miércoles, 4 de agosto de 2010

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La inseguridad

Las causas de la inseguridad en la Argentina 
El fenómeno de la inseguridad crece cada día a pasos agigantados. Para buscar las causas que generaron la situación actual es necesario echar una mirada al pasado. Tanto la crisis de 2001, como la ineptitud de las medidas sociales tomadas por los gobiernos y la corrupción de los sistemas judicial, policial y penitenciario, han logrado efectos puramente negativos en la sociedad, entre los que podemos nombrar, pobreza, anomia, exclusión social, deserción escolar, desocupación, desestructuración de la familia, entre otras. La suma de estos factores aleja a las personas de clases sociales bajas de ciertas instituciones fundamentales para la adquisición de valores y formación personal, como lo son la escuela y la familia. 
La pobreza es, quizá, la causa madre generadora de la inseguridad en la Argentina. El aumento del costo de vida y la dificultad para conseguir trabajos dignos, provocan la imposibilidad de acceder a los recursos básicos para el desarrollo físico y psíquico de los individuos. La marginación y exclusión social que viven los sectores sociales más carenciados, hace que busquen una forma de sobrevivencia alternativa, esto es, en la gran mayoría de los casos, el delito. 
El problema educativo adquirió gran notoriedad en la última década. Se cree que la deserción escolar ha aumentado un 130% entre el 2000 y el 2008, y según un censo realizado por el Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE), el total de analfabetismo en el país, es del 2,6% y de 1,6% en el Gran Buenos Aires -el mayor cordón urbano del país-. Otras cifras establecen que hay más de 1.000.000 de habitantes mayores de 18 años sin título secundario y de ese millón de habitantes, 800.000 son desocupados. Ante esto se percibe que al no tener una formación educativa básica, se torna imposible ingresar al mercado laboral, y de esta manera, mejorar su condición de vida. 
La inseguridad, además de los factores anteriormente nombrados, es producto de la corrupción, las malas decisiones políticas, y la ineptitud por parte de las instituciones encargadas de ejercer el control social. Sobre esta cuestión, encontramos dos aspectos salientes, el primero es la saturación de los establecimientos penitenciarios, que hace que la resocialización del reo se vuelva una utopía, produciéndose un efecto totalmente contrario al buscado –son más los casos de aquellas personas que al ingresar a la cárcel se vuelcan al delito, que los que logran su readaptación-; y la crisis del aparato policial, encargado de mantener el orden público y la seguridad de los ciudadanos, que desde hace un largo tiempo, se enfrenta con gravísimos problemas internos. El Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni hace una reflexión sobre la crisis de la fuerza policiaca, a la cual adhiero: «En 25 años no hemos tenido una reforma en la política policial, seguimos con medidas de hace 50 años. El policía debe ser un especialista, si la salud no se la damos a «cualquiera”, pasa lo mismo con la vida o con nuestra libertad, no se la tenemos que dar a “cualquiera” ». 

Dos miradas diferentes a un mismo problema 
Este país, parecería ser un lugar donde se vive en una permanente contraposición de discursos. Son reiterados los debates entre aquellos que intentan buscarle una solución al problema de la inseguridad. Así podemos encontrar dos criterios claramente definidos y contrapuestos, en un primer criterio encontramos a los que se postulan detrás de las llamadas “medidas de mano dura” que sostienen el castigo sin ningún tipo de utilidad, que intentan volver a los antiguos criterios de la ley del Talión, reclamando medidas retribucioncitas, donde el delincuente deba sufrir un castigo equiparable al hecho dañoso que cometió, es decir aplicar la pena sin ningún fin preventista o utilitarista. Basta hacer un poco de memoria y recordar los eternos debates mediáticos sobre la imposición de la pena de muerte y la baja de la imputabilidad para los menores de edad; o las aberrantes expresiones por parte de figuras públicas como: “a los delincuentes hay que meterles bala”, “un delincuente, una bala”, “el que mata debe morir”. Dentro de esta postura se enarbolan figuras mediáticas como Juan Carlos Blumberg y Constanza Guglielmi.

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