domingo, 22 de abril de 2012

NOS PARECIÓ GENIAL LA CARTA DE LECTORES!!



CAMBIOS DE HABITOS!!!


Pongamos rejas. Que los chicos no jueguen más en la calle. No dejemos el auto afuera. Pongamos alarma. No digas nunca que te vas de viaje. Que los abuelos no tomen mate en la vereda. Paguemos vigilancia. No digas que vivís solo. Pongamos videocámaras. Tengamos otro perro. No salgamos más de noche. Vayámonos de la casa a un departamento. Que el abuelo no vaya más al club caminando. Que los chicos no caminen de la parada de colectivo a casa. No vayas solo al banco. Ojo cuando cobrás. Pongamos más rejas. Vendamos la quinta. No hables con ningún extraño. No dejes entrar a nadie que se haga pasar por técnico. No lleves cartera. No lleves computadora. No lleves reloj. No abramos más el negocio de noche. Ojo con las motos. Ojo en los semáforos. En el colectivo roban. Blindá los vidrios. Cuidado al sacar o entrar el auto o la moto. Paguemos monitoreo. Que la tía viva con alguien. Seguros del hogar, seguro del negocio, seguro de salideras bancarias, seguros de cartera, seguros y más seguros. Cambios de hábito. Cambio de vida. Presos en libertad. ¿Deberemos despedirnos para siempre de las tardes con los chicos jugando libremente sin temor, con los abuelos disfutando y conversando en las veredas, con las mujeres caminando sin pánico a que las roben y agredan en cualquier instante? Es una gran pena lo que se está viviendo en esta ciudad como nunca antes. Inseguridad, violencia sin justificativo (¿puede haberlo acaso para agredir a un semejante?), tolerancia y aumento exponencial del narcotráfico. Tiroteos, arrebatos y ataques a cualquier hora y en cualquier sitio. Justificar la violencia es una grave confusión que puede llevar a un camino sin retorno. El Estado, a través de los gobernantes, debe reasumir de manera urgente el abandonado rol de velar por la integridad física y material de las personas y no sólo preocuparse por cobrar más impuestos, acomodar familiares y teorizar sobre justicia y derechos humanos sin ver ni hacer prácticamente nada respecto a lo que sucede frente a sus narices. Las estadísticas (que obviamente no incluyen la enorme cantidad de delitos no denunciados), la horrorosa cantidad de muertos, heridos y familias enteras con sus sueños destruidos llaman a una urgente y e indispensable reflexión.
Miguel J. Culaciati


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