lunes, 15 de febrero de 2010

"¡Todos somos perros, Señora Presidenta!"

Acabo de leer en los diarios de esta mañana
una frase que Ud. habría dedicado a sus opositores,
es decir a los argentinos que no opinan como Ud., una
frase "cristinesca" según su propia definición: "Ladran,
Sancho, señal que son perros".
Como argentino que no comparte su visión acerca de los
méritos de su gobierno, me siento alcanzado e incluido en
la categoría de los que, en lugar de opinar, ladran, y por lo
tanto, son perros.
Obviamente, la suya no ha sido, de ser cierta, una frase feliz.
Quizás desde aquel grito terrible de "Muerte a los salvajes
unitarios" ningún Jefe de Estado argentino, más allá de lo
que hubieran sido sus actos, había hablado así de sus propios
conciudadanos.
¡Qué contraste, Sra. Presidenta, con las actitudes y las
palabras de sus vecinos!
¿No ha escuchado Ud. el discurso del ex Presidente Frei,
felicitando a su adversario el futuro Presidente Piñera, de
Chile?
¿No ha escuchado al ex Presidente Lacalle, saludando el
triunfo de su adversario José Mugíca y diciéndole, "de aquí
en más Ud. es mi Presidente"?
¿Imagina Ud. a la Presidenta Bachelet o al Presidente
Lula, tratando de perros a sus adversarios políticos?
¿No comprende Ud.. que al tratar así a sus adversarios,
justificaría que cualquiera que no estuviera de acuerdo con
sus opiniones la trate de "perra", "gata" o "cebra"?
Algo que ningún argentino debería permitir porque sería una
afrenta a la figura institucional más importante del país, aquella
a la que todos debemos respetar porque debe estar por encima
de todos nosotros.
Alguien que, a su vez, debe tratar a todos los argentinos por igual,
sin distinciones de banderas políticas o ideológicas, porque fue
elegida para gobernar para todos y en nombre de todos los
argentinos.
Quizás esta noción le sea ajena, o quizás esté muy ofuscada por
las sucesivas derrotas electorales y judiciales y por la enfermedad
de su marido.
Pero comprenda, Señora, que así va a quedarse cada vez más sola,
acompañada solamente por aquellos que necesitan de Ud. y de su
esposo para sobrevivir políticamente en un país cuyos ciudadanos
ya dejaron de creer en Ud. y en sus discursos..
Por eso, sus tristes palabras de ayer no han tenido mayor repercusión:
fueron tomadas como un exabrupto más, otro desliz verbal de
aquellos a los que nos tienen acostumbrados, Ud., su esposo y su
Jefe de Gabinete.
En todo caso, Señora, gracias por haberme tratado de "perro", no
me molesta ser comparado con tan noble animal.
Mal me habría sentido, en cambio, si me hubiera tratado de "cerdo",
ese sucio animal que parece animar -según sus propios dichos- sus
fantasías eróticas.
Cálmese Señora, comprendemos que está Ud. viviendo tiempos
difíciles y que su futuro, como el de todos nosotros, los argentinos,
no es brillante.
Pero ¡cálmese, por favor! Que todos queremos que termine su mandato
en paz.
No siga así, que cuando los perros son muchos y están hambrientos, se
juntan en jauría y pueden devorar a cualquiera.


HECTOR SEILHAN

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