lunes, 17 de septiembre de 2012

SERA???


La maldición argentina de ser hoy un representante de la clase media???

uando Raúl Alfonsín ganó las elecciones presidenciales, en 1983, se esperó ansiosamente que los peronistas hablaran por televisión reconociendo la victoria. Mucho parecía depender de ese reconocimiento, que iba a dar legitimidad a los resultados. Hacia media noche, el ensayista Jorge Abelardo Ramos (de quien descienden Jorge Coscia y Ernesto Laclau) apareció en las pantallas desconfiando todavía de los escrutinios parciales: "He visto a gente festejando por la calle Santa Fe, vestidos con Pierre Cardin". Ramos era un provocador, pero la frase con la que quería desacreditar un posible triunfo de la UCR tiene una historia que se prolonga hasta el presente.
Invalidar una manifestación por la composición social de sus integrantes fue un tipo de discriminación que se difundió precisamente para atacar al peronismo. Vittorio Codovilla, dirigente del Partido Comunista, calificó a las masas movilizadas por Perón el 17 de octubre como una multitud de marginales y lúmpenes. La oposición a ese primer peronismo reduplicó esa apuesta discriminatoria: negros, cabecitas, fueron los sustantivos que usaron los "cultos" para designar a los obreros.
Décadas después, el lenguaje de la discriminación vuelve a utilizarse para describir a los manifestantes del jueves pasado. De nuevo, las calles que se mencionan son Santa Fe y Callao como centro místico de la convocatoria. Si ese lenguaje podía describir adecuadamente la anterior movilización de caceroleros, que fue pequeña y poco entusiasta, no parece el más adecuado para la última. El cruce emblemático de las dos avenidas de Barrio Norte tuvo decenas de espejos en las ciudades argentinas.
Sin embargo, las críticas kirchneristas a la movilización del jueves se apoyan en datos y citan consignas indiscutiblemente escritas en las páginas de Facebook que propagandizaban la convocatoria. Allí se ha usado el lenguaje del odio contra los planes sociales y la asignación universal ("planes descansar" y "asignación para coger", entre otras frases), que no salió de la cabeza de Cristina, sino de una iniciativa presentada, hace años, por Elisa Carrió. Este despiste ideológico, la antipatía contra la política y el encierro dentro de los propios deseos indican el terreno fracturado en el que se mueve la protesta.
Por televisión algunos relatores periodísticos se entusiasmaron recordando la "primavera árabe". No recordaron, sin embargo, quiénes ganaron las elecciones en Egipto después de esas movilizaciones de masas. Por televisión también se subrayó la ausencia de toda interpelación política. Se olvidó, sin embargo, que es la política la que puede dar una continuidad a las reivindicaciones de quienes se movilizaron el jueves.

La lección de 2001

Todo sucede como si no tuviéramos la posibilidad de aprender de 2001: si se rechaza la política, lo que se consigue, finalmente, es o el activismo permanente (difícil de sostener en una sociedad como la argentina) o la volatilización de las energías llevadas al espacio público, que encuentran muchos obstáculos para seguir allí sin organizaciones.
Las manifestaciones "espontáneas" tienen todos los problemas de la ausencia de la política que, al mismo tiempo, rechazan. Un verdadero dilema que queda de manifiesto cuando se mira el paisaje español, donde son los partidos, rechazados en gigantescas marchas, los que siguen definiendo el futuro inmediato, imponen un ajuste implacable y no escuchan el mensaje de los indignados.
¿Por qué se sostiene el kirchnerismo? En primer lugar porque ocupa por completo, casi sin fisuras, el aparato administrativo y económico del Estado. En segundo lugar, porque se apoya en una vasta organización territorial, que representa a ese Estado en los últimos rincones de la sociedad, donde viven los que más sufren y los que más necesitan.
El aparato kirchnerista no permite desbande ni desmadre. Este arte de la movilización lo conocen bien los peronistas y fue su legado póstumo a Cristina Fernández.
La movilización del jueves pasado mostró a sus integrantes lejos del Estado y del Gobierno, contra el que protestaban, pero también lejos de una armazón que pudiera abrirles el camino del mediano plazo. La política es complicadísima. Nada es menos instantáneo que sus expresiones.
Todo esto es sabido y parece antipático recordarlo ahora, justamente cuando el periodismo oficialista hace una discriminación de clase para acusar a los manifestantes, como si las capas medias no tuvieran el derecho de presentar sus reclamos.
Solitario, aunque también cediendo a la tentación de hablar de "gente paqueta", Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, puso un alerta en su propio campo: "El Gobierno no debe descuidar esto. Es necesario tomar nota de esta importante movilización con cuyos fundamentos no estoy de acuerdo"...
  BEATRIZ SARLO
http://www.lanacion.com.ar/1508884-la-maldicion-argentina-de-ser-hoy-un-representante-de-la-clase-media

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