viernes, 23 de septiembre de 2011

La falsa sensación de Aníbal

Mientras en Europa la indignación tiende a atenuarse en Europa, con indignados que empiezan a darse una tregua así mismos, aunque en los últimos días la tranquilidad pareció estar despertando nuevamente a consecuencia de la crisis griega, en Argentina otras son las preocupaciones que nos angustian que reabren grávidos interrogante de cara a lo que vendrá o puede venir

Me refiero al clima de inseguridad que agita la vida de millones de argentinos, inseguridad que dejó de ser una sensación para convertirse en una realidad que nos golpea cada vez con más dureza y que hace que el Jefe de Gabinete se vea en figurillas para explicar porqué hora tras hora, día tras día, los asaltos, secuestros y muertes en las calles son hechos comunes y habituales a pesar de los miles de gendarmes que están en la vía pública para desalentar a los delincuentes.
Tan cierta es la diáspora de argentinos al interior del país, que en Gualeguaychú mismo son cientos lo que han emprendido el regreso a nuestra ciudad. Uno de ellos me confesó que “después de cincuenta años he vuelto a mis pagos porque en Buenos Aires somos rehenes de los delincuentes…Si ya no somos dueños de asomar las narices a la vereda porque viene cualquier loquito y te acribilla a balazos. Lo que se vive en Buenos Aires no se puede contar con palabras: hay que vivirlo para darse cuenta en carne propia que la inseguridad no es una sensación, según el inefable Aníbal, vocero de la gran mentira nacional”.

La otra inseguridad


Sería un bobo si me sumara a la mentira oficial ocultando el rostro de una inseguridad de la que pocos hablan y que, sin embargo, daña sensiblemente el desarrollo de nuestra sociedad. Me refiero a la inseguridad social que emerge a partir de gestos, prácticas y actitudes corruptas que, por reiteradas, terminan siendo aceptadas como si fuera la cosa más natural del mundo. Un día se supo que el matrimonio gobernante se había apropiado de medio millón de dólares que pertenecía a la provincia de Santa Cruz que depositaron en un “paraíso fiscal” pero sin retornarlos a su estado provincial de origen. Y como nadie exigió rendición de cuentas, ese dinero entró a formar parte de un misterio que hasta el día de hoy nadie develó. En cualquier país normal del mundo, lose funcionario señalados con el dedo se hubiera hecho de inmediato el harakiri, como suele ocurrir en Japón. En Argentina, sin embargo, los que se quedan con dineros públicos son casi héroes y pasan a ser los nuevos próceres destinatarios de grandes mausoleos. Y cualquier parecido con nuestra realidad no es mera coincidencia.

La inseguridad social

Con ser una de las peores lacras, es una rareza oí hablar de la inseguridad social que sistematicamente se quedan con gran parte del sudor colectivo nacional. Pese a que existe un fallo de la Corte Suprema de Justicia que le ha ordenado al Estado Nacional pagar a los jubilados el 82 por ciento móvil condensado en la causa Bardaro.
ANSeS jamás fue obediente a lo dispuesto por el máximo tribunal de la República, argumentando siempre que no dispone de los fondos suficientes para ser justo con nuestros abuelos. Sin embargo, en las últimas semanas ha dispuesto de millones de dólares para sostener la caída libre de la moneda yanqui. Antes dispuso de fondos discrecionales para la compra de automóviles, heladeras, televisores. Siempre hubo dinero para tirar manteca al techo…, pero escaseó para darles unos pesitos más a nuestros queridos viejos…

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