domingo, 10 de junio de 2012

ESTO HACE A LA INSEGURIDAD TAMBIEN!!!


Escasea comida en 1 de cada 10 hogares

En los últimos doce meses el 4,6% de las familias en áreas urbanas pasó hambre; además, en otro 6,6% debieron reducir las porciones
Los resultados de un relevamiento del acceso a alimentos nutritivos sorprenden en un país al que se le reconoce la capacidad de producir alimentos para 300 millones de personas. Un estudio muestra que uno de cada diez hogares de clase media o baja pasó hambre o tuvo que reducir la comida en la mesa por falta de dinero el año pasado.
Las 5712 viviendas que visitó el equipo de investigadores del Observatorio de la Deuda Social Argentina aportaron una radiografía representativa y socialmente heterogénea de lo que se conoce como inseguridad alimentaria, una variable que aquí se mide por primera vez.
No se trata sólo de la imposibilidad de que una familia pueda obtener alimentos todos los días, sino también de que la persona responsable de cocinar no cuente con la información para que pueda dar un mejor uso nutricional a los pocos productos que se puedan comprar en esa vivienda.
Este primer informe de una investigación más amplia en curso revela que en la Argentina el 4,6% de los hogares padece inseguridad alimentaria grave, que es cuando sus integrantes dicen que sienten hambre, mientras que el 6,6% padece el mismo problema de manera moderada, es decir, que deben reducir las porciones en la mesa por problemas económicos.
"Esto significa que casi el 12% de los hogares argentinos experimenta la inseguridad alimentaria -precisó el doctor Agustín Salvia, investigador del Conicet y coordinador del Observatorio de la Deuda Social Argentina, de la UCA-. Es decir que uno de cada diez tiene problemas económicos que afectan la mesa en un país que tiene excedente de producción de alimentos. Esto está muy asociado con el desempleo hace unos años y, ahora, con el empleo informal y precarizado."
Los habitantes de las villas o los asentamientos son los más afectados, seguidos de los vecinos de los barrios de bajos ingresos y los de clase media. Mientras que en las villas la inseguridad alimentaria alcanzó al 23,8% en los últimos 12 meses, en los centros urbanos pobres afectó al 16,2%, y en las zonas de clase media, al 4,4 por ciento. El 1,7% de las familias de ingresos medios dijo haber pasado hambre por problemas económicos el año pasado.
Aun así, los hogares muy pobres tienen diez veces más posibilidades de experimentar hambre y 16 veces más riesgo de tener que reducir la cantidad de comida que pueden comprar que los de clase media alta.
"La palabra «hambre» tiene una connotación muy fuerte -explicó Salvia-. Sólo quien lo sufrió sabe decir que sí a la pregunta de si tuvo hambre. Es una sensación asociada con haber tenido que reducir la dieta por motivos económicos, pero experimentada en lo físico."
Además de los ingresos, la inseguridad alimentaria está asociada con la educación de los responsables de organizar la mesa. De hecho, en los hogares con amas de casa sin el secundario completo, por ejemplo, se observó un aprovechamiento no tan eficiente del dinero y la comida.
"Una persona que tiene que administrar el presupuesto familiar podría mejorar la capacidad alimentaria del hogar con un buen equilibrio de las compras, pero hay hábitos de consumo que hacen que las personas sepan cocinar determinados productos o estén atadas a ellos, con precios muchas veces inaccesibles -dijo Salvia-. Eso hace que escaseen alimentos básicos en el hogar. A veces, la falta de educación reduce la capacidad de reemplazarlos por otros."
Junto con la doctora Ianina Tuñón, que dirige el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia de la misma universidad, y la becaria Bianca Musante, el doctor Agustín Salvia dirigió este estudio de la Serie Bicentenario, desde Resistencia hasta Ushuaia.
El equipo adaptó y validó en 2010 la Escala Latinoamericana y Caribeña de Seguridad Alimentaria, que quedó reducida a cinco preguntas de fácil comprensión para facilitar la respuesta. Esas preguntas indagan si la familia, tanto chicos de 0 a 17 años, como los adultos, sintió hambre o tuvo que disminuir la porción de las comidas en los últimos 12 meses porque no había suficiente dinero para comprar alimentos.

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