicadas por separado. Es
ahí donde confluye la pregunta y la respuesta del ¿cómo es posible? Al
conectarse e interconectarse las respuestas ante ambas situaciones podemos
entender que es lo que ocurre. También confluye la segunda variable común entre
ambas situaciones, el terreno de lo emocional, la activación de las emociones
tanto en nuestras reacciones ante estas circunstancias como en nuestras
valoraciones, lo cual impide, muchas veces la conexión racional entre las dos
caras de la moneda señaladas.
Con frecuencia conviene, además, presentar
ambos grupos de situaciones y circunstancias como lo mas separadas posibles y lo
menos conectadas entre si y en este papel colaboran tanto los medios de
comunicación de masas como un principio fundamental de economía de información o
los intereses de los más poderosos especialmente a la hora de introducir
legislaciones represivas al tiempo que manifiestamente ineficaces en el terreno
de la rehabilitación que no en el de la rentabilidad política a corto plazo.
Le invitamos, querido lector, a un ejercicio vamos a presentarle dos
historias de vida, una de delincuencia y peligro, de pavor, de miedo y de
brutalidad, otra de indefensión, de pobreza, de precariedad, de exclusión.
Seguramente si no imaginase que ambas vidas son de una misma persona por esta
introducción y por el conocimiento que pueda tener de la persona que
presentamos, pensaría sin duda que ambas vidas no pueden ser la de la misma
persona. Introducir esta contradicción y esta conexión es el objetivo del
presente trabajo.
En cuanto a la fundamentación teórica del mismo, decir
que nos basamos en el planteamiento diferenciador entre las situaciones de
inadaptación objetiva y de inadaptación subjetiva (Valverde, 1993) que plantean
justamente lo que pretendemos decir: la diferenciación entre la inadaptación
real y su manifestación externa normalmente a través de la institucionalización
como respuesta social.
También podríamos hacer referencia a los aportes
de Pichón Riviere con respecto al chivo expiatorio.
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