En algún tiempo, era solo
un asunto marginal. Algunos sectores sociales a los que no llegaba el progreso
lo padecían, y en el otro extremo, los que mayores recursos disponían, se
preocupaban por no ser saqueados.
Hoy la inseguridad golpea
como problemática social en forma transversal. Castiga en forma general a la
sociedad toda. Ya no se trata de villas o countries, ricos o pobres, la epidemia
se ha convertido en pandemia y nos impacta a todos.
Una simple mirada a
nuestros hogares nos mostrará alarmas, rejas, guardias privados, cuando no
"serenos", sofisticados sistemas de seguridad en puertas y ventanas que cada vez
tienen mas cerraduras y pasadores. Dejar un hogar sin ocupantes para ir a
trabajar, estudiar o para hacer una visita familiar implica un operativo muy
minucioso para asegurarnos que nuestra vivienda y bienes estarán a salvo, o al
menos que no será presa fácil d Nuestros hábitos más elementales en el andar
cotidiano dan otra muestra de lo mismo, un caminar vigilante, atento al más
mínimo movimiento que nos genere sospecha, bajo una desconfianza exacerbada y
esa actitud casi hostil frente a cualquier desconocido que se acerca. Carteras y
bolsos celosamente cuidados en ese circular casi paranoico al que finalmente
debimos acceder por meras cuestiones de supervivencia.
El repertorio es
inagotable, elegir la ruta menos peligrosa, el camino hacia la escuela, el
trabajo o cualquier actividad apelando al sentido común, intentando recorrer las
zonas mas concurridas, menos arriesgadas, mas iluminadas. Es casi una obligación
evitar los ámbitos oscuros o las barriadas desprestigiadas convertidas casi en
ghettos.e los más improvisados delincuentes.
La sociedad ya ha
colocado a este tema hace tiempo en los primeros lugares en las encuestas. Los
políticos no encuentran el camino, es mas, no lo conocen, por eso muchos incluso
intentan minimizarlo, ignorándolo en sus discursos.
Sabemos que ese no es el
camino. Nada se soluciona sin nuestra decidida acción al respecto. Los hombres
podemos hacer que las cosas pasen, solo si estamos sobre ellas. Se precisa una
actitud perseverante, con convicción y sobre todo un diagnóstico adecuado, ese
que aun no aparece con claridad.
Los políticos no saben
como llevarnos hasta ese destino que nos libre de esta sensación espantosa de
que podemos perder nuestras vidas o bienes a la vuelta de la esquina, pero lo
mas grave aun es que no hemos dado el puntapié inicial, el imprescindible y
necesario, ese que implica comenzar el debate.
Algunos gobiernos,
respondiendo a la demanda más elemental de la sociedad, esa que reclama aumentar
la seguridad como forma de contrarrestar el delito, han dado rienda suelta a
esta ecuación que ya ha demostrado reiteradamente su ineficacia.
Mas policías, mas
controles, para darle batalla al delito. Ojala fuera tan simple. El tema es
complejo, y hay que decirlo, la solución no parece tan lineal. Ninguna propuesta
de trabajo que no contemple que estamos frente a un fenómeno social que tiene un
origen multifactorial tiene chances de lograr éxito.
La problemática esta
plagada de causas que explican solo parcialmente el fenómeno. Drogas, alcohol,
pobreza, impunidad, ausencia de justicia, una débil concepción del valor por la
vida y la propiedad privada, una sociedad que ha perdido la cultura del trabajo,
familias desintegradas, ausencia de diálogo en el hogar, una educación que
muestra grietas, con códigos morales destruidos y una fragmentación despiadada,
son solo algunos de los componentes de una larga nómina que en combinación, casi
nunca aislados, conforman el coctail que deriva en este desastre
actual
El tema es
complejo, MUY complejo. Los políticos no encuentran el camino. Digámoslo, la
sociedad tampoco. Pero vayamos por partes. Ignorar el asunto no nos conduce a
ningún lugar. Si no nos enfocamos en analizar la cuestión a fondo, si este tema
no se convierte en la preocupación central a la hora del debate, difícilmente
encontremos el rumbo que nos acerque a la solución, o al menos a atenuar
parcialmente las incontrolables consecuencias de este fenómeno.
Reconocer nuestra
ignorancia al respecto es el primer paso. Seamos claros, no sabemos como
enfrentar este asunto, ni políticos ni sociedad. Solo tenemos discursos plagados
de diagnósticos, los más de ellos incompletos. Sin la humildad de reconocer que
estamos perdidos, profundamente perdidos, seguiremos siendo rehenes de los
delincuentes, esos que disfrutan del privilegio de nuestra impotencia y
desconcierto
. Preocupa el asunto,
pero mas aun que el tema siga siendo tabú y que no estemos dispuestos a
instalarlo en el centro de la escena del debate. Alguien debe dar el puntapié
inicial. No es patrimonio exclusivo de los gobiernos, la responsabilidad es de
la sociedad toda, pero sería bueno que empecemos a ver quienes se sentarán en
esa mesa que nos ayude a recorrer el camino de vuelta. Queremos sentirnos
seguros, pero debemos trabajar mucho para ello. Depende de nosotros. Cuando a la
inseguridad dejemos de esconderla bajo la alfombra, tal vez tengamos una
chance.
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