domingo, 11 de marzo de 2012


El delito manda en el sur del conurbano

Hace 40 años que Carmen vive en Lomas de Zamora. Una sonrisa ilumina sus ojos cuando habla del pasado. "Dejábamos la puerta abierta. Tomábamos mate en la vereda", dice. Su voz apenas se oye en el aire apretado por los ruidos superpuestos de los motores, las bocinas, los equipos de música. Un remisero insulta a un peatón distraído y Carmen vuelve del pasado, cuando la atmósfera era más limpia y silenciosa y había más pájaros en la ciudad. La sonrisa desaparece: "A mi marido lo asaltaron cinco veces. Le robaron la plata y los documentos".
El departamento judicial de Lomas de Zamora, donde viven Carmen y su marido, Ramón, es la zona más peligrosa del Gran Buenos Aires. Además de ese distrito, abarca Almirante Brown, Lanús, distrito abarca Almirante Brown, Lanús, Avellaneda, Esteban Echeverría y Ezeiza. Según las últimas estadísticas de la Procuración de la Corte bonaerense, de las 627.995 investigaciones penales que se iniciaron en la provincia durante 2011, 104.462 causas se abrieron en esa jurisdicción. El delito creció en toda la provincia y también aumentó en Lomas. Un funcionario del Ministerio de Justicia y Seguridad dice que "hay dos grupos de delitos: el que está directamente vinculado a la seguridad y el relacionado con la conflictividad social. La tendencia en el primer grupo es de una disminución del 4,8 por ciento". También dice que la cantidad de delitos en esa jurisdicción es concordante con la cantidad de habitantes: el 15,3 por ciento de la población bonaerense.
"Esta zona siempre fue igual, con independencia del poder político de turno. El índice delictivo siempre fue alto", cuenta el fiscal César Lucero, que tiene 53 años y 33 de experiencia en el Poder Judicial. Lucero está a cargo de la UFI N° 13 de Lomas, que acaba de terminar un turno de 72 horas. En esos tres días, el fiscal contó 31 detenidos; tal vez cuando la policía termine de hacer los allanamientos que ordenó, el número de presos aumente a 36. "Es lo normal", aclara.
También es "normal" que haya un promedio de uno o dos homicidios por turno. En esta oportunidad, Lucero tuvo dos casos muy delicados: un joven que iba en una moto fue abordado por cuatro delincuentes; le dispararon y el muchacho terminó internado, con una herida grave en el hígado. El otro caso es el de un hombre al que le cortaron el cuello y le comprometieron la tráquea.
Carmen y Ramón son jubilados. A ambos sólo les gustaría no tener miedo cuando suena el timbre de su casa. "Ya no le abro la puerta a nadie? Y eso de andar mirando para los costados y para atrás? Eso no es vida", dice la mujer.
Un ex alto jefe de la policía bonaerense que se retiró hace poco tiempo y que conoce muy bien el departamento judicial de Lomas de Zamora afirma, en diálogo con LA NACION: "El delito aumenta porque disminuye la cantidad de policías. La zona sur es uno de los lugares con menor proporción de policías por habitante".
Según el jefe policial, una de las zonas más calientes es Villa Obrera, cerca de Monte Chingolo. "Si vas a la avenida Centenario Uruguayo, al mil y pico vas a encontrar un centro comercial. Preguntá por ahí, a ver qué te cuentan", dice otro oficial de policía, y deja flotando el suspenso.
En el lugar se acerca media docena de comerciantes a contar cómo y cuántas veces fueron asaltados. A Juan Carlos Mastromano, dueño de un salón de fiestas, una pareja lo asaltó tres días antes, a las cinco de la tarde. Hace poco, al propietario de una zapatería, Alfredo Mazza, lo asaltaron dos delincuentes y se llevaron toda la recaudación y 20 pares de zapatos. "Se fueron a la villa «La fé», acá a seis cuadras", cuenta Mazza.
Roberto Díaz, presidente de la Junta Vecinal Villa Obrera, lleva a LA NACION a recorrer los contornos de la villa. Entre las precarias casas, pueden verse restos de autos incendiados. "Si te roban el auto, al primer lugar donde tenés que venir a buscarlo es acá", dice. El subcomisario Carlos Muratore, a cargo de la seccional de Monte Chingolo, afirma que la villa ya no es un cementerio de autos. "Eso era hace cuatro años", dice.
Viviana trabaja en la guardia del hospital Evita, de Lanús, cuenta que es habitual recibir pacientes heridos. "El otro día cayeron dos, uno con un corte en el cuello y otro con una herida bajo la tetilla: un ajuste de cuentas entre narcos. Acá viene gente muy violenta. Esa puerta no está porque la sacaron a patadas". Del otro lado de la abertura están Ricardo y Nicolás, médicos de traumatología. "Esto es un campo de batalla. No hay seguridad. Y estos custodios no amedrentan a nadie", dice Nicolás. Su compañero cuenta que las situaciones violentas, dentro del hospital, son cosa de todos los días. Nicolás reflexiona: "Tampoco es cuestión de llenar el hospital de policías y puertas blindadas. Nosotros vamos a estar más seguros pero la violencia va a seguir ahí, del ...

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