jueves, 2 de febrero de 2012


La actuación de doña Cristina, su desconfianza e inseguridad, la necesidad de la recurrencia al luto y a la debilidad personal para suscitar compasión y adhesión, la permanente invención de nuevos culpables, la traición a sus mejores y más leales aliados, la conformación cada vez mayor de un Estado policial, no son actitudes de quien, como dije al principio, debiera sentirse casi una emperatriz triunfante.
 
Por Enrique Guillermo Avogadro (*)
“En el gobierno, como en el cuerpo humano, las enfermedades más graves proceden de la cabeza”
Plinio el Joven
 
Todos los diarios y canales de televisión dedican estos días gran parte de sus centímetros y de sus segundos a hablar de dos temas que, a mi juicio, son sólo cortinas de humo.
 
Me refiero, obviamente, a la reforma constitucional que, anunciada originalmente por la inefable doña Diana Araña Conti y ahora reverdecida por don ex Amado Boudou, permitiría la reelección eterna de la señora Cristina Fernández de Kirchner y, cuando no, a las Malvinas.
 
En ambos casos se trata de simples expresiones de deseos del oficialismo, ya que ninguna de las dos tiene posibilidad alguna de concretarse. Sin embargo, todos los argentinos discutimos, sin siquiera reflexionar sobre las posibilidades de ocurrencia, y dejamos de pensar en los verdaderos problemas del país que la Presidente dejará y en cómo solucionarlos.
 
Para reformar la Constitución se requiere que el proyecto sea votado por dos tercios de ambas cámaras del Congreso, un porcentaje de votos que el cristi-kirchnerismo dista mucho de poseer, y que no podría ser acompañado por otras fuerzas políticas, tradicionalmente funcionales al Gobierno, pues implicaría su irreversible suicidio.
 
En cuanto a Malvinas, después del huracán Kirchner, que dejó a un país totalmente indefenso, en el cual sus fuerzas armadas sólo podrían batallar durante una hora antes de quedarse sin municiones y sin combustible, toda contienda militar debe ser descartada; es decir, deberá la Argentina continuar sólo con medios diplomáticos para intentar terminar con la infamia que constituye la autoridad británica sobre las islas. Sin embargo, la designación de doña Alicia Castro, una chavista convencida, como nueva Embajadora ante el Reino Unido, no promete grandes logros en ese sentido...



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