martes, 16 de febrero de 2010

La promesa incumplida de justicia compromete el porvenir
Desconfianza profunda

Si la confianza es una expectativa positiva respecto del futuro, su contrario, la desconfianza, es un repliegue sobre uno mismo que desestima las posibilidades que puede contener el porvenir. 

Mientras la confianza crea tiempo, porque nos permite hacernos una idea del futuro, la desconfianza lo suprime, lo inmoviliza. No en vano, muchas sociedades en las cuales sus ciudadanos depositan su confianza en las estructuras jurídicas se valen del derecho para colonizar el futuro. Miran hacia adelante sosteniéndose en él. Ya no es la religión la que nos muestra el futuro, bajo la forma de la vida eterna, según obremos de tal o cual manera, sino que son las estructuras jurídicas aquellas que nos indican qué sucederá en ese futuro incierto que no queda otro remedio que transitar. 

Debido a esto, el derecho, que suele identificarse como "la justicia", no es más que un conjunto de señales ubicadas en un futuro todavía desconocido, al tiempo que su fuerza proviene de su promesa: cada vez que las expectativas depositadas en una norma conduzcan a una frustración, es decir, cada vez que la norma se transgreda, el derecho reaccionará para subsanar el daño y regenerar la confianza en la norma. No sería tan desacertado imaginar al derecho como un médico que sale corriendo al encuentro de su paciente que cayó en desgracia. 

Cuando el derecho reacciona adecuadamente, si bien no puede borrar la experiencia del mal recibido, sí habilita la creencia de que en el futuro el derecho es una instancia válida a la cual acudir. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario