viernes, 5 de marzo de 2010

COMO ES VIVIR CON MIEDO!

La sensación de inseguridad duplica el índice real de delitos

La sensación de inseguridad duplica el índice real de delitos

El temor constante a sufrir un hecho criminal produce cambios en las costumbres, genera stress y destruye los lazos sociales. Los matanceros creen que la delincuencia es el primer problema a resolver en el Partido. En este escenario, el mercado de la prevención crece día a día.
Por Natacha Misiak, Agustina Grasso y Melisa Marturano.

Desde mirar a un lado y a otro antes de abrir la puerta de nuestras casas o acelerar el paso si alguien camina cerca, hasta llevar un gas pimienta en la cartera o guardar un arma en la mesita de luz son parte de las nuevas “costumbres argentinas” para combatir al fantasma de la inseguridad.

Esta tendencia a la autoprotección responde al temor que se anida en la sociedad en torno a esta problemática, al que los especialistas llaman “sensación de inseguridad”. Lo llamativo es que esa percepción duplica el Índice de Victimización (IVI), que cuantifica los hogares que sufrieron al menos un delito en los últimos 12 meses (haya sido denunciado o no). Así, mientras que el IVI llegó al 31,7 por ciento en enero, de acuerdo con la última medición de la Universidad Torcuato Di Tella, el miedo al crimen se ubica entre el 60 y el 70 por ciento, según una investigación elaborada por los investigadores del CONICET Gabriel Kessler y Marcelo Bergman.

En nuestro distrito, en tanto, un estudio difundido por el Centro de Opinión Pública de La Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) reveló que, a diciembre de 2009, más del 40 por ciento de los matanceros consideraba a la inseguridad como la principal cuenta pendiente, tanto a nivel nacional como local.

Los efectos en la salud
Estos números evidencian que la mayor parte de la población convive con la intranquilidad de sufrir un  robo o una agresión física. En este contexto, algunos hicieron del miedo al delito un negocio próspero.

El problema es que, por más medidas que se tomen, “resulta imposible acostumbrarse al miedo”, tal como explica la psiquiatra Lía Rincón. Y las consecuencias se pagan con la salud: “La vida actual, con el stress permanente producido por este temor, repercute negativamente a nivel físico y mental”, apuntó.

Pese a ser desproporcionado en relación al índice de delitos, el temor por la inseguridad no es, en lo absoluto, infundado. Las últimas estadísticas difundida por la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires indicaron que, durante el primer semestre de 2009, los episodios denunciados treparon a 324.249, lo que equivale a mil 800 casos por día o 75 por hora y supone una suba del 2,1 por ciento en relación al mismo período del año anterior. Lo mismo ocurre con el Índice de Victimización, que creció casi un ciento por ciento respecto de mediados de la década del 90.

A esto, hay que sumarle el descreimiento en la capacidad del Estado para resolver el problema, así como el rol que juegan los medios de comunicación, que, a veces, exacerban el temor a través de una agenda de noticias cargada de violencia y multiplican las ventas de la industria de la inseguridad. 

Crónica del terror 
Desde una perspectiva histórica, este miedo “comenzó a instalarse a mediados de la década del '80, después de la última dictadura militar, principal amenaza durante los años '70. Sin embargo, por esos años, aun no figuraba entre los temores principales y su efecto era solo evidente entre las mujeres de los suburbios y los sectores de derecha. Ya entrados los '90, el temor empezó a alcanzar a los varones y a la clase media y fue cuando se instaló en la agenda política”, sintetizó Kessler.

Tanto el terrorismo de Estado como la inseguridad debilitaron los lazos sociales. “La represión produjo aislamiento de las familias, desconfianza y suspicacia. En cambio, el miedo actual incrementa especialmente estados de alerta, a veces innecesarios, que llevan a evitar salidas para eludir riesgos, con el consiguiente empobrecimiento de los vínculos”, advirtió la doctora Rincón.

Pese a esto, tal como sostiene la psiquiatra, “tampoco sirve activar mecanismos de negación y creer que no pasa nada porque ello nos podría exponer a situaciones de agresión”.

La clave, entonces, parece radicar en no abandonar la cautela, pero sin dejar que el miedo dificulte el normal desarrollo de la vida cotidiana.






“Los medios potencian los miedos”

Adriana Amado Suárez, especialista en Opinión Pública

¿Cuál es el rol de la prensa frente a la inseguridad?
Los medios no inventan pero son exitosos potenciando cuestiones que están presentes en la sociedad. En este sentido, no podemos olvidar que los miedos son el mal de las sociedades contemporáneas. En otras ciudades, se encarnan en la desconfianza frente a los inmigrantes o en la alerta por la posibilidad de atentados terroristas.

¿Qué piensa acerca de las personalidades que salieron a pedir mano dura?
Al famoso, le ocurre lo mismo que al pariente de una víctima. Ahí es donde hay un abuso, porque los medios se aprovechan de ese estado en el que queda una persona que ha perdido a un ser querido o padecido un hecho de inseguridad para montarlo como parte de un show, y se lo plantea como una lucha de buenos y malos, donde hay una parte de la sociedad que es inocente y otra que es mala y que si se muere, está bien.






Combatir las causas sin mano dura

Por José Sáez Capel*

La sensación de inseguridad como miedo al delito, no es más que un modo de concebir y expresar otros miedos silenciados: a la muerte o a una vida sin sentido.

Hoy en día, ciertos comunicadores se apropian de estos miedos, ideologizándolos y transformándolos en fuerzas del mal, tal como lo hacía la Iglesia en la Edad Media, con la peste, las brujas o el diablo. Así, la sociedad internaliza el temor y termina aceptando medidas represivas e, incluso, una limitación de las propias garantías.

Pero la cosa no se soluciona con aumento de penas o endureciendo las leyes procesales. Tampoco poniendo más policías en las calles ni colocando cámaras por todas partes. Si hay causas para que haya violencia, ésta se producirá igualmente y de nada servirán las políticas de “cero tolerancia”.

La criminología ha verificado algunas correlaciones entre el delito y la inequidad en la distribución del ingreso, el desempleo, una mayor concentración urbana y la población joven fuera de la escuela y sin ocupación. Por eso, sería sensato trabajar sobre estas variables para reducir su incidencia, pero nunca actuar a partir del temor, porque solo produce más violencia.

*Profesor de la UBA, Juez de Cámara del Poder Judicial de la CABA.






LA MAYORÍA DE LOS PRODUCTOS SE VENDEN A PRECIOS MUY ELEVADOS

“Atrincherarse” cuesta caro y puede ser peligroso por la falta de regulación

Cada vez son más numerosos y variados los artículos de protección en manos de civiles. Algunos se venden sin ningún tipo de control, lo que puede convertirlos en armas de doble filo.

El sentimiento de indefensión frente a la inseguridad dio lugar al surgimiento de un vasto mercado de dispositivos de protección. El abanico de ofertas es amplio e incluye mecanismos de última generación, como alarmas centralizadas, cámaras de monitoreo, electrificación de cercos y blindaje de puertas y autos. Pero también comprende otros métodos menos sofisticados como los aerosoles de gas pimienta, perros guardianes y las viejas armas de fuego. 

Pese a esta diversidad, una característica de la mayor parte de estos productos es su elevado precio. Así, por ejemplo, llevarse a casa un Rottweiler entrenado cuesta diez mil pesos, mientras un auto blindado supera los 25 mil dólares. 

Según lo admiten los propios empresarios del rubro, el negocio incrementa sus ventas cada vez que un hecho delictivo toma cierta resonancia mediática. De esta forma, la mayoría de los clientes que adquieren estos productos no lo hacen luego de haber padecido un delito, sino por prevención.

En lo que respecta al aumento de la demanda, el Registro Nacional de Armas (RENAR) informó que “las consultas se han incrementado en forma considerable”. Con mayor precisión, quienes se dedican al blindaje de vehículos detallaron que, en el último año, el servicio creció un 40 por ciento. En tanto, en el resto de los rubros, los empresarios coincidieron en que hubo una suba importante, que registra picos en ciertos períodos del año, como en el caso de las rejas electrificadas y las puertas reforzadas, cuyas ventas tienden a elevarse en la época de vacaciones, cuando las viviendas quedan deshabitadas. 

Fuera de control
Un problema que presenta, en muchos casos, la comercialización de herramientas defensivas es la falta de un marco legal que regule su funcionamiento. Es lo que sucede con los perros entrenados para la protección del hogar. “No existe ningún tipo de control. La Federación Cinológica Argentina debería inspeccionar los criaderos para que solo se reproduzcan perros estables, que no sean agresivos ni miedosos, pero no lo hace. Además, hay instructores, que, con el único fin de ganar plata, entregan un animal de ataque a cualquiera”, denunció Carlos Centurión, entrenador profesional de Cuidad Evita.

Distinto es lo que ocurre con la electrificación de cercos: cuando la realiza una empresa registrada, se lleva a cabo bajo las normas vigentes para que la descarga no resulte letal. En cambio, cuando se hace en forma casera, puede poner en riesgo la vida de terceros. Algo semejante se constata con las armas electrónicas, diseñadas para repeler a un posible atacante. Si bien su tenencia requiere contar con la autorización del RENAR, muchos optan por comprarlas eludiendo los controles vía Internet, donde se ofrecen pintorescas “picanitas” disimuladas en forma de teléfonos celulares o linternas.

Cuestión de género
En lo que a inseguridad respecta, la opción predilecta para “la cartera de la dama” es el gas pimienta. “Son los productos que más salen porque su venta es libre”, informaron desde la armería de San Justo Casa Sartor, donde, por semana, se comercializan entre ocho y doce de estos utensilios, cuyo público está compuesto, mayoritariamente, por chicas jóvenes que los usan para protegerse en la vía pública. En el otro extremo, aunque parezca sorprendente, “las jubiladas que viven solas son las que más compran armas de fuego para uso defensivo”, según explicaron en el mismo local. Sabiéndose blanco fácil de la delincuencia, las abuelas tienden a elegir pistolas nueve milímetros por su bajo costo: se consiguen a partir de los 200 pesos, más el valor de la tramitación legal.

El considerable desarrollo del “merchandising” de la inseguridad constituye una respuesta al crecimiento del miedo en la población. Sin embargo, blindarse detrás de la mayor cantidad de ellos no parece ser la solución, porque, de acuerdo con el sociólogo Gabriel Kessler, una protección excesiva “recuerda constantemente que se vive bajo amenaza”.

Por ello, a la hora de decidir la compra de alguno de estos productos, las recomendaciones son: buscar asesoramiento profesional, manejarse siempre dentro del ámbito legal y no dejar que el temor le gane al sentido común.






El arsenal de Ramos
Cuesta imaginar que, a pocas cuadras del centro comercial de Ramos Mejía, se encuentra una de las fábricas de armas más importantes del país, la empresa privada BERSA S.A. Pero el dato es real: al 700 de la calle Magallanes, en un imponente edificio herméticamente protegido, 70 empleados fabrican 60 mil unidades al año, correspondiente a 20 modelos diferentes. De ese total, el 75 por ciento se exporta a Estados Unidos, aunque desde la compañía aclaran que, pese al alto porcentaje de producción destinado al mercado externo, “la demanda nacional aumenta de manera sostenida”.






A la medida del bolsillo
Las estrategias de protección de los matanceros varían según el nivel adquisitivo de los barrios. En zonas más comerciales y residenciales, como Ramos Mejía y San Justo, son habituales la contratación de seguridad privada y la compra de cámaras de vigilancia.

La situación es diferentes en los lugares más humildes, donde, el único recurso a mano son “los llamados telefónicos entre vecinos para alertarse sobre conductas sospechosas”, según manifestó Alberto Cozza, presidente del Foro de Seguridad del Barrio Los Pinos, de Villa Luzuriaga.

http://www.periodicouno.com.ar/index.php?idPage=20&idArticulo=13504

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