miércoles, 8 de agosto de 2012

LA INSEGURIDAD APENAS...UNA SENSACIÓN


La Inseguridad encasillada, por capricho y conveniencia, como una construcción social.

"... la guerra es el dominio de la vida o de la muerte". Sun Tzu.

La ausencia está presente. Se siente en la enrarecida atmósfera que prolonga un desasosiego intenso. Una crisis que tendría que avizorar un cambio de paradigma. Una metamorfosis de este estado abúlico que genera sinsabores y exhibe, en cada discurso, en cada acción, una jactancia de ser. 

Una alevosía sobre la negación de la realidad, que desde arriba, quieren convertirla en ficción. Buscan instalar, mediante la tergiversación de los hechos o la brutal omisión de los mismos, que hay un 46% de argentinos que crearon, en sus imaginarios, una marginalidad. 

La marginalidad que trae la Inseguridad. Porque lejos de ser, la Inseguridad, un producto de la pobreza, es en realidad la generadora de la miseria. De una miseria colectiva que nos ha convertido en sujetos que esperan.

Y ya, casi con letargo, se mendiga, sin éxito alguno, una Seguridad en todas las esferas de la vida.

Sin embargo, el reclamo social tiene la respuesta del silencio y cuando no, la respuesta que denigra. Que subestima el intelecto y que hace, de los hechos concretos, un marketing de supuestas culpas pasadas. Es que de un tiempo a esta parte, Argentina, es el paraíso. El paraíso que no contiene pecado. En donde la serpiente no está al acecho. Sin embargo, el cajón está repleto de manzanas podridas.

El cajón, que hoy es la totalidad del territorio argentino, está plagado de delincuentes locales y de aquellos que arribaron -al Norte que parecía olvidado- para crear una estructura. Un cuerpo armado.  Una alineación física de individuos sometidos a la capacitación del uso de armas. Al entrenamiento logístico. Al estudio del terreno.

El Crimen Organizado, en su versión de Carteles de la Droga y Maras, sintió el “llamado” de una Argentina liberada y no se hizo esperar. Acudió a la “cita” y como invitados, trajeron todo lo necesario para expandir sus células y crear nuevas. Había instrumental humano local potable.

Los embriones fueron regados para tales fines.

Había mano de obra desocupada. Ignorantes muy fáciles de coptar para armar una fuerza de choque. Una “milicia” paralela no institucionalizada pero lo suficientemente preparada para digitar los pasos a seguir, una vez que la droga adquiere el aroma del color local.

Aunque también es cierto, que Argentina, ya no es solo un país de tránsito. También, produce.
Tiene sus cocinas. Sus centros. Su distribuidoras que van del Norte y tiene su destino final en CABA y La Provincia de Buenos Aires.

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