LE PASO AL DIRECTOR DEL DIARIO VELOZ!
La inseguridad volvió a tocar la puerta a los periodistas de DiarioVeloz.com y
esta vez los protagonistas del mal momento fuimos el hijo que llevo en el
vientre y yo.
Martes, último día laboral antes de los francos tan
ansiados. Era un martes como cualquier otro y por eso me dirigí a la redacción
como todas las mañanas, pero algo haría que las cosas cambien el
rumbo.
Como cada mañana, me bajé del colectivo 113 en Carabobo y
Rivadavia, en el barrio porteño de Flores; a muy pocos metros de allí, espero el
132, que alrededor de las 5.35 pasa por ese lugar, para dirigirme a la
productora y comenzar con mi jornada laboral.
Mientras esperaba, un joven
se acercó a pedirme 20 centavos para viajar y le respondí que viajaba con
tarjeta, no obstante busqué en mi bolsillo pero no tenía monedas, por lo que se
fue caminando hacia la avenida Rivadavia.
De repente, me empujaron contra
una puerta, me puso un arma en el cuello y me dijo: "dame la plata y el
celular". Sin opción alguna, porque lo único que pensaba mientras las
piernas me temblaban era en cuidar a mi panza, mi hijo/a, empecé a revolver el
morral.
Saqué la billetera, la abrí y me sacó los billetes que tenía,
mientras el arma ahora estaba debajo de mi mentón, volvió a pedirme el celular y
se lo entregué.
Luego, se separó unos pasos y me gritó que me tire al
piso. Sólo llegué a agacharme y vi que venía el 132 así que me subí sin
pensarlo, ya que el delincuente, a quien le iba a dar monedas de haberlas
tenido, ya estaba a unos cuantos metros por la misma vereda, pero esta vez el
destino elegido no había sido la avenida Rivadavia sino la calle Ramón
Falcón.
Al parecer, y por triste que parezca, los argentinos nos
acostumbramos a los arrebatos, a los asaltos a mano armada, a mirar para todos
lados antes de entrar a nuestro hogar, a tener todos los sentidos afinados en la
parada del colectivo (no me funcionaron en este caso), a trabar todas las
puertas del auto y tener la primer lista para salir corriendo en el semáforo,
entre otras formas cuidarnos o "paranoiquiarnos". ¿Será que nos estaremos
acostumbrando a vivir con miedo?
Luego llega el momento de la burocracia,
ir hacia la comisaría y dejar asentada la denuncia de lo que pasó.
La
bronca, la impotencia, las lágrimas, el dolor y las ganas de bajar los brazos no
desaparecen con un papel, pero quizás sirva como grano de arena para dejar bien
en claro que no es este país en el que nos criamos, que no queremos vivir con
miedo, que no queremos esto para nuestros hijos.
¿Hasta cuando vamos a
permitir que estas cosas sucedan?, ¿Hasta cuando vamos a soportar trabajar para
que en cuestión de segundos te saquen de las manos eso que conseguiste con
esfuerzo?, ¿Hasta cuando vamos a sentir que nuestra vida puede costar un
celular, 100 pesos o un par de zapatillas?
¿Nadie piensa hacer nada?,
¿Vamos a seguir en medio de una disputa política (entre Ciudad y Nación)
mientras los ciudadanos estamos padeciendo robos todos los días?
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